El Chile de las últimas décadas está construido simbólicamente sobre una idea político-publicitaria que pegó con fuerza en el imaginario colectivo, la idea que logró derrotar a un régimen militar en 1989: «Chile, la alegría ya viene».
La alegría no podía venir de la política, por su naturaleza. Así que desde entonces Chile se quedó esperando.
En el fútbol, nos quedamos con los éxitos parciales y el gran invento retórico chileno: los triunfos morales. Hasta el sábado en la noche, cuando el país se convirtió en campeón.