La batalla contra el racismo podría fracturar al gobierno sueco y sumirlo en una crisis. La parálisis política más larga en la historia de Suecia terminó el 18 de enero con la formación de un gobierno muy parecido al que había antes de las elecciones cuatro meses atrás.
Stefan Lofven, líder de los moderados socialdemócratas, fue reelegido como primer ministro, mientras que los nacionalistas Demócratas de Suecia han quedado aislados en el Parlamento. La nueva alianza de cuatro fuerzas políticas celebró su pacto para formar gobierno como una victoria contra las fuerzas insurgentes del racismo y la intolerancia.
En realidad, el pacto apenas disimula el descontento que ha venido corroyendo al liberalismo sueco desde el comienzo de la crisis de los refugiados sirios. Los servicios sociales del país han alcanzado ya un punto crítico con la llegada de miles de inmigrantes, una situación que el pacto de coalición no aborda. Los demócratas de Suecia, de extrema derecha, consiguieron casi el 18 por ciento de los votos en septiembre, y su aislamiento en el gobierno podría alienar aún más a ese bloque sustancial y creciente de votantes.
Los cuatro partidos aliados (el Partido Socialdemócrata, el Partido Verde, el Partido del Centro y el Partido Liberal) tienen desacuerdos fundamentales sobre los impuestos, la regulación y otros temas clave en el país. A pesar del retorno temporal de la estabilidad, el potencial de crisis sigue siendo alto.
Suecia llegó a recibir más refugiados per cápita que cualquier otra nación de la Unión Europea. En los últimos cinco años, el país de 10 millones de habitantes aceptó a más de 400 mil solicitantes de asilo y de reagrupación familiar.
Entre las grandes ciudades suecas, Malmö ha visto la mayor afluencia de migrantes per cápita. El año pasado, 509 familias con hijos necesitaron viviendas de emergencia en Malmö, en comparación con 64 en 2009, lo que obligó a la ciudad a alquilar habitaciones en hoteles y hostales, a un costo de 500 millones de coronas (55 millones de dólares) anuales. “No podemos aceptar un número ilimitado de personas”, dice en ese sentido Sedat Arif, un miembro del ayuntamiento a cargo de la política de vivienda. “Necesitamos considerar qué tipo de recepción queremos dar a las personas que vienen aquí”.
Arif, quien precisamente es un refugiado, llegó a Malmö desde los Balcanes cuando tenía seis años. “El debate ha sido muy blanco o negro, ya sea a favor o en contra de la inmigración”, afirma. “Se trata de encontrar un equilibrio”.
En 2015, Lofven cedió ante la presión pública y acordó restringir la migración. Sin embargo, los otros tres partidos en la nueva coalición de gobierno son todos proinmigración, y su acuerdo con los socialdemócratas incluye una promesa de permitir que más refugiados traigan a sus familias a Suecia. De acuerdo con la Agencia Sueca de Migración, la nueva política convertiría al país en uno de los más hospitalarios de Europa y significaría el arribo de unos ocho mil solicitantes de asilo adicionales en los próximos tres años.
“La formación de un gobierno resalta la estabilidad que creo que la mayoría de la gente asocia con Suecia”, dice el exministro de Finanzas Anders Borg. No obstante, eso podría cambiar rápidamente, pues “existe el riesgo de alcanzar cifras de inmigración problemáticas, y de que se produzca una reacción política en la que los Demócratas de Suecia salgan ganadores”. Aunque aún no han recurrido al mensaje antiinmigrante del estadounidense Donald Trump o del húngaro Viktor Orban, los Demócratas de Suecia aseguran que el país no puede costear más refugiados. Quieren que Suecia deje de aceptar migrantes y endurezca las reglas para unir a las familias. Incluso algunas personas que se oponen a los Demócratas de Suecia creen que se debe hacer más.
“El gobierno debe demostrar que logra algún cambio. Necesitamos considerar qué desafíos tenemos, sin vincularlo a lo que piensan los Demócratas de Suecia”, apunta Arif.
Los nacionalistas de todo el mundo citan a Malmö como un ejemplo de lo que puede salir mal en una sociedad de bienestar. La violencia de pandillas es un problema de hace mucho tiempo, especialmente en áreas muy pobladas y deterioradas. En Almgarden, un vecindario que se divide en partes iguales entre suecos blancos y familias inmigrantes, el 41 por ciento de los residentes votó por los Demócratas de Suecia, uno de los porcentajes más altos de cualquier distrito en el país.