POR ÁNGELA PEÑA
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El Conde fue y es lugar de tertulias de casi toda la intelectualidad dominicana. Entre sorbos de café, humo de cigarrillos, pregón de billeteros, comentaron y discutieron obras propias y ajenas, anunciaron novelas, poemas, ensayos, criticaron producciones literarias y dirimieron con puños y palabras diferencias personales.
Aunque hubo peñas en esquinas y parques de esa transitada vía, existieron establecimientos comerciales que acogieron a consuetudinarios hombres y mujeres de las letras y el arte. El escritor Ramón Lacay Polanco se convirtió en estudioso promotor de las peñas de El Conde. Gracias a él quedó consagrado el recuerdo de aquellos encuentros en La Cafetera de Paliza y en La Bombonera.
En esta tarea le acompañaron Juan A. Vicioso hijo, en 1948, y Carlos Esteban Deive, en 1961, quien se empleó a fondo analizando encuentros literarios y artísticos en el Jai-Alai. En la actualidad, Pedro Conde Sturla y Edwin Disla han concentrado su atención en el círculo del Hotel Restaurante El Conde, antiguo Colón, al que todos conocen como Palacio de la Esquizofrenia. Disla escogió este lugar como escenario para su novela El universo de los poetas muertos.
En 1948, Lacay resumió el ambiente de La Cafetera: Los críticos Contín Aybar, Valldeperes, Díaz Niese y Masilla dejaban sus palabras serenas y sus juicios completaban la pintura vespertina de La Cafetera. Luego formaban el conjunto del cuadro Marrero Aristy, con sus novelas de costumbres; Rafael Damirón, con sus poesías folklóricas y sus Pimentones; Freddy Miller, Prestol Castillo, Alberto de Paz, Héctor Incháustegui, Franklin Mieses, Bienvenido Gimbernard. Juan Vicioso agregó a Alfredo Matilla, Enrique Casals Chapí, Rubén Suro, Tongo Sánchez, Enriquito de Marchena, Vela Zanetti, Luis Despradel, Luis Heriberto Valdez, Ninón de Brower, Celeste Woss y Gil, José Rijo, Manolo Pascual, Kurt Snitzer (Conrado)
La Esquizofrenia. Antes funcionaron en el local un estudio fotográfico, la cafetería de los chinos «Chan» y Miguel Ng, hasta que la adquirió Manuel Aybar, propietario desde hace 30 años. Un artístico letrero identifica el lugar como Hotel Restaurant El Conde, pero Antonio Fernández Spencer lo bautizó en los 60 como Palacio de la Esquizofrenia porque era el refugio de los poetas frustrados, profesionales fracasados, izquierdistas derrotados, locos disfrazados de intelectuales, vagos consuetudinarios.
Se citan entre sus asiduos de ayer y hoy a pedro Mir, Dato Pagán, Manuel del Cabral, Radhamés Reyes Vásquez, Federico Jóvine, Guillo Pérez, Antonio Fernández Spencer, Tony Raful, Víctor Villegas, Plinio Chaín, Juan Freddy Armando, Francisco Henríquez (Chito), Francisco Rodrigo, Basilio Belliard, Carlos Gómez Doorly, Pedro Peix, Pedro Conde, Frank Beras, Vetilio Alfau del Valle, Nabú Henríquez, Barracuda, Alejandro Paulino, Edwin Disla, Noel Hidalgo, Jesús de la Rosa, Rafael Kasse Acta, Manuel Mora Serrano, Juan Doucudray. Los domingos en la mañana son fijos Radhamés Gómez Pepín y Luis Pérez Casanovas.
Está ubicado frente al parque Colón, El Conde con Arzobispo Meriño. En Sombras nada más, lo describió Pedro Conde: Allí concurren, meditan o vegetan, discurren y se escurren, el prócer y el apátrida, gobiernistas y oposicionistas, el aristócrata y el plebeyo, el abogado de oficio y el abogado sin oficio, el postor y el impostor, el revolucionario de profesión, el cundango y la cundanga, el escritor, el periodista, el publicista, el trovador, el cineasta, los infinitos pintores, el lambón, el limpiasaco, el advenedizo que quiere beber a cuenta ajena, el fisgón, el turista, el buscón y la buscona, algún poeta maldito rumiando su desagravio y un montón increíble de malditos poetas… El policía que es un secreto a voces y un grupito de alcohólicos mas o menos anónimos.
En 1951, el habitual condeante Ramón Lacay Polanco publicó otro artículo de La Cafetera y la encontró idéntica. En 2008 es la misma que él describió. Sólo han cambiado contertulios y viejos camareros, ya fallecidos. Pero, como él afirmaba, son las mismas mesas, las mismas ideas, los mismos comentarios, el mismo humo de cigarrillo. También el mismo menú, con nuevos precios.
La Bombonera En los años 50, artífices del arte, el pensamiento, la cultura, se reunían en La Bombonera, en El Conde con 19 de Marzo. Los pintores Hernández Ortega y Radhamés Mejía, los escultores Prats Ventós y Martínez Richiez, los poetas Diódoro Daúl (sic), Freddy Miller y Mieses Burgos, Mario Martínez, Matos Díaz, Suncar Chevalier, se trasladaron a este nuevo sitio de moda.
De vez en cuando llega como un sonámbulo don Manolo, el callado Manuel Llanes… Allí están los tipos de La Bombonera resumidos en metáforas, anota Lacay y define presencia y personalidad de Enriquillo Rojas, el guitarrista Hernández, Freddy Miller… En el periódico El Urgente, Vicioso añade a Gilberto Ortega, Luis José Álvarez, Rafael Piña Melero y José Manuel Glass Mejía.
El Jai-Alai es el ruidoso cenáculo donde los hombres de letras y los artistas, entre café y café, discuten y comentan sobre innumerables temas culturales. Con su decoración entre clásica y moderna, abierto al ajetreo de la calzada, ampliamente ventilado, el Jai-Alai tiene su propia personalidad, su inconfundible acento de café literario, popular y culto, escribió Carlos Esteban Deive, describiendo el sitio como el más conocido y popular del país. Estaba en el lado Este de La Cafetera
Contaba con dos peñas literarias, la Orteguiana, encabezada por Antonio Fernández Spencer y otra de tendencia ecléctica, comandada por Pedro René Contín Aybar. Junto a ellos se agrupaban Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Emilio Reyes, Federico Henríquez Gratereaux, Manuel Valerio, Ramón Francisco y Luis Alfredo Torres. Una tercera era la de Los Tramposos de tendencia existencialista, que acoge en sus filas al poeta y novelista Tete Robiou y a la poetisa Grey Coiscou
A unos y otros acompañaban Virgilio García, que exponía sus cuadros en el Jai-Alai; César Galán, Pascal Peña, Torres Solares, Lebrón Saviñón, Eligio Pichardo, Radhamés Mejía.
Otras tertulias famosas de esos tiempos fueron las del café Moulin Rouge, la barrita del hotel Comercial (hoy Mercure) y de la Cafetería El Conde