Los criterios para poder entender el papel de la poesía en el mundo de hoy resultan cada vez más alejados de los tradicionales dogmas. Hubo movimientos y escuelas que trataron de anular toda estética que no estuviera acorde con sus juicios que parecían haber descubierto la fórmula mágica dentro de una academia, un grupo literario o una tertulia. En otros casos era un poeta iluminado que aislado en una torre dictaba la forma que consideraba única para poder lograr la soñada inmortalidad.
Hace algo más de un siglo, en las prosas que componen el prefacio de su “Canto Errante” (1907), Rubén Darío defendía con pasión el lugar de la poesía dentro del mundo moderno y destacaba, en especial, su superior alcance cognitivo: “El poeta tiene una visión directa e introspectiva de la vida – escribía- y una visión que va más allá de lo que está sujeto a las leyes del general conocimiento”.
Pero no se crean que este género se puede construir con una fórmula unilateral, su riqueza permite confirmar que en la literatura occidental tenemos múltiples ejemplos de grandes poetas de una misma época, con radicales formas distintas de asumir la poesía a nivel de excelencia sin poder anular uno al otro.
Góngora y Quevedo a través del culteranismo y conceptismo podrían ser un ejemplo paradigmático. En nuestra América, Pablo Neruda de un lado y Nicanor Parra del otro fortalecido con el exteriorismo de Ernesto Cardenal se constituyen en dos extremos poesía versus antipoesía y al final un triunfo indiscutible de ambas poéticas con textos de una lucidez expresada en sus mejores momentos.
César Vallejo publicó “Trilce” y T S. Eliot “La Terra Baldía” ambos en el año 1922. ¿Cuál de los dos en realidad representaba la modernidad o acaso no eran ambas expresiones, que permanecerían como modelos a seguir, siendo distintas?
Aunque este premio se puede otorgar por una trayectoria en teatro, novela, cuento, ensayo y poesía, en este caso, estamos ante la presencia de un destacado poeta. Tony Raful nos convoca al recibir el más alto galardón que se otorga a un escritor dominicano en vida, teniendo como arsenal principal sus poesías construidas como toda gran obra en la soledad del proceso escritural, pero siempre al lado de multitudes que hoy lo acompañan en una fiesta nacional por su merecida presea.
Él, ha publicado hasta el día de hoy: La poesía y el tiempo (1972), Gestión de alborada (1973), Abril, nacen alas delante de tus ojos (1980), Visiones del Escriba (1983), Pájaros y horizontes sitiados (1984), La dorada mosca del fuego (1988) Ritual onírico de la ciudad y otras memorias, Las bodas de Rosaura con la Primavera (1986), Poesía, antología personal (1995), La ciudad y el amo (en colaboración), La ciudad y sus cantos (2009), Danza del amor y los mandalas, (2010), La barca y el gavilán (2012), Mirándote bailar, cantatas y partituras para amantes y duendes (2012), La loca del café sublime (2013).
Sin embargo, me resultaría imposible hablar de todas ellas, viéndome impelido a referirme a aspectos relevantes de algunas a título de ejemplo. En una noche donde queda exaltado la inmortalidad como Premio Nacional de Literatura 2014, tengo el gran privilegio de decir textualmente lo que expresé hace 40 años en la presentación de su libro “Gestión de alborada”.
Tony Raful trata de sacar el máximo a las imágenes visuales, auditivas y fundamentalmente, las cromáticas. El ritmo interno de sus poemas nos recuerda una expresión aparecida en el libro de René Welleck y Westin Warren, Teoría literaria: “toda obra de arte literario es, antes que nada, un conjunto de sonidos de los cuales emana un significado”. Si se discute la aplicación de este criterio en sentido general, me parece que se ajusta indiscutiblemente a cierto tipo de poesía, entre la que se encuentra la del autor de la Poesía y el tiempo.
Son pinceladas rítmicas que percibimos con mayor rapidez que su propio sentido. A veces nos sentimos rodeados de múltiples imágenes sacándole a cada palabra alguna nota para componer la sinfonía final que es el poema.
Dos definiciones de poesía nos permiten valorar los aportes del autor de “La dorada mosca de fuego”. Octavio Paz expresa:
“A la inversa del cuadro, el poema no muestra imágenes ni figuras: es un conjuro verbal que provoca en el lector o en el oyente un surtidor de imágenes mentales. La poesía se oye con los oídos, pero se ve con el entendimiento. Sus imágenes son criaturas anfibias. Son ideas y son formas, son sonido y son silencio”.
