Zona Universitaria
Residentes luchan por desarrabalizar perímetro

<STRONG>Zona Universitaria<BR></STRONG>Residentes luchan por desarrabalizar perímetro

La parte oscura de la agitada historia por adecentar el perímetro de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) resume  momentos de tensiones en los núcleos  familiares de la zona, abusos, amenazas, asaltos, violaciones, intimación, irrespeto, complicidad, infamia, apatía y negligencia de las autoridades, rabia, impaciencia, intrigas, impotencia y ganas de  llorar.

Ha sido una lucha titánica que se ha prolongado por más de dos décadas. Pero, lejos de ceder espacio, más de 500 familias de la zona universitaria han renovado los esfuerzos y la voluntad para recabar ayuda de las autoridades para darle el “jaque mate” a la proliferación de negocios de dudosa reputación que incluye prostíbulos encubiertos, barras, “colmadones”, centros de masajes, cafeterías, barras, casas de cita y antros de mala muerte.

No importa que la zona universitaria haya sido declarada por el Ayuntamiento del Distrito Nacional, en el 2003, “zona cultural”. En ese sector hay, además, 11 colegios privados con cientos de niños de distintas edades, un centro para niños discapacitados y cuatro universidades. Nada de eso se respeta. La arrabalización y el desorden imperante  son discordantes  con la categoría académica de la UASD.

Sin embargo, pese a la normativa municipal, en todo el entorno universitario impera el caos. Las autoridades no han encaminado acciones para  regular las actividades de los negocios, de vendedores y de choferes que hacen vida común en el perímetro de la Universidad Primada de América.

Se trata de terminar, de una vez y por todas, de cerrar o controlar establecimientos que perturban la vida de cientos de familias que residen en la zona universitaria y quieren, y lo han pedido a gritos,  vivir en paz y descansar en el seno de sus hogares. Muchas horas de sueños se han perdido en las noches.

Están en pie de lucha para higienizar el perímetro de la UASD. Tratan de llamar la atención del Ayuntamiento del Distrito Nacional, de las secretarías de Interior y Policía, Medio Ambiente y Recursos Naturales, Salud Pública, Policía Nacional, Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET) y otros organismos, para que desalojen a buhoneros y vendedores ambulantes, a choferes del transporte público y sindicatos de guaguas, que han convertido las calles, aceras y contenes del sector en un mercado público donde adquieren alimentos y bebidas sin control ni supervisión. Alrededor de 60 toneladas diarias de desperdicios sólidos se colectan en el área.

Estos negocios de expendio y venta de comidas rápidas en el entorno universitario operan en triciclos, camionetas y cualquier otro vehículo. Es un problema que se refleja en otros sectores de la provincia Santo Domingo, especialmente donde hay grandes concentraciones de personas.

Las ventas callejeras y la buhonería se han convertido en un problema de salud pública, dada la escasa o nula aplicación de los principios básicos de manipulación e higiene de alimentos, falta de control y fiscalización de Salud Pública, institución que, según dispone la Ley General de Salud No. 42-01, tiene la responsabilidad de proteger la salud del pueblo dominicano.

Obviamente, las autoridades de Salud Pública, en el caso de la UASD y de otros sectores afectados, no han cumplido su rol. Los estudiantes universitarios que consumen estos alimentos y bebidas en las calles del perímetro universitario sufren de intoxicaciones alimentarias. Sugieren no ingerir alimentos en lugares “pocos confiables y antihigiénicos”.

Muchas familias no resistieron y se mudaron

Vendieron sus viviendas o alquilaron. La presión en el entorno ha sido fuerte. No resistieron las embestidas de los negocios que expenden bebidas alcohólicas, que trafican con mujeres. No soportan las bebentinas nocturnas, el desorden en las calles, la ocupación de sus áreas de estacionamiento, los ruidos  infernales y molestosos en horas de descanso.

Hay muchas anécdotas para contar

Algunas reflejan miedo o tensión, por las circunstancias en que se produjeron. No pasaron de amenazas veladas por algún propietario de un negocio cercano o de una llamada telefónica amenazante, casi siempre anónima. El paño de lágrimas es la iglesia, donde todos los domingos los moradores tienen media hora para quejarse y compartir informaciones.

En otros casos las cosas no fueron tan sencillas. La sangre casi llega al río. Una anécdota famosa la protagonizó la profesora universitaria Irma Nicasio, quien enfrentó a un individuo que no dejaba dormir al vecindario con el ruido infernal de la música instalada en su carro.

“Yo bajé al área de estacionamiento. El volumen de la música era tan exagerado a esa hora de la noche que nadie dormía. Cuando bajé, pregunté quién era el dueño del vehículo escandaloso, y entonces vino un individuo (dicen que es un narcotraficante de La Romana) y se paró delante de mí, en tono desafiante. Se abrió la camisa y mostró una pistola en su cintura. Yo, ni tonta ni perezosa, también mostré mi Beretta, y el hombre la vio. Entonces, el individuo se dio cuenta de que las cosas iban en serio. Bajó la música y ahí termino todo”.

Fue una escena propia del viejo Oeste norteamericano. Pero casi ninguna de las familias que residen en la zona universitaria se atreve a enfrentar a los dueños de estos negocios, cuando la situación se sale de control. La mayoría son profesionales que evitan las confrontaciones directas con gente de mala calaña. Siempre evitan las agresiones físicas. Buscando solucionar el problema, han escrito a las autoridades judiciales y municipales, sin obtener respuesta positiva.

A veces llegan cartas…

La lucha por adecentar, organizar e higienizar el perímetro universitario se ha canalizado a través de la Junta de Vecinos de la Zona Universitaria, fundada en 1986. Precisamente, la doctora Irma Nicasio es la presidenta. Otros profesionales notables integran la directiva.  Los vecinos de la zona universitaria tienen en sus archivos un legajo de copias de comunicaciones dirigidas a las autoridades. En cada una de estas misivas han reclamado, en los últimos 20años, que se solucionen los problemas que afectan el entorno de la UASD.  En los últimos años se agregaron los colmadones, casas de cita, centros de masaje, prostíbulos, establecimientos que expenden bebidas alcohólicas, choferes del transporte público, buhoneros y vendedores. Las puertas que han tocado, sin recibir ayuda, incluyen a la AMET, Salud Pública, ADN, Fiscalía del Distrito Nacional, Procuraduría General de la República, Congreso Nacional y la rectoría de la UASD.

Incluso, la Junta de Vecinos escribió a los propietarios  de establecimientos  que operan en la zona universitaria. En uno de los párrafos de la misiva expresan que “nuestro objetivo fundamental es lograr que esta área tenga las condiciones de ornato y decencia que merece”. “Contamos con ustedes para hacer realidad este objetivo porque aunando esfuerzos podríamos detener la arrabalización de esta zona y devolverle su antiguo esplendor para beneficio y orgullo de todos sus habitantes”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas