En el área donde las voladoras y minibuses recogen pasajeros, los usuarios del transporte público tratan de evitar el asedio de una caterva de vendedores de accesorios de celulares, canquiñas, dulces, tarjetas de llamadas telefónicas, jugos, frutas, pan de fruta, bizcochos, gorras, sombrillas, lentes de sol, desodorantes, galletitas, maní, agua fría, refrescos, empanadas, helados, quipes, caña de azúcar y una selecta variedad de chucherías, baratijas, alimentos y golosinas callejeras. Abundan las ofertas de dos por uno y de tres por dos.
-Doñita, doñita, llévele una canquiña a su hijo. Cómpreme algo, que todavía no me he estrenado hoy. El vendedor insiste, pero la mujer ripostó con ironía.
-Las canquiñas le dan lombrices a los niños. Mejor deja esa muela y ponte a trabajar.
A pocos metros, varios buscones se disputan tres pasajeros que intentan abordar un minibús para Villa Altagracia. Uno de ellos, molesto, gritó: ¡Pero Virgen Santísima, me van a encuerar! ¡Déjenme tranquilo, déjenme tranquilo, que yo me monto donde yo quiera!
Estas son escenas cotidianas del desorden descomunal que se repiten en el mismo escenario, con los mismos actores y personajes. El lugar habitual es el kilómetro 9 de la Autopista Duarte, donde la rutina de conductores de vehículos públicos de rutas urbanas e interurbanas, taxistas, choferes del concho, motoconchistas, vendedores ambulantes, vagos, buhoneros, truhanes, rateros de poca monta, farfulleros, carteristas y pedigüeños conviven en un ambiente de sobresaltos, ruidos, desorden, caos y anarquía.
Todos tienen su espacio, y lo defienden como animales rabiosos, y cada uno aporta el ingrediente necesario para anarquizar el ambiente de una zona que ha sido tradicionalmente utilizada como punto de referencia para transportar usuarios del transporte a distintas comunidades del Cibao y rutas irterurbanas de Santo Domingo Oeste, Los Alcarrizos, kilómetro 28 de la Autopista Duarte y el kilómetro 12 carretera Sánchez de la (avenida Independencia).
Montones de taxistas y choferes del concho se estacionan en las áreas verdes, que alguna vez fueron arborizadas para crear allí espacios de sana recreación.
No hay espacio para ornato, ni para la recreación de los munícipes. Cada centímetro tiene un dueño. No hay espacio para recién llegados. Los negocios de bancas de apuestas proliferan por doquier. Dos sindicatos de choferes controlan el transporte en el área: Conatra y Fenatrano.
Muchos negocios de venta de comida han florecido en el lugar. Temprano se colocan rústicas mesas y cilindros de gas licuado de petróleo. Un cafecito matutino, un jengibre o un té de hojas para comenzar el día. Así comienza la jornada. Luego sigue el desayuno. De esa forma, la horda se alimenta y recobra energías. Algunos dormitan. Otros echan sus pavitas en el interior de los vehículos y ocasionalmente hacen algunas necesidades fisiológicas en el mismo entorno.
El área del kilómetro nueve de la Autopista Duarte es el lugar perfecto para el mayúsculo desorden que allí impera. La casi totalidad de vehículos que conforman las flotillas de carros, voladoras y minibuses están deteriorados. Abordarlos es incómodo, inseguro. Aún conscientes del peligro, miles de usuarios los utilizan para trasladarse a distintos destinos. No hay más nada para escoger en ese lugar. Se le preguntó a un chofer de voladora qué autoridad competente supervisa los vehículos de transporte públicos allí, y respondió nadie se mete en esa vaina.
Aparentemente ni la autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), ni la Dirección de Tránsito Terrestre del Ministerio de Obras Públicas se responsabilizan de que las destartaladas unidades de transporte de pasajeros cumplan requerimientos básicos para desplazarse a determinadas distancias con seres humanos a bordo, tales como los de carrocería, neumáticos en buen estado, frenos, ventanillas, asientos y mecánica. ¿Y la revista? Bien, gracias.
Los agentes de la AMET parecen ignorar las permanentes imprudencias de conductores que dejan y recogen pasajeros en medio de la vía, o de los que manejan de forma agresiva y temeraria. Ocasionalmente se escucha el silbido de advertencia. Pero todo queda ahí. Es un peligro latente al que todos, choferes y usuarios, se han habituado.
El caótico problema del kilómetro nueve de la Autopista Duarte se ha acentuado por los trabajos que ejecuta la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET) de la segunda línea del Metro de Santo Domingo, que se extenderá desde Los Alcarrizos hasta San Luis.
Toneladas de tierra se amontonan, generando problemas en el tránsito en horas de la mañana y al anochecer. Excavadoras, palas mecánicas y camiones de volteo se movilizan de un lado a otro.
Las frases
Lilly de Jesús:
Es necesario que alguna autoridad haga algo para que vele por nosotros, los usuarios del transporte.
Carlos Amparo:
Los choferes piensan que llevan animales a bordo y no respetan a nadie.
Domingo Pérez:
Los choferes de sindicatos son unos salvajes, unas bestias. Lo mejor sería agarrarlos a todos y exiliarlos a una isla desierta.
Esther Mejía:
Estas bestias del volante, chivos sin ley, hacen y deshacen a su antojo sin recibir castigo alguno. ¿Para qué sirve la AMET, Obras Públicas, los ayuntamientos?.
Jorge Alberto Mejía:
Si fuera yo, contrato todas las grúas del país y limpiaría las calles de voladoras, carros del concho y otros arsenales de chatarras que llaman vehículos públicos.