Zona Colonial, curiosos miradores en los techos de casas antiguas

Zona Colonial, curiosos miradores en los techos de casas antiguas

La Ciudad Colonial se caracteriza por tener una fisonomía peculiar y alma propia, debido a que fue levantada por ingeniosos ingenieros, que expresaron con sus obras diferentes modalidades arquitectónicas.

Todavía se pueden apreciar los rasgos indelebles que el progreso no ha podido arrebatar; todo lo contrario, se sigue percibiendo el semblante artístico de sus estructuras.

Entre esas edificaciones están las que son monumentos de nuestro patrimonio urbanístico y las viviendas particulares de renombre, las cuales en sus techos exhiben curiosos miradores. Las familias pudientes de la Colonia acostumbraban a construir estos miradores para sentarse allí a pasar ratos de esparcimiento y disfrutar del aire libre.

Uno de estos miradores se encuentra en la Casa de Tostado, situada en la calle Padre Billini esquina Arzobispo Meriño. Fue erigida en 1527 por el escribano Don Francisco Tostado, quien fue encomendero y esclavista de la Isla Española, la cual es conocida por su ventana geminada, única en América.

En su azotea tiene un llamativo torreón a modo de mirador. En cada muro se abren dobles arcos rebajados con columnas cuadradas. Su techo es de cuatro aguas de bastante inclinación y está cubierto de tejas curvas.

Según historiadores, la casa duró un largo tiempo sin este torreón, debido a que algún terremoto lo tumbó, y quien era su dueño no lo reconstruyó. Pero fue revalorizado por la Oficina de Patrimonio Cultural y la vivienda ha vuelto a lucirlo con todo el señorío y el carácter muy propio del isabelismo. Fue reconstruido en hormigón armado en 1979 por Pedro de la Rosa.

Igualmente existen dos miradores, uno esquinero, en el techo de la conocida Casa del Sacramento, hoy sede del Arzobispado, cuya edificación es la más importante del entorno, al tener una fachada preciosa de estilo plateresco, donde lo más curioso son dos torreones cuadrados que la coronan a modo de esbeltos miradores, los cuales se desempeñan como sus elementos decorativos más llamativos.

Son de forma cuadrada y se puede decir que estos miradores son los más bellos, comparados con los otros. Además proyectan su silueta sobre el techo y conservan el perfil que no ha perdido el trazo de su estructura artística antigua, la cual nos obliga a fijar la vista hacia lo alto y llevar el pensamiento a través de los tiempos.

Sus bases son balaustres de hormigón armado, de donde surgen dos columnas redondas que forman tres arcos en cada lado. Las aristas están adornadas con líneas curvas formando espirales en altorrelieve. También los hay en los centros de los finales que rodean su alto, cuya cubierta sobresaliente es de cuatro aguas con menos declive y tejas dobladas.

De igual manera, existen otros edificios particulares donde también en sus azoteas hay galerías que sirven de miradores.

La del Edificio Baquero, situado en la calle de El Conde esquina Hostos, tiene el primer rascacielos capitaleño, el cual, cuando fue inaugurado en 1929, obligaba a los transeúntes a mirar para arriba, pero más por la torrecita de su ángulo, la que debajo tiene una triple galería mirador, fabricada de concreto armado. La del centro, formando una curva con tres arcos, y la de los lados, con columnas cuadradas esquineras.

También, en el Palacio Consistorial, situado en la calle El Conde esquina Arzobispo Meriño, podemos apreciar la torre circular de su frente esquinero, en la cual hay una barandilla de metal que sirve de galería mirador.

En el Palacete Vicini, situado en la calle 19 de Marzo número 113, existe el único mirador sin techo. Éste se encuentra en la parte de atrás de la cubierta, esquina norte.

Fue construido totalmente de metal, con cuatro barras fuertes sostenidas arriba por otras largas, que se levantan de unos balaustres pocos separados. Sus dueños lo utilizaban en días sin sol para observar el panorama de la ciudad y el Malecón, y en las noches conversaban a la luz de la luna.

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