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En el año 2015, el presupuesto de gastos del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCyT) no sobrepasó el equivalente al 0.33% del nuestro Producto Interno Bruto; suma ésta que, siendo tan baja, no impidió que el gobierno del presidente Danilo Medina empleara el año pasado 2,500 millones de pesos en financiar becas de estudios para formar profesionales dominicanos en encumbradas universidades extranjeras. Esto se logró en medio de opiniones encontradas en relación con la pertinencia de dicha inversión que muchos, incluyendo expertos en la materia, calificaron de cuantiosa.
El hecho de que nosotros nos manifestáramos a favor de la continuación y ampliación del Programa de Becas del MESCyT no nos impide demandar que el mismo sea revisado con el propósito de obtener mejores resultados en favor de un número mayor de personas. Somos de opinión de que las becas otorgadas por el MESCyT sean de las áreas del conocimiento considerado prioritario: ingenierías, salud, agronomía, veterinaria, ciencias básicas, minería, etc.; que no se concedan becas para estudios de grado; que sean las autoridades de las universidades las que presenten los candidatos a disfrutar de las mismas y no las personas particularmente interesadas; que dentro de dicho programa figuren partidas presupuestarias destinadas a la formación y capacitación de catedráticos en ejercicio. Que se asuma el Sistema de Instrucción Pública como un todo. Que la reforma que se lleva a cabo en los niveles preuniversitarios tenga presente su interdependencia con el nivel superior. Esto último, derivado del hecho de que la calidad de la educación superior depende en gran parte de los resultados de las labores en los niveles precedentes. Nos preguntamos: ¿Cuáles beneficios habríamos de obtener de un inversión del 4% del PBI en los niveles preuniversitarios contrapuesto a una de apenas 0.33% del PIB en el nivel superior? Consideramos que mucho menos de lo esperado.
El Subsistema Dominicano de Educación Superior se ha transformado de manera muy significativa en los últimos cincuenta años. El número y la proporción de estudiantes son mayores; disponemos de una apreciada diversidad de instituciones de educación superior con fines y funciones variadas; se han multiplicado y diversificado las clases de estudiantes, de programas y de personal académico. La Universidad Autónoma de Santo Domingo, en particular, ha venido experimentando en los últimos años cambios en su estructura, en su papel e imagen ante la sociedad, en los objetivos que se traza, y en la organización para alcanzarlos. Cambio, como el relativo a la presencia de la mujer de la mujer en las aulas de la universidad, ha ocurrido en la UASD a gran velocidad y es claramente perceptible.
Aquí, al igual que en otros países de la América española y el Caribe, la educación superior muestra una gran apertura cuando se le compara con la situación que prevalecía durante la llamada “era de Trujillo” Su expansión y cobertura de hoy día son producto de la incorporación creciente de jóvenes que antes no hubieran accedido a ella; de mujeres que participan en todas las áreas y son mayoría en muchas de ellas; de profesionales recién egresados que buscan ampliar sus conocimientos mediante cursos de postgrado realizados aquí o en el exterior. En resumen, creemos que, en materia de educación superior, no andamos tan mal como muchos se empecinan en pregonar.