Zona Areíto: Cuando el cacique jlguerra, moctezuma y cfe viajaron a la utopía

Zona Areíto: Cuando el cacique jlguerra, moctezuma y cfe viajaron a la utopía

Era un viaje a la utopía. Los deseos de Voltaire volaban en nuestros pensamientos, pero en aquella tierra rojiza, brillante como luna amarilla, habíamos llegado a lo absoluto de la belleza y la tristeza, casi al mismo tiempo.

Febrero tenía rostro de trópico de Capricornio, apenas era 1991 y una sinfonía de sauces llorones marcaba, al ritmo del viento, claves de una música vegetal sublime y codiciada, era Asunción, llena de lapachos en flor, una larga avenida serpenteada, laberinto de un pueblo maravilloso, herido en el alma por los siglos.

Allí no habían cielos, cada llamarada en el escenario de la tarderememoraba alguna planicie estelar, rojo planeta cansado, dispuesto a despertar de nuevo. La borrasca se acostaba en el horizonte, el telón gris esperaba la escritura metilena de centellas con voces de metales azulados y repentinos. Paraguay estaba lleno de luces y Asunción, delicada y húmeda, se despertaba, porque sabía que ya habíamos llegado.

Juan Luis Guerra estaba allí y deseaba visitar a los indios Maká, aquellos que a raíz de la guerra del Chaco (1932), que enfrentó a Paraguay y Bolivia por una salida hacia el Atlántico por el río Paraguay, habían perdido su tino y asiento natural.

Guerra inútil, lastimera, porque ya Paraguay había tenido en 1870 la famosa guerra de la triple alianza, auspiciada y alentada por Inglaterra, embaucadora de sus otros hermanos del sur.

(Ay ese colonialismo inglés, anclado en el Atlántico sur, desde el siglo 18) Guerra de territorios quemados, fragmentos de cuerpos y armas enterrados bajo tierra, mezclada con el rictus del miedo y el dolor.

Los Makás perdieron sus territorios a raíz de aquella guerra y no tenían posibilidad de cazar ni de trabajar la agricultura y hubo que trasladarlos a la comunidad que visitamos: Mariano Roque Alonso, situada en las fuera de la gran Asunción…

La muerte de los territorios originarios entre los ríos Confuso y Montelindo, afluentes nobles del río Paraguay, era un hecho. Aquella tarde, la aldea llena de colores y collares fue tomada por un grupo de dominicanos que habían llegado de muy lejos, significado de Caribe según la vieja lengua guaraní…

Entre leyendas y danzas, entre negativas del Cacique a ver a Juan Luis, el llamado Karaí Guasu (Gran señor), porque estaba durmiendo una vieja resaca de sueños y nubes, mantos de utopías negadas por la historia y por la vida, a pesar de todo: allí estábamos a golpe de alegría y respeto por aquellos Maká, que se mantenían lejos del mundanal ruido y que no sabían quien era Juan Luis Guerra, alguien le dijo que era otro Cacique, entonces su negativa fue mayor, dijo que no se levantaría, que tenía que avisarle con tiempo y acto seguido envío a un emisario, a tomarse la foto con Juan Luis Guerra.

Eran los tiempos de utopía cuando el Cacique JLGuerra, CFE y Moctezuma mediaban para que las colonias guaraníes tuvieran mejor vida, ritos y danzas, mientras niños inocentes nos miraban, en aquel sol ardiendo de trópico de Capricornio encendido.

Evoco a don Augusto Roa Bastos, genio de las letras universales y guaraníes, que nos enseñó el amor a la humanidad, que nos explicó el valor de la vida trascendente y del conocimiento, para trascender esta maldita historia de farsantes maculados y sepultarlo en el oscuro jardín de la mayor gloria, donde la humanidad toda, danza desnuda en la inocencia de un telar dulce y algodonado.

Aquel pasado latía y latía, estábamos entre ellos, sabiendo que la vida era más que lo que ellos alcanzaban a vivir. Que una sonrisa de corazón, no les curaba la ignominia de sus vidas.

Lo recuerdo, fue en febrero, Asunción estaba nublada y contenta, porque sus lapachos estaban encendidos, eran avenidas largas como serpientes sedientas y misteriosas, centellas y sinfonías, truenos y lienzos metilenos, lo recuerdo.

Canciones métricas en lengua de nanas, pidiendo lluvia blanca para la noche larga, tornado violeta vestido de silbo, justo cuando un monumento de humo, hablaba de los dioses idos, con sed de cariño ciego.

Fue un tiempo hermoso, os lo juro: porque aún miro la vida entre aquellos arbustos que convertidos en quintetos, tocan la música del viento y sus lamentos, allá en la tierra de la utopía, cuando el cacique JLGuerra, CFE y Moctezuma eran amigos, centro de fuego y luz: buscaban paz para los Maká, fue un segundo de dicha e ilusión.

(CFE)

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