En su mensaje del 27 de febrero pasado, nuestros obispos reconocían este valor del pueblo dominicano: “el valor de ser luchadores… luchar … como lo hicieron Juan Pablo Duarte y los Trinitarios, o… aquellos que reclaman el cese de la impunidad y la corrupción a través de marchas y concentraciones”.
Hay aspectos graves de la vida nacional que solo se resolverán con una lucha digna, pacífica, firme y apegada a la ley. Tal es el caso de la ley de partidos para que haya menos clientes y más ciudadanos. Los partidos cuentan votos, pero no cuentan con el pueblo partido. Hoy Domingo de Ramos, las lecturas nos brindan respuestas para salir de esta situación frustrante. Cuando Jesús se acercaba a Jerusalén, sus simpatizantes, “alfombraron el camino con sus mantos y ramas”. No se resignaron a ser espectadores. Con entusiasmo, apoyaron a Jesús gritando, “¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.
Los casos de corrupción indignante no nos deben paralizar. A cada cual según su competencia, le toca señalar cuáles son los principios, valores y opciones que nos conviene aplicar ahora y luego. ¡Ése es el ramo!
Pero a los judíos entusiastas de los ramos, les faltó el compromiso. Les faltó el renunciar a sus propios intereses. Les faltó ser como el Hijo, que “no se aferró a su categoría divina, al contrario, se despojó de su rango” (Filipenses 2, 6 -11).
Tarde o temprano, el ramo de la participación se convertirá en la cruz que hay que cargar. La cruz del reflexionar, organizarse y proponer alternativas para incidir públicamente.
La lealtad de Jesús da sentido a nuestra cruz.
Celebremos Semana Santa junto a nuestra parroquia para experimentar, cómo en la Pascua y en la vida, de la cruz brota la luz.