Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor en la Universidad de Columbia, asegura que hoy estamos presenciando el resultado un sistema capitalista que desemboca «en una rápida concentración de la riqueza y los ingresos».
Esta tendencia aboca al mundo hacia la desigualdad, las empresas tienen gran influencia en el mercado y pueden influir en los precios y salarios. Eso es lo que ocurre cuando la competencia desaparece.
El Nobel explica en Project Syndicate que «hoy muchos sectores (telecomunicaciones, televisión por cable, buscadores de Internet, productos farmacéuticos y muchos más) no se pueden ver desde la lente de la competencia. En estos sectores, la competencia que existe se llama oligopolio, no es la competencia pura que aparece en los libros de texto».Para Stiglitz, hoy son pocas las empresas que
se puedan definir como precio-aceptantes, es decir, “que las firmas tengan que aceptar el precio determinado por el mercado. Un mercado perfectamente competitivo debe estar compuesto de muchos compradores y vendedores, los bienes ofrecidos deben ser casi iguales, mientras que las empresas pueden entrar y salir libremente del mercado. Este marco compuesto por todos esos factores está en extinción”.
Señala que el consejo de asesores económicos de Obama ha reconocido que en muchas industrias se está produciendo una concentración del mercado, «en algunos casos esta situación es dramática.
Los diez bancos más importantes de EEUU tenían en 1980 el 20% de los depósitos, mientras que en 2010 está cantidad se ha incrementado hasta el 50 por ciento».
«Parte del incremento del poder de mercado es el resultado de los cambios tecnológicos y de la estructura económica… Algunas empresas como Microsoft o las farmacéuticas son buenos ejemplos.
Estas empresas han aprendido a crear y mantener barreras de entrada a los competidores, a menudo sostenidas con la ayuda de fuerzas políticas conservadoras que justifican la laxitud en la lucha contra los monopólios», asegura.
Según Stiglitz, «las implicaciones de esta situación son profundas… Si los mercados son fundamentalmente eficientes y justos, es poco lo que el gobierno puede hacer para mejorarlos. Pero si los mercados están basados en la explotación, la racionalidad del laissez-faire desaparece. Además, en ese caso, la batalla contra el poder establecido no sólo es una batalla por la democracia; también es una batalla por la eficiencia y la prosperidad compartida».