Juanita y Maribel, dos jóvenes de 24 años de edad, se conocían profundamente por ser vecinas y amigas íntimas desde la más tierna infancia. Contrajeron matrimonio el mismo día en una misma ceremonia religiosa y celebraron tan importante acontecimiento con una fiesta común. Por un capricho del azar, ambas quedaron embarazadas al mismo tiempo y dieron a luz con una hora de diferencia. El parto de Juanita transcurrió normal sin ninguna complicación. En cambio, el de Maribel tuvo problemas por dos circulares del cordón umbilical y el niño tuvo que ser reanimado por más de quince minutos para que gritara y su piel se tornara rosada.
Con el transcurso del tiempo el niño de Juanita crecía y se desarrollaba neurológicamente normal: gateó en el tiempo promedio, caminó y comenzó a hablar normalmente. El niño de Maribel crecía bien, aumentaba de peso y talla de acuerdo a su edad al igual que el de Juanita, pero su desarrollo neurológico quedaba muy retrasado en función de su edad.
Al llegar a la edad escolar, el hijo de Juanita entró a la escuela como un niño normal y fue ascendiendo de curso cada año escolar. El de Maribel no pudo entrar a la escuela por tener un retraso psicomotor importante por lo que tuvo que quedarse en el hogar.
Con el paso del tiempo, el hijo de Juanita se graduó de economía en la universidad y llegó a ser un prestigioso profesional. Y, tristemente, el hijo de Maribel, ya adulto, lo sientan en el balcón de la casa para ver pasar el día, lo tienen que bañar, alimentar y luego llevarlo a dormir. Estos dos casos describen muy bien el crecimiento y el desarrollo. El hijo de Juanita tuvo un crecimiento y desarrollo normal. El de Maribel, en cambio, tuvo crecimiento pero no desarrollo.
Esto viene al caso por el curso de la economía de la República Dominicana en que cada año se anuncia con bombos y platillos que ésta crece por encima de los demás países del mundo. Sin embargo, no se observa el desarrollo que debe acompañar al crecimiento.
Tomando los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, conocida por sus siglas de CEPAL, la República Dominicana tiene un nivel de pobreza de 40%, muy por encima del promedio del continente americano que es de 28%.
¿Qué traducen estas cifras? Que nuestro país crece, pero no se desarrolla armónicamente como debe ser. Es decir, que el crecimiento, si es cierto que llega a las cifras que publica el Banco Central, no se corresponde con el desarrollo e indica que tal crecimiento se queda en pocas manos, deteriorando el sistema democrático que se fundamenta y solidifica con una clase media amplia.
Ese pobre desarrollo de nuestra nación facilita que los políticos que detentan el poder puedan desviar los recursos del Estado para salvaguardar sus intereses personales y políticos sin que la mayoría, sobre todo la pequeña clase media, les exija un comportamiento transparente. Si así actuara con una redistribución justa y transparente, estamos seguros que los recursos del Estado serían puestos al servicio de las necesidades de las grandes mayorías del pueblo dominicano, lo cual llevaría al país por un crecimiento armónico con el desarrollo necesario en los niveles sociales, económicos, culturales, de salud y políticos.