Y para Pierre Reverdy “el poeta es un buceador que va a buscar e n las profundidades más íntimas de su conciencia los materiales sublimes que cristalizaran cuando sus manos lo saquen a la luz”
“A través de la luz este autor nos convoca siempre a un mediodía y a romper el silencio llenándolo de música”. Luz y armónico sonido son emblemas de su poesía esencial.
Lograr un libro de juventud como “Gestión de alborada” donde convergen un conjunto de hallazgos recuerda el inicio de Rafael Alberti con “Marinero en tierra”.
“DANZA DEL AMOR Y LOS MANDALAS”, es una recuperación adecuada no solo de la mejor tradición poética, sino una puesta en futuro a través de la palabra, de un instrumento artístico que nos lleva hacia zonas poéticas de valor permanente.
“Ritual onírico de la ciudad y otras memorias”:
¿Por cuantos en verdad ha sido leído? Yo mismo, que creía que lo había leído, en realidad no lo había hecho con el debido detenimiento. ¿En cuántas zonas de ese mundo creado de imágenes, me había detenido a reflexionar?, me atrevería a decir que aún no concluyo.
Ahí mismo recordamos que el autor de este libro es el poeta por excelencia de la ciudad de Santo Domingo, la calle el Conde y su entorno, lo cual reafirma con su libro “La loca del café sublime”. Nadie como él ha llenado de palabras encantadas esta zona de la geografía tan íntimamente ligada a nuestra historia y vida cultural. “El palacio de esquizofrenia”, “Tesoro colonial” y “Guía para entrar a la Ciudad Colonial” consolidan nuestro criterio acerca de este cantor citadino.
Muchos de los grandes autores a nivel universal le han escrito al entorno urbano.
En el tomo IV de El Espectador, José Ortega y Gasset nos hace saber que “la historia de los pueblos clásicos comienza con una fundación de ciudad, con una fiesta municipal”. Pensar la ciudad supone filosofar su lugar –figura de tiempos y territorios diseminados, recuperar su entusiasmo cósmico con el deseo silencioso inscrito en el ritmo verbal de la poesía, sombra omnipresente cuya fugacidad suscita gritos y cantos inherentes a la noche que tiembla entre risas y órficos dientes urbanos. Un instante poético podría retener la ciudad para siempre, nombrarla en “ese hueco donde aparece lo otro”.
Las ciudades penetran la frontera invisible del poema, rememoran imágenes que ahora se transfiguran en la apariencia melancólica de lo que sólo existe en el paraíso del lenguaje. “La más bella obra de arte en la historia de la humanidad”, llegará a decir Hegel.
Desde Las flores del mal el tránsito de la ciudad irrumpe lejano y maldito. El poeta desarraigado e incapaz de acceder al punto de equilibrio le declara un canto de odio y lamento. Y lo hace porque ama aquello que lo devora. Apenas celebra a la manera de los antiguos líricos. Próximo al fuego solitario de la multitud recuerda el Canto III del Infierno dantesco:
En la tradición poética, autores como José Martí en su poema “Amor de ciudad grande”, Walt Withman en “Hojas en hierba”, Arthur Rimbaud en “Vigilias”, Efraín Huerta en “Declaración de odio”, son algunos de los ejemplos de esta temática a nivel universal.
La lírica que cultiva Tony Raful tiene su origen en Grecia y se fortalece con los grandes poetas románticos.
Ambas tradiciones son válidas si se hacen a nivel de excelencia formal. No debe tergiversarse la esencialidad poética, hay que evitar una ruptura ineficaz con la tradición. El gran poeta Ledo Ivo denunció cuando dijo: “Sin duda no cuesta nada escribir un trozo de prosa y después distribuirlo en líneas irregulares, obedeciendo tan sólo las pautas del pensamiento. Pero eso nunca fue verso libre. Si lo fuese, cualquier persona podría poner en verso hasta el último informe del Ministro de Hacienda”.
Al abordar esta primera parte correspondiente a la poesía propiamente dicha nunca podemos olvidar que por lo menos en Hispanoamérica nuestro ascenso a la poesía universal vino de manos de Rubén Darío, quien con sus aires modernistas llevó a nuestra literatura a adquirir una mayoría de edad.
