La Antología Dominicana publicada en 1960 precisa que en la década de 1920 circulaban en la República Dominicana 41 medios impresos. Estas publicaciones recogían los avatares de la Primera Intervención Militar Estadounidense (1916-1924) en el país de manera dicotómica: servir de vías de propaganda a las tropas ocupantes o defender el retorno a la soberanía nacional, con un fenómeno que hasta entonces no había ocurrido: las mujeres alzaron la voz y ocuparon espacios en los impresos de los grupos de las oligarquías de los centros urbanos.
Dos años antes de que las tropas interventoras dejaran al país, la maestra normal Petronila Angélica Gómez (1883-1971) se convierte en pionera al autoproclamarse feminista. Funda Fémina, “Revista de literatura, ciencias y artes consagrada a la mujer”, el 15 de julio de 1922. La publicación no aparece registrada en los índices bibliográficos dominicanos citados, lo que evidencia el sesgo que prevalece sobre las producciones realizadas por las mujeres.
“¡Ya es hora!.. Aparece esta revista científico-literaria y de intereses generales en momentos bien aflictivos para la familia dominicana: aparece cuando sobre el santo suelo de la patria soplan las ráfagas del más insólito imperialismo; aparece cuando más necesaria es una labor de cooperación y cuando se necesita edificar con acciones y pensamientos el noble civismo y abnegación sin límites“(…) Hayamos concebido el propósito de publicar una revista en que, laborando por la unificación nacional, ofrezca un ancho campo a la mujer dominicana, para que tan poderoso agente produzca, sin menor estorbo, su acción fecunda y bienhechora””…
Este es el extracto del editorial que daba luz a la revista, escrito por la pionera dominicana en el cual resaltaba la condición de mujer que impulsaba la creación de la revista. Fémina fue la única publicación que entre los años 1922 y 1939 reunía a las dominicanas agrupadas en torno a las ideas del feminismo de la igualdad promovido a nivel mundial por mujeres movilizadas, especialmente, las sufragistas. Aquí, en la República Dominicana, pertenecían a la Liga de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, su directora, Petronila Angélica Gómez; subdirectora Consuelo Montalvo de Frías, y redactoras, Delia Webber, Mignon Coiscou de González, Carmen G. Peynado, Isabel viuda Pellerano y Beatriz Lucila Simó; las colaboradoras Abigail Mejía, Ana Teresa Paradas, Evangelina Rodríguez, eran reconocidas activistas de la Liga Feminista Dominicana o de Acción Femenina Dominicana, pioneras que lograron que hace 75 años las mujeres pudiésemos ejercer el derecho al voto y elevarnos a la condición de ciudadanas.
Entre las 208 publicaciones alcanzadas de manera continua, las pioneras difundieron su propuesta de plan de gobierno en respuesta a los escritores del periódico Listín Diario y de la revista Letras, que difundían la incapacidad de las mujeres para asumir cargos públicos. La directora también hizo las propuestas pacifistas que debía asumir Rafael Leónidas Trujillo ante lo convulsionado que se tornaba el mundo en 1935.
Evolución o muerte
En el artículo “Evolución o muerte” (15 de julio de 1922), la pionera Petronila Angélica Gómez se “despoja de la presunción de ser escritora” con el interés de convertirse en la periodista que describiría los designios patriarcales sobre las dominicanas. Estaba convencida de que la carencia de una acción unificadora colocaba a las mujeres la oportunidad de salvar la patria:
“Sí, la mujer. ¿Cómo? Pues de modo sencillo: estableciendo instituciones femeninas que tengan como único propósito de llevar a los hogares la chispa luminosa de la Civilización envuelta en el dulce aliento de la madre” (Gómez, Petronila Angélica, 15 de julio de 1922).
La directora de Fémina pertenecía a la estirpe de las maestras normales, grupo de mujeres que se activaron dentro y fuera de la República Dominicana para denunciar la Primera Intervención Militar Estadounidense, que se fraguó el 4 de mayo de 1916, es decir seis años antes de la aparición de la revista. Las normalistas se constituyeron en nuevos marcos de vindicaciones y conforman lo que podría ser el germen feminista documentado. La revista Fémina es el fruto de estas acciones patrióticas que han permanecido invisibilizadas:
“La mujer nuestra, deseosa de arrimar el hombro a la causa nacional, solo ha podido hasta el presente prestar una ayuda material y secundaria, cuando bien podría con su inteligencia difundir virtud y cultura en las masas populares (…) La mujer dominicana merece ocupar en esta hora adversa el puesto intelectual que merece”. (Gómez, Petronila Angélica, 15 de julio de 1922).
Esta invalidación al discurso de las mujeres al que hace referencia Gómez en su primer editorial -que en República Dominicana se ha perpetuado como elemento de control y vigilancia- es lo que en los estudios feministas del discurso constituye la metáfora del silencio; ocurre tanto en las interacciones comunicativas privadas como públicas; en este último escenario se encuentran los medios de comunicación.
Categorías discursivas y la autonomía
La mirada a las categorías discursivas parte de la desconstrucción que las feministas Paola Di Cori, Annarita Buttafuoco y Giulia Colaizzi (1990) han realizado a los estudios del discurso de las mujeres. La primera es asumir el valor de las vidas de las mujeres a través de sus biografías; la segunda es la fase de reencontrar en el pasado las huellas de la transgresión.
Es de estas desconstrucciones a las miradas patriarcalistas del discurso que surgen las categorías de análisis de los editoriales de Petronila Angélica Gómez, pionera, creadora y directora de Fémina: adjetivación para la idealización del Ser Mujer, sumisión y culpabilidad como estrategia de supervivencia y la dicotomía de dos espacios: público y privado.
En el llamado periodismo ilustrado de la época la presencia de adjetivos era premiada; en Fémina constituía una normalidad el uso de adjetivos o la adjetivación de sustantivos, y a través del análisis por núcleos se devela la construcción reiterada imaginario Ser Mujer con mayores cercanías al ideal impuesto por el patriarcado de la época que a las impugnaciones que a estas le hacían las feministas mundiales o de vanguardia dominicanas. Las mujeres debían ser, de acuerdo a las adjetivaciones: “abnegadas, cooperadoras, perseverantes, sufridas, calladas, trabajadoras, hermosas y afligidas”.
Sin embargo, en el afán de unir a la mujer atada a la Cartilla Cívica (1932) o la seguidora del feminismo de la igualdad, se reproduce un discurso dicotómico en los editoriales, pues ¿podría la mujer desde su hogar (espacio privado) construir la patria o facilitar la vida a su consorte que debía ocupar un cargo público?