En política como en literatura, Juan Bosch es un personaje original, que sólo puede ser entendido en función de sus propias actuaciones. Su conducta y su política se parecían a la de Betancourt, Grau de San Martín, Prío Sacarás o Haya de la Torre, pero Bosch es Bosch. En su libro “David: Biografía de un Rey”, el autor define como la responsabilidad de un gobernante y la fundamentación de toda práctica política: la razón del Estado, la búsqueda del orden, la estabilidad y mantenerse en el poder. Para Bosch, David, Rey del pueblo de Israel, es el “tipo ideal” del buen político y el modelo a imitar.
Bosch sabía que la política justifica la moral y no la moral a la política como pretendía Hostos. Su maestro fracasó en sus planes políticos pedagógicos, precisamente porque “no fue un verdadero político”, él por su parte intervendría en la historia, en la sociedad y el Estado, actuando conscientemente como buen político. Contrario a su maestro, se propondría ser más político que moralista y más estadista que artista; ya que él quería ser como David, “organizador del Estado de Israel y creador de un nuevo orden”. ¿Por qué si Bosch tenía una sólida y realista formación histórica y filosófica de la práctica política –evidenciada en sus escritos y su labor en el exilio– su ejercicio de presidente no pasó de siete meses, y no pudo lograr el principal éxito de un político, mantenerse en el poder? ¿Qué fue lo que le faltó al Bosch como hombre de Estado?
Periodo de transición y toma de posesión
El 21 de diciembre del 1962, al otro día de la victoria de Bosch, don Antinoe Fiallo dijo en el local de la Unión Cívica: “Ahora sí va empezar la revolución”, ante lo cual Severo Cabral, que estaba presente, le dice: “Es verdad lo que decían que tú eres comunista”. “Y es verdad lo que siempre han dicho que tú eres de la derecha fascista”, le responde Antinoe. Jamás se volvieron a dirigir la palabra, testimonio de su hijo Alberto Fiallo, como evidencia de la fuerte pugna que apenas iniciaba. Se especulaba que no le entregarían el gobierno a Juan Bosch, a mediado de enero del 1963 circularon fuertes y constantes rumores afirmando que los cívicos seguirían en el poder. Sin embargo, el gobierno de Kennedy maniobró junto a la comunidad internacional para garantizar la entrega del poder.
Según un testigo presencial, el presidente electo es informado que no sería de agrado del gobierno de los Estados Unidos que reciba a Muñoz Marín, gobernador de Puerto Rico, en condición de jefe de Estado, y que se toque la Borinqueña y no el himno de los Estados Unidos. El presidente electo ignora el deseo del gobierno de los EU y ordena que la banda de música presidencial ensaye la pieza, para lo cual buscan a un músico de Puerto Plata que se sabe la partitura de la música, hacen que la escriba y se hagan todos los preparativos para el homenaje a la tierra de su abuela materna. Ante la insistencia de uno de sus colaboradores sobre el inconveniente que la medida puede acarrear, Bosch contesta: “Si yo no puedo recibir como se merece a un amigo como Muñoz Marín, para qué soy presidente”.
Un golpe de Estado anunciado
El 15 de enero del 1963, un mes y medio antes de la toma de posesión del 27 de febrero, el Encargado de Negocio de la embajada venezolana escribió que la situación dominicana degeneraría en un gobierno de corte fidelista o en un golpe de Estado dado por las Fuerzas Armadas enarbolando la bandera del anticomunismo, (El Caribe del 23 de marzo de ese mismo año, a seis meses del 25 de septiembre).
El 24 de mayo, en El Caribe de ese día, Jottin Cury señaló: “Yo personalmente no comulgo con la moderación del presidente Bosch, que lleva las cosas –permítanme repetirla– moderadamente… Bosch no pasa de ser un evolucionista… lo está demostrando a base de una serie de medidas tímidas, carente del más remoto sabor revolucionario… Pero en este país, donde el absolutismo político ha sido siempre el fiel reflejo del absolutismo económico, cualquier medida audaz produce espanto. La revolución de Bosch no existe en el ánimo de Bosch, sino en el exagerado temor de la burguesía criolla, impermeable a las más suaves corrientes sociales de nuestro tiempo”.