Por lo menos seis poetas que le sucedieron a decir de Saul Yurkievich fundaron la nueva poesía de nuestra América: Borges, Huidobro, Vallejo, Neruda, Oliverio Girondo, Octavio Paz y Lezama Lima, entre otros, crearon los cimientos de un corpus de dimensión universal. Pero no fue suficiente la influencia determinante de estos autores. La poesía siguió creciendo después, busco nuevos caminos y ahí Nicanor Parra, Ernesto Cardenal, Mario Benedetti, tomarían en algunos de sus textos la senda de la cotidianidad que advirtieron con una mirada a la literatura anglosajona y otros a su mundo externo inmediato. Esto permitió la multiplicación de las posibilidades de la poesía tanto en verso como en prosa. Las posteriores generaciones de la cual el autor homenajeado forma parte siguieron respetando a los padres, pero buscaron nuevos caminos entre la mejor tradición y la imprescindible ruptura.
Dos libros, entre otros, me permiten consolidar mi aseveración. “Diez de ultramar, Joven poesía latinoamericana” recogido por el poeta y ensayista Ramón Coté y Julio Ortega en la “Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI” : el turno y la transición.
El autor de “Abril, nacen alas delante de tus ojos” ha publicado recientemente aforismos: “LA POESIA ES LA LUZ CANTANDO” y “EL AMOR ACUDIO/ AGAPE DEL CORAZON/ A LLENAR DE CONTENIDO/ LAS PALABRAS VACIAS”.
El autor de “Pájaros y horizontes sitiados” ha explorado en su proceso creador tanto la poesía en verso como en prosa. El poema breve e intenso y el de prolongado aliento. Aún no salimos del largo suspiro al leer o escuchar “mirándote bailar cantatas y partituras para amantes y duendes”. Pero también ha escrito una novela poética o una poesía novelada “Las bodas de Rosaura con la primavera”.
En el año 1990 mientras escribía esta obra le pregunté que cómo la definiría, y me respondió:
Rosaura es material del sueño y de la vida, de la muerte y de las demandas de crecer bajo el fuego auroral de la utopía. No se puede procurar en este texto una adecuación a las exigencias decorosas de cambiar la vida, porque en él la vida pierde súbitamente sus rótulos e insignias, tratando de hurgar en el hombre. Es bajo los sedimentos de su vacío, que Rosaura anula su conciencia o la violenta en sus dramas episódicos para ventilar su esencia vital contra el ordenamiento lógico, contra el reino de la razón. Se trata de una confrontación perpetua en la cual el autor se pierde en el personaje, invadiendo sus dominios expresivos. A veces pienso encontrarme en cualquier calle con Rosaura. Pienso que me asalta con sus ternuras y arrebatos, con los jirones de su alma.
No podemos dejar de mencionar otra faceta de nuestro escritor, la de investigador histórico. Libros como: “Movimiento 14 de Junio, historia y documentos”, “La Revolución de Abril de 1965”, “José Francisco Peña Gómez, aportes a la democracia y al desarrollo social y económico de la República Dominicana” y “De Trujillo a Fernández Domínguez y Caamaño”, demuestran no solamente la trascendencia de este autor donde ocupa un lugar de significación por la profundidad de sus investigaciones y porque además contribuye a exaltar a los héroes y mártires de nuestro pueblo que han hecho extraordinarios sacrificios aun el de su propia vida en la búsqueda de un país más equitativo, libre, democrático y soberano.
Es imposible agotar este universo, pero me gustaría señalar otras vertientes significativas: la del periodista literario, que se expresa en su primera etapa en el tomo “Emboscada al relámpago”. Estos aportes han continuado semanalmente convirtiendo cada entrega en verdaderas piezas artísticas.
Su discurso para ingresar como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua correspondiente de la Española, es un texto donde interactúan en forma esplendente la literatura y la historia testimoniando su sobresaliente bagaje intelectual.
La función pública que ha ejercido también lo ha puesto al servicio de la cultura y la literatura dominicana; ya sea como director de la Biblioteca Nacional o como primer titular de la Secretaría de Estado de Cultura, donde además de crear la Editora Nacional. En su condición de presidente del Consejo Nacional de Cultura convocó y cristalizó el primer congreso que incluyó a todos los dominicanos residentes en la geografía nacional y el exterior, teniendo como eje central la identidad cultural.
Poeta, lo que usted ha entregado como obra escrita y ser humano de bondades y solidaridad lo ha llevado a ser uno de los intelectuales más queridos por los diversos sectores de la sociedad dominicana. Al usted recibir esta distinción se premia la creatividad y la excelencia que caracterizan su trayectoria.
Felicidades del alma, poeta Raful, en nombre de todos los poetas de la tierra!
Mateo Morrison
Santo Domingo