A principios de este año, China anunció que su economía había crecido a la tasa más baja de las últimas dos décadas – 7% en el primer trimestre de este año –. Ante tal desaceleración, América Latina podría quedarse en la nostalgia de aquellos años de bonanza en los que la economía crecía a tasas de dos dígitos. Sin dudas, el gigante asiático ha sido uno de los principales motores de crecimiento en los últimos años en la región.
“China ha sido algo muy positivo para América Latina porque nos ha permitido defendernos de la crisis”, afirma Enrique García, presidente ejecutivo de CAF-banco de desarrollo de América Latina. “Estos han sido los mejores años de América Latina en términos macroeconómicos”.
Pero si bien China fue una extraordinaria póliza de seguros contra la crisis financiera del 2008, el legado de los más de 15 años de acercamiento entre América Latina y Pekín va mucho más allá de una década de crecimiento y estabilidad macroeconómica.
En poco más de 10 años – entre el 2000 y el 2013 – China incrementó más de 20 veces el comercio bilateral e inyectó en América Latina 80.000 millones de dólares, una cifra que según el Ministerio de Comercio chino representa el 13 por ciento de la inversión del país en el mundo.
Pero el gigante asiático no sólo se ha posicionado como uno de los principales socios comerciales de la región, sino que también se ha convertido en un nuevo referente en áreas en las que tradicionalmente Estados Unidos era el único polo de influencia en América Latina: la defensa, la seguridad, la gobernanza y hasta el intercambio político y cultural.
“Las inversiones, la financiación por parte de bancos chinos, la progresiva importancia en el comercio de servicios, los potenciales intercambios políticos y la cooperación en áreas de defensa, científica, energética y cultural son ya parte importante de las relaciones”, según Ignacio Bartesaghi, coordinador del Observatorio América Latina–Asia Pacífico de la ALADI, CAF y la CEPAL.
Y ahora, además de los rubros tradicionales como el petróleo, el gas o la minería, las empresas y el gobierno chino están centrando la mirada en áreas menos exploradas, aprovechando la necesidad de América Latina de mejorar su infraestructura, modernizar sus políticas de defensa y combatir el delito tras años de crecimiento económico que sumaron a millones de personas a las filas de la clase media.
“China está interesada, por un lado, en obtener recursos y, por otro, en abrir nuevos mercados para sus productos, y el mercado de la seguridad y defensa es uno de sus principales objetivos“, dice Ricardo Neeb, profesor del Instituto de Ciencia Política de la Pontificia Universidad Católica de Chile. “De tecnologías que datan principalmente de la era soviética, China ha modernizado y ampliado su oferta de productos en áreas como pertrechos militares, policiales y, en general, de seguridad. Su interés es ser un actor más y competir con Rusia, EEUU y Europa“, indica.