Tarde hemos descubierto que el presidente Danilo Medina se propone hacer, en materia de alianzas electorales, lo que nunca se había hecho con el pacto que amarró con Miguel Vargas y el PRD, tal y como acaba de confirmar el senador por el Distrito Nacional Reynaldo Pared Pérez, quien reveló que el pasado viernes encabezó una comisión del PLD que se reunió con representantes del partido blanco con el propósito de materializar un acuerdo electoral “a todos los niveles” de cara a las elecciones del 2016. El Secretario General del PLD aclaró que todavía no hay nada concreto, pero se mostró optimista y confiado en que las negociaciones llegarán a feliz término. “Que el PLD firme un pacto de alianza con el PRD, el partido más viejo del sistema electoral dominicano, será un hecho histórico”. Y tiene razón, pero eso no es necesariamente un mérito que estemos obligados a reconocer y mucho menos un motivo para aplaudir, pues las repercusiones de ese pacto sobre el sistema de partidos y la democracia en sentido general serán catastróficas. Las informaciones que se han filtrado a los medios sobre lo que se está negociando para hacer posible ese pacto “histórico”, como la indecente propuesta de crear dos nuevas provincias –Juan Bosch y José Francisco Peña Gómez– para repartir esos cargos entre los agraciados de la piñata, reflejan con espantosa claridad su naturaleza espúrea. Claro está, los peledeístas y los beneficiarios directos e indirectos de ese acuerdo harán todo lo posible para tratar de convencernos de que el gran negocio que están fraguando no solo los beneficia a ellos sino a todo el país, y para eso no han encontrado mejor coartada que el “Gobierno de Unidad Nacional” con el que pretenden endulzar el purgante que nos quieren hacer tragar.