El 6 de julio el presidente Bosch declaró: “Este pueblo quiere una revolución, quiere un cambio, quiere una transformación, por eso eligió un gobierno que es y será revolucionario; pero el pueblo quería una revolución legal, pacífica; es decir meter el clavo sin romper la tabla, y nosotros vamos a darle una revolución legal y pacífica…es casi imposible sostener una democracia política donde no hay democracia económica, por que se conoce el caso de uno u otro país, donde los grandes propietarios han tenido inteligencia suficiente para mantener una apariencia de democracia política, que han estado dando al pueblo la ilusión de las libertades mientras ellos se comían el pan entero” (periódico El Caribe de la fecha).Un día, a principio del mes de julio, el presidente del Senado y la destacada dirigente del PRD Thelma Frías concluyen: es necesario salir del presidente: porque “con Bosch no se puede” –según testimonio de Alberto Fiallo contado por su padre Antinoe Fiallo–, horas después Antinoe Fiallo le dice a Bosch en primera persona: “Presidente, le están organizando un golpe de Estado”, frente a lo cual contesta: “No hay nada que hacer”.
El 12 de agosto del 1963, casi un mes y medio antes del golpe de Estado, en el editorial de Radio Antillas, leído a las 7:45 PM, se pidió abiertamente la intervención de los militares: “¿Dónde están las Fuerzas Armadas? Ahora que cuentan con el apoyo del pueblo para cumplir su deber, qué esperan para actuar frente al desgobierno de un desleal y corrompido político, sin Dios y sin patria, que viola la Constitución millares de veces”. En ese mismo mes el senador del PRD representante de La Vega, don Francisco Gómez Estrella, visitó una calurosa tarde el Palacio Nacional, para decirle al presidente que le darían un golpe de Estado: “Eres un testarudo, no es la hora tuya, es la hora de la patria, la que se tiene que conservar; llévate de mí, que me chupé todos los años de mi vida aquí, yo sé cómo piensa la gente, no te van a apoyar a menos que surja un jefe militar que te defienda, por favor, llama ahora mismo a los jefes de la base militar de San Isidro y evítale al país que te derroque y todas las vidas que costará volverte a entregar el poder, si es que lo logramos…Estando tú fuera del país destruyeron mi casa y casi me matan preparando tu llegada y estoy dispuesto a hacerlo de nuevo, pero ¡Carajo!, evítame tener que hacerlo… Francisco, te aseguro que no habrá golpe de Estado, te doy la seguridad de que este gobierno nuestro no va a caer. –Bueno, Juan, te lo avisé, esta es la última vez que yo voy a respetar tu testarudez y voy arriesgar la vida para que vuelvas al poder si es que te tumban, pero después de ahí, no acataré esas posiciones tuyas tan obcecadas”.
El distinguido senador y compueblano del presidente cumplió su palabra, el 4 de mayo del 1965, el Congreso Nacional, presidido por él, juramentó al coronel Francisco Alberto Caamaño como Presidente Constitucional de la República, (“Don Francisco Gómez Estrella, Genuinamente Auténtico”, páginas 122 y 123)
Opiniones relevantes de Bosch, Juan Isidro Jimenes, Balaguer y el Listín Diario
El 17 de julio, el presidente Bosch declaró: “Nadie tiene la bola mágica para ver el futuro. Yo no sé lo que puede pasarme a mí como persona o como presidente de la República. Sí sé que en este país un golpe de Estado va a durar menos que una cucaracha en un gallinero, porque sé que hay fuerzas, fuerzas militares dispuestas a defender la Constitución a cualquier costo”. El 21 de julio en el periódico El Caribe de ese día, Juan Isidro Jimenes afirmó: “Estimamos inválidas las exhortaciones. Serían voces románticas que caerían en el vacío. Y como no puede lograrse nada de eso, vamos indefectiblemente hacia la guerra civil… ¡Ojalá mañana podamos reconstruir el sueño despedazado!”. La desconfianza del empresariado había crecido, la oposición política pasó a la ofensiva, los militares presionaban abiertamente al presidente y un sector de la Iglesia católica se dedicó a organizar concentraciones anti Bosch de “reafirmación cristiana”, la escena para el golpe avanzaba.
El 4 de septiembre –tres semanas antes del golpe de Estado–, el editorial del Listín Diario de ese día señaló: “El revolucionarismo parece ser una característica de nuestro subdesarrollo como lo son el primitivismo de nuestra economía, la agresividad del lenguaje político. Así la común desorientación emocional e intelectual, que va de arriba abajo en la sociedad dominicana”.
El 18 de septiembre –en El Caribe de esa fecha–, a una semana del golpe, el Dr. Balaguer reclamaba: “Una solución urgente a la crisis nacional”, que en su opinión era “por falta de confianza, por no conocerse qué tipo de gobierno dirigía el país y debido a una administración descuidada, en exceso politiquera y la indefinición del gobierno frente a las actividades privadas”. Señaló dos fórmulas para salir de la crisis: un entendimiento patriótico entre la oposición y el gobierno o una rectificación firme y honesta. Concluyó diciendo: “La patria por encima de la Constitución revolucionaria y, por encima de la patria a Dios”.
