Amelia Francasci, principal novelista dominicana por su pasión, energía y cantidad

Amelia Francasci, principal novelista dominicana por su pasión, energía y cantidad

POR ÁNGELA PEÑA
Es la principal novelista dominicana. No ha habido otra en el país que asuma la novela con la pasión, la energía y la cantidad de obras que ella publicó, único caso en la historia literaria nacional. Tenía además la singular característica de que sabía escribir.

     Bruno Rosario Candelier, tal vez el intelectual que más ha profundizado en el estudio de la obra de Amelia Francasci, recordada por una calle de Los Prados, destaca el que la insigne escritora tomara el cultivo de la palabra en una época en que la mujer estaba al margen de la vida social y cultural. “Eso ya es un mérito, no sé por qué las feministas no la proclaman”, comentó.

     Amelia Francisca Marchena Sánchez de Leyba, como en realidad se llamaba la ilustre autora de diez novelas, es acreedora de reconocimiento, también, por haber realizado su producción en época en que había muy pocos novelistas, revela el presidente de la Academia Dominicana de la Lengua. “Es contemporánea de Manuel de Jesús Galván, nuestro máximo novelista del siglo XIX, entonces la tradición novelística era muy pobre en el momento en que ella surge al escenario literario, y esto es una virtud, que ella asumiera para aquella fecha el género más difícil, que tiene sus leyes y principios y que ella los aplicó asumiendo el movimiento literario vigente en toda Hispanoamérica, el romanticismo, como su bandera de lucha”.

     Pero Amelia Francasci es una gran desconocida y su memoria no ha recibido el homenaje que merece su calificada labor pionera. De ella sólo hay en Santo Domingo una calle con su nombre y un inmenso retrato de Luis Desangles que se exhibe en la Biblioteca Nacional. El olvido tal vez se deba al enclaustramiento a que se sometió en los últimos cuarenta años  de su vida nonagenaria, a que sus obras no se hayan reeditado, a que el movimiento literario que abrazó perdió vigencia o quizás a que la prolífica autora no reflejara en sus libros la sociedad dominicana, razona Bruno Rosario.

     “No había una ambientación sociocultural, eso se lo critico yo en Tendencias de la novela contemporánea”, aduce Rosario Candelier, pero como él, casi todos los críticos criollos reparan en el detalle, excepto muy pocos, como Pedro René Contín Aybar, “que decía que si una obra era buena, no importaba que se ubicara en París, Madrid, en La Habana o en La China”. Es una deficiencia, declara Bruno Rosario, “porque el novelista es un vocero de su sociedad, de su historia, de su pueblo, de su cultura, de su lengua, y ella, en ese sentido, no lo fue”.

     Sin embargo, esa actitud no le quita méritos a su obra, enfatiza. “Como escritora, como novelista, tenía una gran imaginación, capacidad descriptiva y sobre todo el rasgo distintivo de Amelia: que vivía poéticamente el mundo, encerrada en su torre de marfil, en su realidad estética y ese es un don que suelen tener los poetas, por eso muchos viven al margen de los problemas, de la realidad. Uno dice, bueno, este es un ser aéreo, pero es que crean su realidad estética a partir de sus vivencias y Amelia vivió poéticamente el mundo”.

     Max Henríquez Ureña, Abigail Mejía, Américo Lugo, Federico Henríquez y Carvajal, entre otros, resaltan el que Amelia Francasci se resistiera a no tener ambiente propio. Lugo critica su retrasado romanticismo y el “insulso idealismo que está malogrando uno de nuestros talentos noveladores”. No obstante, Contín Aybar escribió: “Los chauvinistas la reprocharían por la terrible circunstancia de ocurrir en Madrid (Madre culpable). Pero asombra, justamente, la intuición maravillosa de esta mujer que pudo, con solo imaginación, captar un ambiente extraño y describirlo en forma veraz”.

     La primera dominicana que se lanzó a “novelar”, según Abigail Mejía, se inició en 1892 con Madre culpable. Luego publicó Cierzo en primavera, Pepa, Pepe y José, La confesión de un joven tímido y Mi Pretendiente, esta última con escenario en La Habana. Además, Recuerdos e impresiones (Historia de una novela); Duelos del corazón, Francisca Martinoff, Impenetrable, Merceditas.  “Ella escribió también muchas cartas de amor y se las dirigía a un tal Pierre Lotí, que vivía en China, yo pienso que era una forma de disfrazar sus propias vivencias para ocultar quizás la persona a quien iba dirigida esa comunicación, un procedimiento muy romántico”, manifiesta el profesor Rosario Candelier.  (En la reseña de su deceso publicada en el Listín Diario dice: “Era una ferviente admiradora de Pierre Lotí, el gran novelista francés y de los hermanos Goncourt, con quienes tenía relaciones por carta…”).

     La obra más afamada de Amelia Francasci es Monseñor de Meriño íntimo, escrita, según Mariano Lebrón Saviñón, “a altas horas de su edad”, especie de biografía del arzobispo Fernando Arturo de Meriño.  Rosario Candelier considera que ésta sobresale de entre sus demás libros “tal vez por el vínculo afectivo que hubo entre ellos. Eso crea un morbo de curiosidad”.

     Del histórico mitrado escribió Amelia: “En la intimidad era el hombre más agradable, más complaciente, más fácil de contentar por sus gustos sencillos y sus costumbres ordenadas”.

AMELIA FRANCASCI

Nació en Santo Domingo el cuatro de octubre de 1850, hija de Rafael de Marchena, raza hebrea, y de Justa Sánchez. Entre sus hermanos se contaba el filántropo Eugenio de Marchena y Emilia de Cohén.  Por muchos años, Amelia vivió en una de las casas de la Plazoleta de los Curas, frente a la Catedral, donde recibía a sus amigos intelectuales. 

     Estuvo casada con Rafael Leyba, quien le antecedió en la muerte. Su descendencia, si es cierto que la tuvo, está cubierta por un velo de misterio, rodeada de rumores no confirmados.

     En la crónica de su deceso se afirma que “tenía un carácter afable y un cristianismo lleno de nobles sentimientos y era, por encima de todo, ingenua”.

     Colaboró muchos años con el Listín Diario.  Falleció el veintiocho de febrero de 1941, en su residencia de la calle Arzobispo Portes esquina 19 de Marzo, siendo el único tronco de la familia de Marchena que aún vivía.  Hacia cuarenta años que no hacía vida pública, “porque recluyóse en su aposento”

     Amelia estaba emparentada con las familias Logroño-Cohén; De Marchena-Vicini; De Marchena-Dujarric; Pichardo-Marchena; Porcella-Cohén; Cohén-Sánchez; Ortiz-De Marchena; De Marchena-Martínez; Martínez-De Marchena; Cohén-Soler. Era tía de R. Paíno Pichardo, Arturo y Luis Logroño, Angello Porcella Cohén, Juan Rafael Cohén, Juan Cohén y Enrique de Marchena, según Listín Diario de 1941.

LA CALLE

La calle Amelia Francasci (pseudónimo anagramático que creó la artista con sus nombres  y apellidos), nace en la Nicolás Ureña de Mendoza, en Los Prados, y se extiende hasta más allá de la urbanización San Gerónimo.

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