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A través de estas líneas, no pretendemos otra cosa que presentar el tema de la Revolución de Abril de 1965 a aquellos lectores que saben poco o nada sobre dicho acontecimiento. Quizás alguien encuentre que detrás de lo que expresemos subyaga una controversia erudita todavía sin resolver, y que lo que parezca una narración sencilla sobre los acontecimientos de Abril resulte extremadamente parcial y selectiva. Es que un relato sobre la Guerra de Abril de 1965 satisfactorio para todos, en el caso de que nos fuera posible escribirlo, no cabría en el espacio de que disponemos. También, algunos podrían quejarse de que ponemos demasiado énfasis en el aspecto militar, en detrimento de las dimensiones políticas y sociales de ese magno acontecimiento. Admitimos que no dejarían de tener razón si así lo hacen por el hecho de que esos factores resultan vitales para la comprensión de las razones que condujeron al conflicto abrileño, estimado por muchos como el acontecimiento más sobresaliente de la historia dominicana del siglo 20.
Después que el candidato a la presidencia de la República del Partido Revolucionario Dominicano, profesor Juan Bosch, salió triunfante en las elecciones celebradas el 20 de diciembre de 1962, sectores de la extrema derecha y de las Fuerzas Armadas, con el apoyo desembozado del empresariado y de altos dignatarios de la Iglesia Católica, comenzaron a conspirar para impedir que el presidente electo en esos comicios asumiera el poder. Al no poder lograrlo, optaron por entorpecer su obra de gobierno con el propósito de derrocarlo. Un grupo de oficiales egresados de la Academia Militar Batalla de las Carreras, orientados por el teniente coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, actuó en sentido inverso, manifestándose siempre dispuestos a impedir que los planes macabros de esos señores llegaran a materializarse. Pero las restricciones derivadas de los principios de profesionalidad y de obediencia a los mandos no les permitieron a esos oficiales impedir lo que acabó por suceder: Siete meses después de haber prestado juramento como Presidente Constitucional de la República, Juan Bosch fue derrocado. El golpe de Estado Militar que lo depuso, la madrugada del 25 de septiembre de 1963, hizo que, a partir de entonces, en la República Dominicana se vivieran momentos muy convulsionados. La crisis económica, política y social alcanzó su más alto nivel. La corrupción administrativa tocó a todos los estamentos del Estado. Mandamases desaprensivos permitieron la expansión del crédito al sector privado más allá de lo que la prudencia aconsejaba. Aviones de la Fuerza Aérea Dominicana y naves de la Marina de Guerra eran utilizadas en labores de contrabando de todo tipo de mercancías. Cantinas surtidas con rubros exentos de pago de impuestos operaban en recintos militares a título de compañías por acciones. El Gobierno de facto del Triunvirato se mostraba incapaz de legitimar su presencia ni de atender las demandas que la población exigía. El sufrimiento de los más se veía a cada instante y en cada lugar expresado en movilizaciones de protesta por la corrupción imperante y por la sangrienta represión de los derechos y las libertades ciudadanas. Fue en ese ambiente de ilegalidades y de abusos que surgió y se desarrolló una conspiración militar que terminó dando al traste con el Gobierno de facto. En efecto, a finales de diciembre de 1964 ya estaba a punto de iniciarse las acciones para derrocar el Triunvirato. Solo faltaba que los conspiradores acordaran la naturaleza del Gobierno que habría de sustituirlo: Vuelta a la Constitución de 1963 con el regreso al poder del presidente Juan Bosch o la instalación de una Junta Militar que permitiera, en el más breve plazo, la organización y celebración de unas elecciones libres con la participación de todos los partidos políticos y el regreso de los exiliados. El coronel del Estado Mayor del Ejército Nacional Miguel Ángel Hernando Ramírez, siguiendo las directrices que desde el exilio en Chile pautaba el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, fijó para el lunes 26 de abril de 1965 el inicio de un levantamiento militar con el propósito de reinstalar de nuevo en el poder al depuesto presidente Juan Bosch y declarar vigente la Constitución de 1963. Dicha asonada habría de comenzar en el Campamento 16 de Agosto, sede de la Jefatura del Ejército Nacional, a las cinco horas de la madrugada de ese día. Pero un hecho inesperado hizo que los acontecimientos se precipitaran, y que la rebelión se iniciara dos días antes de la fecha fijada.
