Un amigo francomacorisano me confesó cómo un día de su adolescencia, (más bien fue un proceso), unos tigres amigos suyos lo convencieron de que a una mujer se le mira de abajo hacia arriba, no de arriba abajo o solamente el rostro, como él lo hacía hasta entonces. Fue así como aprendió que las piernas eran más importantes que el rostro, y el cuerpo, definitivamente, más importante que la persona moral y espiritual que lo habita. Desde entonces se le hacía difícil tratar a una mujer como una persona, con todo el respeto y la delicadeza que se requería. Y la primera vez que le dio un beso a la muchacha de su sueño, pensaba más en la victoria que celebraría con sus amigos, no en el valor de la entrega de amor que ella le hacía.
La mujer como objeto sexual no es cosa nueva, menos aún en las culturas machistas. Es más reciente la prostitución masculina y el uso sexual de los varones por parte de mujeres y de homosexuales, en intercambios amistosos o gratuitos, con algunos elementos de afectividad y soporte emocional incluidos.
La sexualidad no es fácil de manejar para muchísimas personas. Muchos incluso la temen, y no sabrán jamás amar a una persona de otro sexo. Enamorarse es arriesgarse a ser rechazado, y muchos encuentran más fácil dejarse conquistar, aunque sea de una persona del mismo sexo, preferiblemente sin los riesgos biológicos y psicosociales que tienen las relaciones socialmente pautadas y sancionadas (positiva y negativamente). Parecería, como más o menos dice una canción de la cual, involuntariamente, alcancé a oír una o dos frases: Nada hay de malo en que una mujer, acaricie la mano de otra, por debajo del mantel y le acaricie luego, toda la piel.
Que fácil e inocente suena. Parecería algo puro y casto, porque nada parece más limpio y puro que una relación sexual de una noche, sin que haya huella, o embarazo, ni nadie tenga que firmar un contrato de por vida. En esta civilización se ha difundido la idea de lo aséptico y del no compromiso como valores, aunque estos sean contra natura et societas. Parecieran declarar inaceptable parir (dolor, sangre ¡qué horror!); criar muchachos, soportar o mantener a alguien que no es familia tuya, o que ya dejó de gustarte. Según algunas filosofías de moda, muchas cosas no tienen nada de malo, como dice esa canción, aunque uno se pregunta de qué escala de valores sacaron la idea de lo bueno que es una relación irresponsable, sin compromiso con nada. Como nada tiene de malo, según eso, que los niños elijan, sin intervención de los padres, según sus tendencias naturales, tener sexo, del tipo que quieran (¿?), con quienes quieran (¿?), porque ese es su derecho, su libertad de elegir. ¡Por misericordia, aclaren eso! Se necesita una Cartilla Sexual para Niños y Adultos, que eduque sobre los nuevos valores y derechos sexuales. Y que incluya los muchos deberes ineludibles, connaturales con ellos.