De la arquitectura trujillista

De la arquitectura trujillista

Como siempre, al conmemorarse un nuevo aniversario del ajusticiamiento de Rafael Leonidas Trujillo Molina, han aparecido en la prensa nacional algunos trabajos relativos a ese período de nuestra historia que se llamó «La Era de Trujillo».

La dictadura de Rafael L. Trujillo no surge, en el contexto de nuestra realidad histórica, como un hecho casual o aislado.

Había pasado mucho más de medio siglo desde el momento de la independencia de 1844, y aun faltaban por constituirse elementos esenciales del Estado Dominicano para su conformación definitiva como entidad jurídica que personificara a la nación.

La inestabilidad política y la pobreza material en las que se había desenvuelto la República desde su nacimiento, habían impedido el firme surgimiento de las instituciones.

Amanece el siglo veinte, y las asonadas intestinas se repiten con una cotidianidad que asombra. Más de diez gobiernos distintos han intentado dirigir los destinos del pueblo dominicano en el breve lapso de tres lustros, de 1900 a 1916.

La ocupación militar norteamericana llega para poner orden en este caos generalizado.

Tras la desocupación, en el gobierno de Horacio Vásquez surgido del voto popular reaparecen, como consecuencia del laborantismo de las fuerzas que interactúan en el régimen horacista, nuevos signos preocupantes de inestabilidad y amenazas de los caciquismos regionales. Y esto va a producir una reacción contraria en amplios círculos nacionales, en la búsqueda de un «hombre nuevo» que garantice un gobierno de mano firme para evitar que el país vuelva al desorden anterior.

Así irrumpe Trujillo al poder, de la mano de todo un movimiento intelectual que lo aupa y que va construyendo en torno a él una verdadera ideología. Una ideología que personifica en la figura de Trujillo, el orden, la disciplina y el progreso.

En el desarrollo de la dictadura, la ideología trujillista va a penetrar en la psique popular a través de los más variados símbolos.

Uno de ellos lo será la construcción de un Estado nacional moderno, con un ejército poderoso, con una moneda nacional propia, con instituciones de educación y de salud públicas eficientes, etc.

Otro símbolo de sujeción ideológica lo va a constituir el esplendor material del régimen que se expresa a través de una arquitectura imponente.

Apenas dieciocho días después del ascenso de Trujillo al poder, el 3 de septiembre de 1930 el ciclón de San Zenón, con vientos superiores a los doscientos kilómetros por hora, desbasta por completo la vieja ciudad de Santo Domingo dejando a su paso más de dos mil muertos y quince mil heridos, y destruyendo o dañando seriamente más de nueve mil de las cerca de once mil viviendas con que contaba la ciudad. Solo los viejos edificios coloniales de piedra centenarias pudieron soportar la furia incontenible de aquellos vientos.

Y sobre esas ruinas Trujillo solidificará su poder, construyendo a lo largo de su régimen una nueva y moderna ciudad, bautizada a partir del 11 de enero de 1936 con el nombre de Ciudad Trujillo.

Con el ascenso de Trujillo al poder, surge la primera generación de profesionales destacados que se habrán de construir en los padres de la ingeniería y la arquitectura del siglo veinte.

Don Virgilio Alvarez Pina, auspicia desde la presidencia del Consejo Administrativo de la ciudad a esta pléyade de profesionales.

Se trazan los grandes ejes de penetración que definirán el plano urbano de la nueva ciudad.

El ingeniero José Ramón Báez López-Penha, bajo la dirección de don Cucho Alvarez, define y construye estos grandes ejes: las avenidas George Washington, la Máximo Gómez, y la avenida Fabré Geffrard, actual avenida Abraham Lincoln.

Y van surgiendo de manera sistemática las grandes edificaciones emblemáticas de la dictadura.

La más destacada de todas, aunque no la primera en orden cronológico, lo es el Palacio Nacional, obra del ingeniero Guido D’Alessandro.

Henry Gazón Bona, arquitecto particular de Trujillo, establece el estilo neoclásico moderno como arquitecto oficial de la Era. Un estilo grandilocuente en donde se amplía la escala vertical con grandes columnas en la fachada que incrementan la monumentalidad de la obra, como símbolo de la fortaleza y perennidad del régimen. Este estilo se repite incansablemente en todo el país.

Surgen los grandes palacios. El Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, el Palacio de la Policía Nacional. Los palacios que alojan la Secretaría de Educación y el Banco Central, ambas obras del arquitecto José Antonio Caro Alvarez. el imponente palacio de Bellas Artes. El monumento a la Paz de Trujillo, en Santiago, obra de Henry Gazón. Y los edificios del Partido Dominicano, también de Gazón Bona.

Igualmente surgen numerosas obras de corte modernista, como el hotel Jaragua, del arquitecto Guillermo González, y las facultades de ingeniería y arquitectura y de medicina de la Universidad de Santo Domingo, también de Caro Alvarez.

Los grandes hospitales, las edificaciones escolares, los hoteles El Embajador y el Hispaniola, las edificaciones de las Secretarías de Estado de Obras Públicas, Finanzas, Salud Pública. La Feria de la Paz, el Palacio del Banco de Reservas y el Palacio de Correos. Las edificaciones militares y las grandes obras civiles, como puentes, puertos, aeropuertos, canales de riego y más.

En fin, un conjunto innumerable de obras que constituyen la impronta arquitectura de la dictadura de Trujillo y que perduran hasta nuestros días.

Cabe preguntarse ahora, si solamente intronizando un gobierno de fuerza y conculcador de las libertades es posible alcanzar tan altos estadios de esplendor material.

[b]Y la respuesta definitivamente es no.[/b]

En la democracia actual, con gobiernos honestos y juestos es igualmente posible. Ese es el reto de nuestro tiempo.

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