ENTREVISTA A LEON FELIX BATISTA
Infinitos problemas del escritor dominicano

ENTREVISTA A LEON FELIX BATISTA <BR><STRONG>Infinitos problemas del escritor dominicano</STRONG>

POR LEÓN DAVID
¿Qué puedes decirme de la labor que llevas a cabo al frente de la Editora Nacional?

-Desde el principio vimos que la Editora precisaba de un sismo radical en sus conceptos editoriales y de proyección hacia el lector, por eso arrancamos con la creación de nuevas colecciones, en rediseño completo de sus formatos y logos, de manera que esto nos permitiera que las publicaciones se concentren en los sectores que las precisen (jóvenes inéditos, talleres literarios, etc.) o que se dirigieran, en su defecto, hacia el cumplimiento de necesidades editoriales de nuestra cultura literaria y pensamiento, como reediciones de textos inhallables o la impresión de clásicos para venta a precios populares.

En ese sentido, ya editamos 15 libros en las colecciones, 19 en coediciones, y 6 están en imprenta. Vamos también camino a convertirnos, paso a paso, en la maquinaria editorial de todas las instancias de Cultura, al menos en el aspecto de la diagramación, composición y diseño de impresos y como muestra está la revista de la Secretaría de Cultura, “País Cultural”, circulando desde junio.

Hay, además, una serie de programas al margen que se están implementando. Por ejemplo, para el futuro próximo pretendemos organizar un congreso o conversatorios con editoras independientes del país, de manera que podamos conocer cuáles son sus necesidades y contribuir a que las podamos superar juntos. También diseñamos y diagramamos gratuitamente los boletines y revistas de cualquier taller literario que nos lo solicite. Así mismo, montamos programas de donaciones constantes a las bibliotecas públicas de toda la nación (incluyendo las de las cárceles), bajo los criterios del Plan Nacional de Lectura y en conjunto con la Dirección General del Libro y la Lectura.

¿Cuáles son los problemas que enfrenta el escritor dominicano para publicar y difundir sus libros?

-Infinitos problemas, de las índoles más dispares. Ha corrido ya bastante tinta sobre la ausencia de casas editoras en nuestro suelo, y la corriente de tinta continúa fluyendo pese a que ya se han instalado algunos de estos monstruos aquí. ¿Por qué? Puede que porque aún dan sus primeros pasos y precisan afianzarse, lo cual toma tiempo. Puede que sea porque los autores no se conforman con ver sus nombres en un sello de prestigio internacional si comoquiera el libro no trasciende nuestras fronteras. Puede que sea porque la tendencia está concentrada en la narrativa (que es la reina del mercado) y vivimos en un país de poetas. ¡Qué sé yo! En cuanto a la distribución, pues tinta del mismo río. A veces nuestros escritores encuentran la panacea de los concursos literarios y así resuelven la primera fase: se imprime el libro. Pero viene el derrumbe de la distribución del mismo, porque se queda en los almacenes. Yo he sido una víctima constante de esta situación: cuatro de mis cinco libros de poesía han recibido premios y por eso soy una especie de fantasma, no estoy en ninguna librería. Me consuela pensar que soy por ello un autor de culto, pero la verdad es que soy un autor oculto. Y, como editor, constantemente lucho para cambiar esta realidad de los problemas del eje publicación-distribución.

Eres poeta…¿qué significa para ti la poesía?

Esa es LA PREGUNTA, en mayúsculas, porque fíjate que a lo largo de mi corta trayectoria de escritura no he pensado igual sobre el fenómeno día sobre otro. Exilios, amores, lecturas, crisis existenciales y hasta alteraciones de salud sacuden mi criterio de vez en cuando. Te puedo repetir algunas cosas que ya he dicho. Por ejemplo, que no puedo asegurar que lo que escribo sean “poemas”, si la referencia es al hecho cerrado, al constructo nucleado a que remite este concepto en ciertas preceptivas. Prefiero identificar la noción de poiesis más allá de las márgenes que permite un “poema”, pues descreo de él como objeto prosódico cerrado: existe el texto (y punto) y mi proyecto es construirlo como calidoscopio: de los entrecruzamientos de géneros a las alusiones y enunciados de la realidad en bruto, de las letras puras a las mazmorras de la autobiografía. Ni fondos ni formas sacros. Absoluta heterodoxia. Además, mi verdadero interés no está en escribir “poemarios”, pretensión apabullante, sino mosaicos de canciones, listados de posibles posturas sexuales, catálogos de ropa íntima, bestiarios personales, folletos propedéuticos, etc. La poesía viene en todas las envolturas, sólo intento destaparla.

