Calles y avenidas; Horacio Blanco Fombona

Calles y avenidas; Horacio Blanco Fombona

Era venezolano pero, con sobrada gratitud, los dominicanos lo tenían como hijo de esta Patria no solo por su larga permanencia en Santo Domingo sino por sus luchas patrióticas en defensa de la soberanía nacional, la intensa promoción a las obras del escritor nativo y la conciencia temprana que fue creando sobre lo que eran las dictaduras.

Horacio Blanco Fombona, sin embargo, apenas ha merecido el reconocimiento de una calle en su honor. Su nombre se esfumó cuando se extinguió la generación que le conoció y admiró, aunque quedó grabado en las valiosas colecciones de las dos revistas que fueron parte de su gran legado: “Letras” y “Bahoruco”. La República, sus desdichas y bienandanzas están reflejadas en esas páginas.

Pero también aparecen en sus libros publicados. Pese a que algunos contienen asuntos ajenos a la República, siempre hay una referencia a este pueblo.

Por eso, cuando en 1920 los norteamericanos lo expulsaron de Santo Domingo por los ataques que hacía a la ocupación del territorio, llovieron las protestas de la intelectualidad. “Se va, a peregrinar quizás, empujado por una resolución del Gobierno Militar para quien aquel ilustrado periodista es persona non grata, a pesar de que es persona gratísima para el Pueblo Dominicano que ha sabido aquilatar y agradecer los nobles sentimientos de confraternidad con que nos ha demostrado que sufre con nosotros el dolor agudo de la obligada e injustificable privación de nuestros sagrados derechos del goce de la libertad”, se escribió en el número de “Letras” que siguió a la arbitraria deportación.

Federico García Godoy destacó en su indignación: “Don Horacio, venezolano que refugiado entre nosotros se unió a nuestra lucha contra la intervención, sufriendo persecuciones y encarcelamientos en represalia por sus actividades periodísticas en contra de los interventores”. Américo Lugo lo llamó “paladín de nuestra soberanía”, “prócer dominicano natural de Venezuela y honrador de Bolívar que en vez de colgar la pluma cuando nuestros generales envainaban sus espadas, la cruzó, como vengador acero, con el sable del invasor insolente”.

Las tiradas de “Letras” fueron de denuncias impresionantes. Allí apareció Cayo Báez con su cuerpo lacerado por las bayonetas de los marines; se describen las humillaciones que el opresor causó al poeta Domingo Moreno Jimenes y se cuestionan otras actuaciones del interventor. El edificio donde se imprimía fue allanado, confiscaron las ediciones, hicieron preso al director, suspendieron la revista.

El mismo Blanco narró parte de esta amarga experiencia años después en un artículo que escribió en Bahoruco sobre Jaime Vidal. “Era en Santo Domingo. Era en 1920. Se acababa de dictar una orden de expulsión contra quien estas líneas traza, después de haberlo llevado a un tribunal militar que le condenó a una crecida multa”. Dice que “Letras, en la que hicimos aquella intensa campaña contra la intervención militar, tenía sus talleres en una vieja casona de Hostos esquina Luperón…”.

Blanco Fombona, quien se había trasladado a la República Dominicana en 1915 perseguido por combatir la dictadura de Juan Vicente Gómez, también escribió sobre el hecho en la presentación de “La Venezuela de ayer contra la Venezuela de mañana”, publicado en 1927. “Siempre me han guiado la verdad y la justicia”, expresa y señala que es tarea difícil combatir “continuadamente en nuestra sociedad al mayor de sus enemigos: al imperialismo estadounidense”. Añade que lo clasificaron de “yancófobo”.

En el trujillato

Horacio Blanco Fombona se fue a Cuba y luego a México y España. Volvió en 1930 y fundó “Bahoruco” donde también ofreció inestimable servicio a las letras dominicanas. Aunque no demostró una oposición tan intensa a la tiranía, escribía con libertad denuncias. Criticaba la miseria reinante, deploraba el estado económico de las industrias, la falta de apoyo al arte y la cultura, los altos gravámenes y hasta hacia observaciones a la dieta del dominicano. Se editó hasta 1936.

Tras la muerte de Gómez, fue diplomático en “Ciudad Trujillo”, La Habana y Puerto Príncipe. Apartado de toda actividad oficial retornó al país en 1942.

Pero en su posición de Encargado de Negocios de Venezuela, se enfrentó a Petán Trujillo en el fraude contra las propiedades de su hermano Oscar Blanco, quien también pasaba su exilio en Santo Domingo y murió aquí.

El enfrentamiento de Horacio Blanco Fombona con Petán lo cuenta Rafael Alburquerque Zayas-Bazán en “Años imborrables”. Prepotente, Petán faltó el respeto al jurista, quien representaba a los herederos de Oscar. Además fue víctima de un atentado por parte del hermano de Trujillo. El abogado de Petán era Moisés García. Zayas Bazán relató a Horacio lo sucedido y este reaccionó: ¡Alburquerque, su vida corre peligro!”. “¡De ahora en adelante el abogado seré yo!” Reconocieron sus derechos a los sobrinos.

Con familiaridad, escriben otros dominicanos que le trataron. “Este culto intelectual venezolano hace tiempo que reside en el país habiéndose encariñado con nosotros de tal modo que vive, piensa y siente como genuino dominicano”, consignó Federico García Godoy en el prólogo de “Estalactitas”, otro libro de Blanco Fombona.

HORAX

De Horacio dicen casi todos los genealogistas e historiadores que nació en Caracas el 10 de junio de 1889, pero Vetilio Alfau Durán apuntó que fue en 1890 y se apoya en datos que le dio la viuda del escritor. Era hijo de Rufino Blanco Toro e Isabel Fombona Palacio. Cursó bachillerato en el colegio San Agustín, de Caracas.

Aquí casó con una dama dominicana llamada Josefina, cuyos apellidos de soltera se desconocen porque en las crónicas sociales figura como Josefina de Blanco Fombona. En 1935 la pareja apadrinó el matrimonio de Cidia Mejía Pumarol y Julián Kuret, en La Romana. No fue posible establecer descendencia. En 1928 salió a la luz el libro “Postumismo”, dedicado a Blanco por los integrantes de ese movimiento.

El ilustre poeta, periodista, político, murió en Ginebra, Suiza, el 24 de marzo de 1948.

Otras obras que publicó fueron: Crímenes del imperialismo norteamericano, En las garras del águila, El tirano Ulises Heureaux o veinte años de historia tenebrosa de América, Panoramas mexicanos, El aporte de la América Española a la revolución Francesa y Estalactitas. Dejó inéditos De la tiranía a la democracia (De Gómez a López Contreras) y Guariche y doce cuentos más. En Crímenes del imperialismo norteamericano ofrece “importantes y poco conocidas noticias acerca del “Dios Liborio” y el asesinato de Evangelista, temido guerrillero del Este”, campesinos de la región y la brutalidad con que “los ultrajaron los imperialistas”.

La calle. El 21 de marzo de 1962 el Ayuntamiento propuso sustituir el nombre a la calle “Moisés García” por el de Blanco Fombona pero primero resolvió “investigar los méritos que motivaron tal designación antes de proceder” a cambiarlo. Se ignora cuál fue el resultado como también se desconoce la resolución que ubica la calle “Horacio Blanco Fombona” en el ensanche “La Fe”, ni desde cuando existe

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