A última hora el presidente Bosch –bien informado y consciente de los aprestos para destituirle–, apeló infructuosamente a la conciliación, el reconocimiento institucional y la conciencia cívica de los dominicanos. Pero ya era muy tarde, el inmovilismo de la acción gubernamental, la ausencia de ejecuciones prácticas y la abundancia de discurso concertador, debilitó al gobierno y facilitaron las condiciones para el acto final, que consumó el previsto y ensayado golpe de Estado.
Causas del disgusto de los empresarios
Los juicios de valor y las informaciones que siguen fueron copiadas del libro “Empresarios en conflicto”, de la autoría de Frank Moya Pons. En su opinión: “Los empresarios trataron con cuidado y desconfianza al gobierno de Juan Bosch…, ellos notaron que el presidente no tenía un plan definido para el sector industrial. El presidente no tuvo contacto con los industriales y pregonó que gobernaba para las masas populares y los trabajadores; propuso la participación de estos en la dirección de las empresas, ideas muy avanzadas para la época. A juicio de Moya Pons: “Bosch fue derrotado por una alianza de importantes industriales, grandes terratenientes, militares trujillistas, miembros del clero y ex miembros del Consejo de Estado y políticos de partidos minoritarios. El viejo grupo industrial nacido bajo la protección de Trujillo buscaba su supervivencia, con una fuerte posición pro empresarial y anticomunista. Buscaban la participación en la elaboración de leyes”. El historiador relata que el Consejo Nacional de Hombres de Empresas se creó el 15 de marzo del 1963 para: “Derrotar a Bosch y lo derrocamos”, según afirmó en privado el primer presidente de ese organismo, el Sr. José Ernesto García Aybar.
“Ni ustedes ni yo sabemos lo que la Constitución dirá en relación a la organización industrial del país”, afirmó el presidente Bosch, 19 de abril del 1963. Moya Pons señala que: “Bosch gobernó ignorando a los industriales. Estableció un tope al precio del azúcar, a partir del cual el Estado obtendría beneficios. Sometió al Congreso dos proyectos, uno para una ley de confiscación que ponía en peligro la propiedad de algunas industrias y otro para una ley de plusvalía, que beneficiaba al Estado con un impuesto al valor agregado de la propiedad inmobiliaria. Otro proyecto creaba un impuesto a los envases y productos farmacéuticos”.
En su intenso trabajo de investigación documental y testimonial Moya Pons constató que: “el Consejo de Hombres de Empresas, la Asociación de Industria de la República Dominicana, la Confederación Patronal de la República Dominicana, la Cámara de Comercio, Agricultura e Industria del Distrito Nacional y la Asociación Dominicana de Hacendados y Agricultores, protestaron estas medidas del gobierno, con todos los medios a su alcance.…La Constitución de Bosch y sus leyes económicas, así como la demora de él en someter al Congreso la ley de incentivos industriales, fueron interpretadas como agresiones injustificadas que solo podían ser paradas mediante el uso de la fuerza”. El reputado historiador destaca que: “El 20 de septiembre los empresarios llamaron a huelga general apoyada por los industriales, que tuvo un éxito rotundo y sirvió para demostrar la falta de apoyo del gobierno…. El 23 de septiembre el presidente Bosch por fin remitió al Congreso la ley de incentivo industrial”, –al momento del golpe, el miércoles 25 de septiembre–, el proyecto quedó pendiente de ser conocido en el Congreso.
En un documento publicado por la cúpula empresarial –a raíz del golpe de Estado–, estos afirmaron: “El gobierno de Bosch obstaculizó el desarrollo industrial y empresarial, y las inversiones nacionales y extranjeras. Como justificaciones del golpe, señalaron: “La indecisión administrativa, y el abuso del poder de los cuerpos legislativos, las incapacidades, el incumplimiento, el desempleo más agudo y una crisis de hambre, las maniobras de los dirigentes del comunismo”, y la negativa del presidente Bosch en romper radicalmente con el comunismo. Dijeron anteponer el “Estado de Deberes a un Estado de Derechos”, frente a los “desaciertos e imprevisiones de un gobierno desorientado” (El Caribe, 26 de septiembre 1963)
Bosch y Balaguer analizan las causas del golpe desde el exterior
El 7 de octubre del 1963 el expresidente Bosch declara en Puerto Rico que: “El golpe va a fracasar”. En su libro “Crisis de la democracia…”, (1964), reflexiona: “En cierto grado, todos somos títeres de fuerzas más poderosas … (…) … Las masas tienen más conciencia, más patriotismo, más concepto de sus deberes ciudadanos que la alta y la mediana clase media, de los cuales salieron los líderes conspiradores de 1963”. Según el análisis de Bosch, las masas populares son coherentes debido a su condición socioeconómica, mientras los líderes de la clase media provienen de grupos sociales incoherentes, enemigos tradicionales de la democracia y la justicia social. Concluye que una sociedad de: “organización social primitiva y de estructura tan débiles”, fue el caldo de cultivo que creó las condiciones para el golpe.
