Deisy Toussaint ha estado como muerta en vida dos veces. La primera en 1989 cuando un estado de catalepsia estuvo a punto de arrebatarla del mundo de los vivos; y en 2013 cuando una sentencia del Tribunal Constitucional intenta despojarla de una nacionalidad, de una idiosincrasia, de una manera de vivir y de sentir.

Esta joven de 26 años, que cursa el décimo semestre de comunicación social en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que trabaja en la Biblioteca República Dominica y forma parte del círculo de escritores de ficción de la Revista Digital miNatura, de España, tiene sus proyectos detenidos en un desesperante limbo.

Un limbo al que la envía la Dirección de Pasaportes, instancia que se niega a expedirle el documento correspondiente con el argumento de que su apellido tiene problemas. Su apellido revela su ascendencia haitiana: es hija de madre haitiana y padre dominicano.

Su caso se sale del montón. Su ascendencia dominicana por parte paterna la habría librado, de no ser por una mala jugada del destino, del suplicio al que está sometida. Pero una desavenencia familiar provocó que su madre, Ana Rosa Toussaint, la declarara por su cuenta sin medir las consecuencias que tendría en el futuro. Era difícil medir consecuencias cuando la Oficialía Civil de la Cuarta Circunscripción de Santo Domingo aceptó la ficha que tenía la progenitora como documento de identidad.