Danilo Medina anda viento en popa con su reelección. Primero cosechó alta aprobación de su gestión, según las encuestas, para promover así su repostulación con el argumento, siempre circunspecto, de complacer el pueblo.
Imagínense, con los vientos a favor, destronó nada más y nada menos que al líder, aquel 19 de abril, cuando la mayoría del todopoderoso comité político determinó que con Danilo iría mejor el negocio.
No conforme con tan fabuloso premio (apoyo del pueblo y del comité político), Medina declaró en su proclamación el pasado domingo, estar ahí, nueva vez como candidato presidencial, por designio de Dios.
Nunca él, ¡oh no!: el pueblo, el comité político, y ahora Dios.
Aún no satisfecho con tal apelación, Medina también juró (ante Dios) no buscar jamás una repostulación. Si faltó una vez a su palabra, ¿por qué no lo haría otra vez? Fue la reacción. Y ya no hay tiburón podrido. Se lo tragaron enterito en la reforma.
Medina dio ahora otra razón: no será él impedimento para sus compañeros con aspiración y capacidad de llegar a la Presidencia. ¿Y si fuera Leonel Fernández nuevamente el aspirante, qué haría Medina? Telenovela para después de 2016.
El sancocho de la reelección deja la democracia dominicana en bandolera. Para lograr la reforma constitucional, Medina tuvo que prometer repostulación a todos los legisladores que lo apoyaron. De ahí los cacareados pactos. Nadie en el poder quiere ruina ni aburrimiento, son todos adictos a la reelección.
Serán las mismas caras, de arriba a abajo: en la candidatura presidencial, en las candidaturas legislativas y municipales. Una verdadera desfachatez que el PLD no lleve candidatos nuevos.
Por más aguante que tenga el pueblo dominicano, la gente a veces se harta de tener los mismos gobernantes, a una los peledeístas que se creen perfectos y predestinados.
En este momento, Danilo Medina todavía registra un alto nivel de aprobación de su gestión. Le ha beneficiado proyectarse como un hombre sencillo, el 4%, que el pueblo haya enfocado su rechazo hacia Leonel Fernández, y una oposición en el suelo.
A partir de ahora, no obstante, Danilo es dueño de su poder. Leonel no tendrá el monopolio de los males, ni los danilistas podrán contar con esa estrategia para elevarse, porque su lógica ha sido develada. El déficit fiscal, Félix Bautista y Quirino han sido artefactos. El pueblo ha pagado con sudor el déficit, pero los acusados andan por ahí ricos y sueltitos.
Las organizaciones políticas de la oposición son tan débiles, que para dar apariencia de competitividad electoral, el PLD no podrá utilizar una ofensiva total, aunque Medina quiera hacerlo, porque su objetivo central en el 2016 es obtener, por él solito, más votos que Fernández en el 2004, y así dejarlo totalmente derrotado (sin odios ni rencores, palabras mencionadas el domingo). Esto significa sacar más del 57% de los votos. Un gran reto.
Como se dice en el argot popular, Danilo Medina va a las elecciones de 2016 con todos los “powers”: buena aprobación de su gestión, control de todos los recursos del Estado (empleos, nominillas, tarjetas de solidaridad, etc., etc.); casi todo el financiamiento público de partidos; y control de las instancias administrativas y judiciales en materia electoral. Y además, con una oposición disminuida y dividida, y Leonel Fernández con un nuevo puestecito para que viaje.
Con tan inmensas ventajas, Medina no necesitaba involucrar a Dios en algo tan mundano. Pero por si acaso, ya lo montó en la reelección, y el domingo le pidió, nada más y nada menos, que una victoria contundente.