El 29 de octubre del 1963, el Dr. Balaguer en un artículo publicado en el Listín Diario, califica al presidente destituido como: “Un ilustre dominicano”, y lo acusa de ser: “El culpable de haber importado a la República un cáncer social; la lucha de clases”. Afirmó que: “El Ejército no es parte de la oligarquía, de la nobleza y de los grupos exclusivistas”. Esta defensa de los militares dominicanos, y su consigna del momento: “La hora dominicana es de concordia”; eran acciones conscientes dirigidas a lo que sería su base de sustentación política para su retorno al poder.
Años después Bosch exculpó a los militares y a los empresarios del golpe
En el 1973 el derrocado presidente declaró que los militares: “actuaron por orden de los Estados Unidos”; y en el 1981, 8 años más tarde, afirmó: “El golpe de Estado de 1963 fue una consecuencia de la intervención norteamericana en nuestro país”, que en su intento de derrocar a Duvalier terminaron ordenando su derrocamiento (Listín Diario, 29 de noviembre de 1981, pág. 6). Esta vez exculpo a la alta clase media y los comerciantes que junto a militares corruptos “por miedo y ambición” había hecho responsable del golpe, en su libro del 1964 “Crisis de la democracia…”.
Bosch prefirió ser un expresidente honorable que concertador y administrador de riesgos. Sin concertación no hay democracia.
“En pos del oro no alcanzaremos la paz, por ese camino estaríamos vagando en un círculo vicioso eternamente” (“El oro y la paz”, publicado en el 1964), si bien esa afirmación de Bosch es cierta y aún tiene vigencia en nuestro país, él no pudo implementar en su gobierno de siete meses, el único “oro posible y permanente de un gobernante democrático”, forjar y construir la concertación política como fundamento de la constitucionalidad y las instituciones democráticas, mediante el diálogo entre intereses distintos, la única medida que quizás pudo evitar el golpe de Estado, la guerra civil y la intervención militar extranjera. Al gran creador de partidos, político ejemplar y ético, que no se enriqueció materialmente en su paso por el poder, le faltó capacidad de diálogo especialmente con el empresariado; frente a los cuales fue intransigente cuando debió ser concertador.
Sus palabras al momento de la toma de posesión como presidente: “En mis manos no perecerá la libertad”, presagiaron su futuro. No pudo lograr que los dominicanos “vencieran el miedo”. La libertad para que perdure es cuestión de crear en base a la negociación una cultura democrática fundamentada en el diálogo y la concertación entre intereses enfrentados. Al margen de la postura intransigente del presidente Bosch, la permanencia de la democracia en el 1963 era muy difícil, por la inexistencia de un empresariado que no fundamente sus ganancias y negocios en la ilegalidad, el privilegio y los bajos salarios; ni militares, profesionales, clases medias, trabajadores, campesinos y partidos democráticos.
La concertación era lo único que –quizás hace hoy 51 años– pudo obstaculizar el golpe de Estado, una vergüenza nacional, que trajo consigo una guerra civil y patriótica que finalmente posibilitó la vuelta al poder del neotrujillismo. La opinión general es que era imposible concertar con éxito en un escenario de plena guerra fría, y la ambición desmedida de empresarios, más rentistas que industriales; y de una burocracia y militares voraces y corruptos.
Cincuenta años después sin guerra fría y confrontación ideológica extremas, algunos solo validan y recurren al diálogo y la concertación, para ganar ellos y sus intereses particulares; y no para ceder, a cambio de una mejor convivencia y respeto a la Constitución, menos pobreza y más democracia. Algunos equivocadamente creen y pregonan que dialogar y concertar es sinónimo de abandonar los principios. Si bien es cierto que los principios y valores fundamentales no se negocian, la única manera de proteger el orden constitucional, mantener las instituciones y vivir en democracia es concertando.
La buena política es la vía alternativa a la violencia, pero cuando pierde la política y gana la confrontación, algunos empresarios, militares y parte de la sociedad, creen que pueden prescindir de los políticos; entonces viene el retroceso. Cuando sucede lo contrario, y los políticos olvidan que su papel es representar el interés general de la sociedad, y estos pretendan sustituir a los empresarios, de igual manera se avecina el retroceso, más temprano que tarde. Cincuenta y un años después del golpe del 25 de septiembre del 1963, es necesario seguir la construcción de la democracia, la seguridad de nuestra sociedad y el desarrollo incluyente de nuestra economía, si queremos que no se pierda de nuevo la libertad. La voluntad y el ejemplo de diálogo y concertación democrática es responsabilidad en primer orden y en cada caso de quien ejerce el poder.