“El otro” (que en el caso del artista es el crítico), no sabe qué decir y ha escrito indistintamente que soy hermético, ochentista, difícil, simplísimo, complejo, descriptivo, oscuro…neobarroco, que es lo que más se dice. ¿Estoy de acuerdo? ¿Importa que lo esté? No sé si encajo en la Generación 80, pese a que publiqué mi primer libro en esa época y sudé poesía en el Taller Literario César Vallejo, porque no me interesan sus preceptos estéticos ni sus grandes temas. Tampoco sé si mi escritura es neobarroca o no, nunca la he concebido como tal, pero creo entender que, precisamente, si algo no es lo neobarroco es canon, del que aquel se escabulle por el núcleo de su definición, y de ahí su seducción y virtud de camuflaje. Lo barroco es un impulso, corriente linfática fácilmente registrable a lo largo de la historia del arte, de la historia del Hombre. Fue Sarduy quien propuso con claridad un “momento neobarroco”, que se propaga hoy por toda la América de lengua lusa y española, y que fue más afincado aún por Haroldo de Campos en su ensayo O secuestro do barroco na formaçao da literatura brasileira. Cuando luego Néstor Perlongher lo bautiza “neobarroso” pretendía, indudablemente, ir más allá de la referencia al barro de los fondos del Río de la Plata, y también quiso decir neoresbaloso: la elusividad, inasibilidad, pero a la vez submarinismo, una pesca de alta mar que se realiza con las redes de la intertextualidad y la interespacialidad, con anécdota y coloquialismo, descripción y referencia, polifonías y paronomasias. Su abanico es tan amplio que involucra a poetas como el uruguayo Eduardo Espina quien, más que neobarroco, se autoproclama “neorococó”.

El neobarroco es un momentum que está produciendo la escritura más significativa en este hemisferio. Y si me incluyen en sus antologías, editoriales y revistas, pues ¡let it be!

¿Qué opinas de la literatura dominicana contemporánea?

Está bastante sana, creo, especialmente su poesía. Aunque no son tantos los nombres importantes como permanentemente infla la farándula local, sino que tal salud hay que adjudicársela más bien a movimientos, tendencias, olas, magnetismos. Tenemos la dicha de contar con un cuadrilátero masivo, en el que contienden varias generaciones a la vez: cuarentiochistas, sesentistas, ochentistas, etc., en poesía. Los narradores, por su lado, manejan su oficio cada vez mejor, y están siendo premiados, difundidos, estudiados. La dramaturgia y la literatura infantil crecen y, poca gente se da cuenta, pero en otra faceta de escritura (ya no ficcional), en el ensayo, en la exposición de ideas, se multiplican los exponentes de gran categoría y lucidez. Tenemos hasta escritores en otras lenguas, siempre y cuando uno considere escritores dominicanos a Julia Alvarez, Junot Díaz, etc.

Y ¿cuáles son, a tu juicio, los clásicos dominicanos?

-No hay respuesta porque la pregunta carece de sentido, como habría dicho Popper. Pero yo no poseo una lógica tan contundente y te diré en cambio que una obra o un autor, para ser clásicos, no dependen para nada de mi juicio, sino que esta categoría será determinada por el tiempo. La historia impone algunos nombres, y en honor a esto hemos ido publicando en la Editora Nacional una colección de Poesía Esencial Dominicana, lo cual indica lo que pensamos al respecto.

Sucede que nuestra tradición literaria es muy corta y por eso algunos autores considerados inamovibles entran todavía en debates de valor. En el fondo lo que creo es que uno puede, además,  crear sus propios clásicos. Especialmente si, como en mi caso, uno se ve más como lector que como escritor. El problema es que me considero un lector caníbal y caótico, heterodoxo, anarquista, desigual y, sobre todo, hedónico. Mi desatino (o tal vez mi diana) es registrar cada lectura como poesía, o, mejor dicho, exprimir los zumos poéticos de un texto cualquiera. Recuerdo haber leído en los 80 el Tractatus Lógico-Philosophicus como si se tratara de lírica con traje racional y a Ada o el ardor (de Nabokov) como un poema en 400 páginas. Así leo la Biblia, el Diccionario de la Real Academia Española y las policiales de los diarios, y en todos y en cada uno descubro un río de poesía, esa sustancia insoslayable que se filtra sola ante cualquier descuido del lector. También suelo conspirar con el lenguaje de la filmografía. Soy un maldito lector con desperfectos y ello produce, creo, mi “insuficiencia” (citando a Octavio Armand) para calificar una lectura, y también como escritor.

En estos momentos tengo de cabecera una Guía del Tiempo Meteorológico y un Tratado de Psicofarmacología; Homero, Petrarca y Herrera y Reissig. Pero mi última seducción es esa gran poeta brasileña que no escribió poemas: Clarice Lispector.