El sábado 24 de abril de 1965 parecía un día como cualquier otro de los vividos en esos años. Los periódicos Listín Diario y El Caribe publicaron en sus primeras páginas y en grandes titulares la noticia de que el Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Santo Domingo responsabilizaba al Gobierno de facto del posible fracaso de la reforma universitaria, al tiempo que le exigía el pago de las deudas del Estado con la Universidad Primada y que se le diera fiel cumplimiento a la Ley 5778 sobre Autonomía que disponía que el Estado dominicano financiara a la Universidad estatal con un subsidio anual no menor al cinco por ciento del Presupuesto Nacional. También, esos dos matutinos se hacían eco de noticias referentes a unos incendios forestales causados por una sequía que para esa época estaba azotando el país.Ese mismo día, en el Campamento 16 de Agosto ocurrió lo inesperado: el entonces Jefe de Estado Mayor del Ejército Nacional, general de brigada Marcos Rivera Cuesta, cumpliendo órdenes del Gobierno de facto, ordenó el arresto de un grupo de oficiales de ese recinto de quienes el servicio de inteligencia militar disponía de informes que los involucraban en actividades subversivas. El general Rivera Cuesta dispuso que los oficiales coronel Giovanni Gutiérrez, mayor Eladio Ramírez y teniente Rafael Noboa Garden fueran conducidos a su despacho en calidad de detenidos, sin sospechar que los tentáculos de la conspiración llegaban hasta su entorno. La reacción de otros de los implicados no se hizo esperar. En efecto, cumpliendo órdenes del coronel Miguel Ángel Hernando Ramírez, el capitán Mario Peña Taveras y los sargentosReinirio Cuevas Medrano, Lantigua Bravo, Lantigua Fernández y Polonio Pierrot irrumpieron, ametralladora en manos, en el despacho del general Rivera Cuesta apresando a este y a todos los oficiales de su escolta. Después de hacerlo, los militares sublevados maniobraron con energía y decisión tomando prisioneros a los demás miembros del Estado Mayor del Ejército Nacional.
Alrededor de la una de la tarde de ese mismo día, la voz del doctor José Francisco Peña Gómez se hizo sentir en el programa radial Tribuna Democrática que se transmitía a esa hora por la emisora Radio Comercial, anunciando el inicio de una revuelta militar para deponer el Gobierno de facto del Triunvirato. Una hora después, oficiales sublevados irrumpieron en Radio Televisión Dominicana para transmitir un comunicado en el que daban a conocer sus propósitos. El espectáculo de esa tarde del sábado 24 de abril era impresionante. Camiones y guaguas del transporte público recorrían las principales arterias de la ciudad de Santo Domingo vitoreando la Constitución de 1963 y demandando la vuelta al poder sin elecciones del depuesto presidente Juan Bosch. Alrededor de las cinco de la tarde de ese mismo sábado tuvieron lugar los primeros combates entre tropas sublevadas del Ejército Nacional y efectivos de la Policía Nacional leales al Triunvirato. Una compañía de soldados rebeldes comandada por el capitán Héctor Lachapelle, teniendo como comandantes de pelotones a los tenientes José Noboa Garden y Jesús de la Rosa (autor de esta crónica), se enfrentó, por los alrededores de la televisora oficial, con tropas de caballería de la Policía Nacional, registrándose muchas bajas entre las fuerzas policiales. La irrupción en ese escenario de tropas de infantería y de blindados del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), comandadas por el coronel José de Jesús Morillo López, impidió que los sublevados terminaran por aniquilar a los del orden público. En dicha escaramuza, fueron tomados prisioneros por las tropas del CEFA los tenientes García Germán y Manuel de Jesús Checo, junto a los señores José Francisco Peña Gómez, José Antonio Núñez Fernández y Miguel Soto, entre otros.
*Jesús de la Rosa es catedrático titular de la UASD y capitán de navío ® de la Armada de República Dominicana.