Pregunta de la lectora: ¿Es posible que podamos cambiar y mejorar nuestra forma de relacionarnos con los demás? ¿Qué nos recomienda para vivir mejor y a gusto con nosotras mismas en una época donde los valores se han perdido?
Respuesta de la terapeuta: Las personas optimistas son aquellas que tienen una actitud positiva ante la vida y están dispuestas a enfrentar los problemas y vicisitudes que se les presentan.
La actitud positiva favorece el sentido autocrítico, la valoración de la vida, la riqueza espiritual, planes hacia el futuro, energía y vitalidad. Estas personas toman en cuenta aquello que deben mejorar para relacionarse constructivamente con los demás.
Crean la apertura hacia el cambio con menos defensas. No se concentran en responsabilizar a los demás de sus problemas, sino que piensan: ¿Qué debo hacer? y ¿Cómo debo abordar la situación para enfrentarla y resolverla?
Personas así, tienen mayor capacidad para relacionarse constructivamente con los demás. Evitan concentrarse en los aspectos negativos de las otras personas. Se focalizan en cómo conectar con el otro.
Las personas honestas, éticas, responsables, solidarias y firmes en sus valores hacen sentir a los demás mejor integrados con sus entornos, se sienten parte de ellos y creen que con sus buenas acciones contribuyen al bienestar común.
Son personas que se consideran parte activa de la sociedad, por lo que pueden ser agentes activos de cambios desde la posición en la familia, en la comunidad o desde su área de intervención. Aportar y favorecer a los demás es su norte.
Es preferible no desanimarse pensando en la pérdida de los valores, sino creer que mediante sus acciones, comportamientos y actitudes pueden contribuir a mantenerlos.
La peor derrota es creer que todo está perdido.
Quienes gozan de una valoración positiva de sí mismas, se sienten responsables de su bienestar y logran no atarse a creencias distorsionadas que culpabilizan y atrapan en roles o papeles enfermizos que impiden vivir con libertad y sabiduría.
Toda persona que se sienta en la libertad de cambiar y sea consciente de que debe cambiar mediante sus acciones, comportamientos y la forma en que tiene que modificar su actitud y su estilo de relacionarse con los demás, está destinada a lograrlo.
La fe en sí misma es el eslabón principal para entretejer los hilos conductores de la energía que movilizan las fuerzas del cambio, la sostenibilidad de los valores y el buen trato hacia los demás.