Los que estudian el lenguaje saben que en todo lo que se dice existe una intención y que una parte del sentido de todo discurso es el ocultamiento de algo que se presenta y que a la vez se elude. El asunto viene al dedillo a propósito de una elección interna del Partido Popular Democrático, que ha desatado la producción de distintos discursos en las redes sociales, nuevas ágoras en la que los sujetos expresan aquello que quieren y lo que ocultan.
La posibilidad de elegir a una ciudadana norteamericana de origen dominicano, Claribel Martínez Marmolejos, desató una serie de fuerzas dentro del PPD y una serie de críticas de elementos de la oposición política que quedaron inscritas en los diarios. Como ya conozco los discursos xenofóbicos desde Muerte a los dominicanos, supuestamente firmada por Los Macheteros, en la década de los ochenta; como tengo sabida la hipocresía de gente de izquierda que ayuda a atizar el fuego del miedo y la exclusión a los extranjeros, he tapado bien mis oídos para permanecer lo más saludable posible, ante tantas iniquidades.
Me llamó, sin embargo, a la atención que al momento de la elección del joven abogado Manuel Natal este dijera que había ganado Puerto Rico (Manuel Natal: Ganó PR, soy un aliado de las causas justas, Primera Hora, del 16 de agosto de 2013). Entonces me pregunté si estaba en juego la puertorriqueñidad o era que el flamante representante electo por la Asamblea estaba escribiendo el epitafio de la participación política de los residentes de origen dominicano o la síntesis de todo lo que había ocurrido.
Montados en el soberanismo, en la crítica a las imposiciones desde arriba, se vio el hecho de que la elección a la Cámara de una mujer nacida en República Dominicana fuera una afrenta a la nación puertorriqueña. A veces los discursos llegan al alucinamiento y parecía que existía una contienda entre la dominicanidad y la puertorriqueñidad. En esa batalla virtual los supuestos defensores de la nación puertorriqueña se batían contra una intrusa que, a todas luces, parecía pretender desarriar la bandera monoestrellada y declarar la anexión de Borinquén al imperio dominicano, como si estuviera en juego la pureza de la nación contra el entrometido del Canal de Mona.
El candidato ganador habló y calmó a sus huestes(que quiere lo mejor para el país; que pone el país por encima de todo). Pareciera tanto que el orgullo nacional se encontrara de momento minusvalorado con que un ser tan inferior como un dominicano entrara en el sacrosanto recinto de la Cámara de Representantes, lugar de la puertorriqueñidad que marcan el rumbo de la identidad puertorriqueña y del destino del país.
Uno se preguntaría, ¿cómo se puede ser tan débil? ¿Cómo se margina a una comunidad de labriegos, fritoleros, echadías, cuponeros, etc., etc., (porque así es que se ve, desde ese balcón de la xenofobia, a los dominicanos) gente que, por lo contrario, solo han encontrado la puerta de salida de un país que le ha negado el derecho a educarse y a comer para honradamente ofrecer lo único que tienen, su fuerza de trabajo? ¿Por qué tanto temor? ¿Si esos actores políticos y sociales no le reconocen a un solo dominicano inteligencia, capacidad, amor y dedicación? Los discursos racistas, xenofóbicos y clasistas suelen ser crueles y quienes los enarbolan, olvidadizos.
La gente más sesuda de Puerto Rico calló este triste episodio, pero el pueblo dominicano y el puertorriqueño siguen uno al lado del otro, con sus historias de cooperación, solidaridad y tangencias históricas. Los opinantes encentraron sus comentarios en la lucha del status… en fin, los dominicanos no valen ni para un análisis. En palabras del comentarista radial, en la coyuntura de Toa Baja (Villa del Sol), son unas ratas. Consideraciones que no tienen los empresarios que emplean a los laboriosos hombres de Quisqueya ni los que ponen a sus hijos en manos de mucamas dominicanas.
El que habla se retrata y el lenguaje deja las huellas de lo que se dice y de lo que se elude. Puerto Rico se salvó de una dominicana, pero el partido en el gobierno, que sabe cuál es el valor de los votos de la comunidad dominicana y el rol que jugaron en la pasada contiende lectoral, seguirá coqueteando con los sufragios de la comunidad. Pero hay otros que se delatan, y son aquellos que usaron su poder en la Asamblea para arrollar la aspiración genuina de una de los suyos. Mientras tanto, los políticos de la oposición parecen preocupados. La lección política que queda inscrita en la sublevación de las huestes populares contra la dominicana, es que hay que tener mucho cuidado: a los dominicanos, promesas y no representación, porque, como se desprende de las declaraciones de una distinguida profesora doctora, han ganado una ciudadanía espuria, que no les da derecho a la representación. El broche de oro aparece cuando se llega a decir que: Si la comunidad dominicana quiere continuar siéndolo instalada en nuestro suelo y no se siente representada por los puertorriqueños, que sigan su camino hacia su país o hacia Estados Unidos continentales, cuya ciudadanía es la que quieren obtener. Así que, la puerta, en lugar de aspirar a ser actores en sus comunidades y a proponer reformas para la convivencia democrática.
No hay que ser filósofo para entender que al Otro se le quita el nombre, su identidad y su valor humano; que un candidato debe ser medido por sus méritos y ser tratado de acuerdo a su condición humana y no por el lugar de nacimiento o delimpieza de sangre. En la estrategia de la invisibilización, al Otro no se le reconoce ni el nombre ni los méritos ganados en la liza de la vida. Las identidades nacionales en el Caribe son excluyentes y, en tiempo de crisis, el enemigo resulta ser siempre el extranjero de la marginalidad. Un otro que es,en definitiva, uno como tú mismo, desgraciado y dueño del mismo destino.