Las alteraciones que se producen en la piel, debido a que es un órgano superficial, pueden ser detectadas con facilidad. La autoexploración de la piel, es un método importante a la hora de diagnosticar lo antes posible un cáncer.
El objetivo de la autoexploración cutánea es que cada persona conozca las características de su piel, de manera, que ante cualquier cambio, acuda al médico para que realice el diagnóstico y tratamiento adecuados. Los cambios pueden ser tanto la aparición de una nueva lesión (lunar, mancha, costra ) como variaciones de una ya existente (un lunar que cambia de forma, tamaño, color ).
El aspecto de las lesiones que pueden presentar los cánceres de piel es muy variado. En el caso de los carcinomas, destacan la aparición de manchas (generalmente rojizas) que pueden descamarse y sangrar, nódulos (elevaciones o prominencias redondeadas en la piel) y úlceras que no cicatrizan. En los melanomas las características que presentan las lesiones con mayor frecuencia vienen determinadas por la regla del A, B, C, D:
A: asimetría.
B: bordes irregulares.
C: color variado (una misma lesión presenta diversos colores).
D: diámetro mayor de 6 mm.
Cualquier lesión que presente alguna de estas características debe ser consultada con el dermatólogo a la mayor brevedad.
TECNICA
La autoexploración cutánea consiste en visualizar toda la superficie corporal incluyendo el cuero cabelludo. Es recomendable realizarla cada tres meses y seguir siempre el mismo método para no olvidar ninguna zona del cuerpo. La habitación donde se realice debe estar bien iluminada, y tener una temperatura que permita a la persona estar desnuda. También es necesario disponer de un espejo de cuerpo entero, uno de mano, una silla y un taburete.
Frente al espejo visualice la parte anterior del tórax, abdomen, región pélvica y piernas, brazos y antebrazos, manos, espacios interdigitales y uñas. Inspeccione también la cara y cuello, parte posterior de los codos y antebrazos, axilas, y debajo de las mamas.
De espaldas al espejo de cuerpo entero y con la ayuda del espejo de mano, inspeccione la parte posterior del cuerpo: cuello (no olvidando las orejas), hombros, parte superior e inferior de la espalda, glúteos y piernas. Siéntese con los pies apoyados en un taburete y, con el espejo de mano observe la zona genital, y los laterales de las piernas hasta los tobillos. Continúe inspeccionando los pies (planta y dorso), dedos, espacios interdigitales y uñas.
Como punto final de la exploración, proceda a examinar el cuero cabelludo. Para ello, colóquese frente al espejo y ayúdese de un secador de pelo. Si algún familiar o amigo puede ayudarle, le facilitará la labor.