¿Puede el arte de la escritura coadyuvar al mejoramiento de la sociedad? ¿cómo?

-Puede que sí, aunque es de ilusos creer que la escritura logre cambiar al mundo por sí sola. Apenas resiste con sus metamorfosis propias. Tampoco creo que sea ese el objeto intencional de un escritor. No nos quedan utopías, recordemos; apenas contamos, para intentar una cosecha, con el individuo, hasta evitar que se disipe en la contundente actualidad de universos virtuales, la simultaneidad del hecho histórico y su información: impedir la abolición de la persona en el ámbito de la uniformidad.

¿Cómo? Los sociólogos lo podrían explicar mejor que yo, pero es visible y mensurable, en los barrios marginales, por ejemplo, la acción beneficiosa de la cultura y los deportes para contrarrestar las oscuras fuerzas delincuenciales y violentas. Claro que la escritura no sirve para nada si no se lee, y ese es el reto: alimentar el hábito, crear lectores.

Hay crisis de muchas cosas en nuestra actualidad, aunque mejor la crisis (de la que siempre brota un rango de posibilidades) que la muerte (que es estéril). También hay crisis del imaginario, la que los norteamericanos, tan tremendistas siempre, tratan de resolver imponiendo compartimientos estancos: literatura chicana, literatura femenina, literatura queer, y demás barbaridades.

Haroldo de Campos también estableció mejor que nadie la crisis de la poesía en su ensayo “Poesía y modernidad: de la muerte del arte a la constelación”. Cuando Noigandres, en su radicalidad, asumía la significación del espacio gráfico e inventaba su planeta “verbivocovisual”, daba cuerpo teórico a la trascendencia de una utopía (que la hubo también en la poesía: ahí nos queda Neruda con su Canto General como insistencia, un libro tan mal leído por Harold Bloom). El propio Haroldo, nuestro demiurgo, continuó con la torsión verbal, la intertextualidad de las “galaxias” su crítica masiva y, ahora que murió, sigue más vivo que nunca en su legado.

Según entiendo, el único mesianismo que admite la poesía postutópica es el del caos de los lenguajes, que, contaminándose entre sí, habrán de fraguar otros. “Procedimiento más”, continuando con Haroldo.

El poeta representa hoy día, más el escritor de otros géneros, la necesaria resistencia: es como una reserva de lumbre espiritual que no engulló la economía.

Háblanos de Mosaico Fluido, tu más reciente libro publicado

Su título proviene de las ciencias biológicas. Es un término muy en boga en esos ambientes de laboratorio, y sospecho que pasará al dominio del vulgo muy pronto, como ha sucedido con muchos otros vocablos especializados. Básicamente, mosaico fluido es la definición aplicada a la célula. Esta mínima unidad de vida es, en realidad, un compuesto de varios elementos químicos, agrupados por una membrana. Como se trata de un compuesto diverso, es un mosaico. Y como está en perpetuo movimiento vital, pues es fluido. ¿Cuál es la relación con mi libro? Se trata de un poema sobre el mar, o de sucesos que ocurren al yo poético en torno al mar, al costado de su dama y con las córneas dilatadas, registrando. El mar es para mí una gran célula de contenido vivo y de fluidez. Extrañamente observo que los poetas caribeños de otras lenguas escriben bastante sobre el mar, y nosotros casi no. Circunstancialmente, Mosaico Fluido obtuvo el Premio Nacional de Poesía Emilio Proud’Homme en 2005.

¿Quién es León Félix Batista?

¡Eso quisiera yo saber! Quien lo conozca que me informe, por favor, o mejor que se lo calle. Este querer/no-querer saber me ha puesto desde un tiempo a esta parte a pensar que debo escribir ya una autobiografía parcial o una especie de memorias menores, hasta los 40 años de edad, que titularía gustosamente “biografía de un anfibio”, de modo que, para saber quién soy bastaría conocer las características que definen a un anfibio: respirar de dos maneras diferentes, vivir en tierra o agua indistintamente, transmutar radicalmente durante el desarrollo.

León Félix Batista es quien lo ve.“Ser es ser visto”, dijo Nietzsche. Para mis hijos soy Papi; para mi madre el-niño-más-hermoso-de-la-tierra; para mis alumnos soy el Profe; para los colectores de impuestos soy un provechoso proveedor; para León Félix Batista padre soy junior; el primogénito; para la iglesia un descarriado; para mis vecinos un tipo raro y para mis enemigos el mismísimo demonio. En verdad, hubiera preferido ser León David, León Battista Alberti, el León de Judá o León Tolstoi o Troksky…

Para ampliar mi perfil ante el público (ya que aparezco en diccionarios de escritores y en muchísimas antologías), daré pronto a la luz mi Ridiculum Vitae.

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