Ahora que el presidente Hipólito Mejía anunció que observaría la ley de reforma policial, es oportuno, muy oportuno chequear, en ese instrumento, todo cuanto toca la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET).
Diputados y senadores, pese a las sanas advertencias que se formularon desde distintos puntos de la sociedad, y con el beneplácito de la Policía Nacional, aprobaron que AMET volviera a la organización policial, en lo que se entiende que constituye un claro paso de retroceso.
AMET fue creada en la administración del presidente Leonel Fernández, bajo la orientación del ingeniero Hamlet Hermann Pérez. Hermann Pérez confrontó problemas cuando se organizaba el cuerpo, pues desde las filas policiales no recibía, precisamente, el mejor material humano disponible. Fue necesario que hiciera valer su carácter recio y su decisión para que las cosas se hicieran bien, desde luego, encontrando el respaldo del Poder Ejecutivo.
Sin duda que AMET cambió el panorama en la conducción del tránsito. Y lo hizo para bien, aun cuando persistieron algunas lacras del pasado. Es evidente, sin embargo, que el macuteo se redujo, considerablemente, sobre todo en las carreteras. Eso no significa que los agentes de AMET fueran santos o cosa que se le parecieran. Algunos de ellos, mal educados, abusaron de conductores y la prensa, en la mayoría de los casos, no vaciló en denunciar los excesos. Debe admitirse, asimismo, que los correctivos se impusieron.
En la presente administración pública, fue designado el mayor general policial Pedro de Jesús Candelier al frente de AMET. El general Candelier había sido uno de los organizadores de AMET bajo la dirección de Hermann Pérez. Como director único de AMET, es indudable que el general Candelier, por más que se niegue, ha confrontado problemas y da la sensación de que se ha echado un tanto de lado ante el desorden que prevalece en el tránsito urbano.
Es un secreto a voces que existen profundas diferencias entre el general Candelier y altos mandos militares y la propia jefatura policial.
Lo cierto del caso es que los agentes de AMET, a cada rato, son irrespetados, entre otros, por choferes militares y policiales, que se consideran con licencia para hacer cuanto le viene en ganas en las vías públicas. También por familiares de altos oficiales, que parecen no comprender que al apoyar violaciones a las leyes no solo dañan a los suyos sino a toda la sociedad.
Se da el caso de que los agentes de AMET proceden de las filas castrenses y de la Policía y son sancionados con la expulsión por el cuerpo al que pertenecen, lo que les representa una pérdida considerable de salario, pues aquí, originales como somos en muchas cosas, se trata de compensar sueldos con dualidad de funciones en vez de valorar el trabajo por lo que éste representa.
En AMET se ha creado una especie de limbo y el resultado ha sido el agravamiento del caos en el tránsito, pues los agentes especializados no laboran con el mismo entusiasmo de antes y parece que poco o nada les importa cuanto ocurre en las vías públicas.
Ahora, cuando el presidente observa la ley de reforma policial, es oportuno hacer una revisión a fondo de las estructuras de AMET, fortalecer ese cuerpo como una institución que opere con sus propias reglamentaciones y no tenga vinculación con la Policía o institución armada alguna.
AMET tiene que ser un cuerpo civil especializado en tránsito. El hecho de que esté dirigida por un oficial militar o policial no tiene que dar carácter de cuerpo armado o de Policía a la institución.
Además, y esto sería el colmo de la irresponsabilidad, jamás podrá aceptarse que por diferencias de mandos se dañe lo que tanto beneficio puede dar a la sociedad. El general Candelier es un simple accidente en AMET. Hoy o mañana será relevado o retirado, como ocurrirá con todos y cada uno de los mandos . Lo que debe recordarse siempre es que los hombres pasan y las instituciones perduran.