P. Profesor, ¿por qué ASONAHORES está inquieta con las torres de Macao?
R. Razones las hay y de sobra. No es lo mismo pasear entre palmeras, al aire fresco del mar y contemplando paisajes de leyendas que transitar en medio de torres rascacielos, que impiden el contacto directo con la naturaleza, la visibilidad y el baño de sol.
Es cierto, hay que estar abiertos al cambio, pero siempre que sea para mejorar, agregar valores y garantizar el contacto con nuestro entorno natural, pues tan pronto perdemos el vínculo con nuestra Madre Naturaleza, se desconecta el cordón umbilical con el centro universal de irradiación de vida y aunque podemos seguir viviendo con cámaras de oxígeno y aires acondicionados; nunca será tan gratificante como respirar a pulmón abierto.
La República Dominicana ha construido una imagen distintiva en el complejo mundo del turismo internacional, donde vende naturaleza para que el turista se pierda en medio de una floresta verde, manglares, humedales, bajo la sombra de cocoteros y bañándose en aguas impolutas.
En nuestra humilde opinión, esa es nuestra marca país que debemos preservar, en lugar de ofrecer más de lo mismo: hoteles cinco estrellas, lujo artificial e infraestructuras extravagantes, porque en “eso”, no podemos competir con otros destinos en el mundo.
A esta altura de los tiempos, el turista es mucho más exigente que ayer y mañana comprenderá que exclusividad y calidad son sinónimos de naturaleza e higiene ambiental. No se deben crear barreras que separen al ser humano de su esencia y sus anhelos, si no, crearle vías de avenencias con lo que nunca cambia y siempre es nueva: la naturaleza.
El virus de las torres de Macao puede que se propague rápidamente a Punta Cana, Bayahíbe, Costambar, Cabarete y Samaná. Cuando todo sea igual a todo, no habrá nada nuevo que ofrecer. La gracia de la naturaleza reside en su diversidad, vale decir, en su originalidad o exclusividad.
Es cierto, las costas de Macao son privilegiadas, entre la desembocadura del Río Anamuya y Cortecito, la silueta del perfil costero, dominada por las playas, paleodunas, manglares, lagunas y el propio morro de Macao, es algo único y espectacular, que desde las torres se apreciaría mejor, si estas se separan lo suficiente de la orilla del mar; pero ya no se podría hablar de una “Costa Verdiazul”, como la “Vía Panorámica” que la protege; pues habrá perdido su intimidad, perdón, su virginidad.