Las discusiones y decisiones entre los miembros de un partido político sobre quién debe ser su candidato presidencial incumben a los miembros de ese partido, no al país entero, pero en el caso del PLD, en el momento actual, a 14 meses de las elecciones, ese asunto tiene al país paralizado. Como nación hemos devenido en rehenes de los discípulos de Bosch.
Nuestra Junta Central Electoral está agobiada por algo que en otras ocasiones es tan banal como si las primarias de un partido donde se eligen a los candidatos, deben ser abiertas, cerradas, o semicerradas (¿semiabiertas?). Los seguidores de Medina y Fernández disciernen ventajas y desventajas bajo cada una de estas fórmulas.
El contenido de la ley de partidos y de elecciones fue concebido, no según normas internacionales, sino como más convenía a los dos líderes del PLD.
El modificar o no la Constitución ahora se evalúa según convenga o perjudique a esos dos políticos. La selección de nuevos miembros de la Suprema Corte de Justicia se incidenta para beneficiar a un seguidor de Medina, es decir, a un Procurador quien no investigó en Brasil por miedo a que, al igual que los peruanos, encontraría a Medina salpicado por Odebrecht. Calumnió a una jueza amiga de un exministro de Fernández.
Para cambios en la alta jerarquía de la administración pública, no se mide capacidad o moralidad, sino remover a los adeptos de Fernández.
La actitud internacional dominicana ha sido ambigua y de muy bajo perfil sobre el drama venezolano y se origina en las diferentes percepciones sobre ese problema dentro de un PLD dividido entre maduristas y seguidores de Guaidó.
Danilistas y leonelistas invaden las redes sociales, no para discutir los principales problemas del país, sino para defender a uno y atacar al otro.
Cuando en una fiesta de alto copete sonó una galleta, fue porque, por un lado, un abogado defensor de Medina utiliza su profesión para aupar la reelección (y por eso es invitado al Congreso el 27 de febrero), y por el otro, el que la dio (o la recibió) fue ministro de Fernández. En un acto tan solemne como la rendición de cuentas ante el Congreso Nacional, el Presidente acusó a Fernández de auspiciar proyectos faraónicos y de sostener elucubraciones intelectuales sobre política.
Estos dimes y diretes se magnifican por lo débil de la oposición.
Ausente están los debates públicos entre candidatos. Por eso nadie sabe quién es de izquierda o de derecha entre Medina y Fernández. Ninguno de los dos plantea cuál debe ser el papel del Estado. Fernández, en 1996, privatizó al sector eléctrico, los ingenios y las empresas que habían sido de Trujillo, pero cuando Hipólito Mejía estatizó a Edenorte, Edesur, y Edeeste y Fernández volvió al poder, no las privatizó de nuevo y ahora propone trenes estatales que generarían grandes pérdidas. Medina no solo no privatizó a las tres Edes, cuyas pérdidas no se han reducido, como había prometido, sino que ordenó construir un enorme generador, Catalina la Grande, a pesar de que Fernández le había dejado en el tapete un proyecto similar, pero privado. Se dice que nuestro Presidente le tomará prestado a China y al BID mucha plata para unas Edes que ya sufren de nóminas excesivas.
La prensa cada día cuenta con menos anuncios de un sector privado cada día más monopolizado (y que por eso no requiere anuncios), por lo que ahora depende de anuncios del gobierno, y eso explica porqué no actúa, como debería, criticando la corrupción, la falta de transparencia y de institucionalidad. Se rumora que por lo menos un periódico de gran tamaño será convertido en un tabloide, donde los artículos de opinión y el periodismo investigativo no contarían con espacio. Para farándula y deportes, por supuesto que sí.