Las grandes potencias se centran en cerrarle esas puertas a China
Es un hecho indiscutible que la poderosa economía china irrumpe en un mundo donde los mercados estaban distribuidos y dominados desde hacía más de un siglo, sino dos. Para abrirse paso recurre a resortes económicos-comerciales-financieros de que dispone aunque, inicialmente, también aplicó medidas que en inicios de la Revolución Industrial imponían impunemente los que ahora chillan por la avalancha china.
La Historia del Pensamiento Económico expone claramente la estrategia de teoría mercantilista conque Gran Bretaña protegió su naciente imperio industrial y desarrollo del capitalismo. Aunque Beijing tuvo que buscar romper el bloqueo a tecnologías que le imponían para limitar su desarrollo, muchísimas empresas estuvieron dispuestas a cederle tecnología a cambio de hacerse presente en un mercado con potencial sin límites. Proceso que ahora algunos, sin mucha moral, llaman “robo de tecnología”.
Hoy, las grandes potencias se centran en cerrarle esas puertas a China y ésta, convertida en extraordinario centro de desarrollo tecnológico, puede avanzar a un nuevo escenario en su interrelación con occidente y el mundo industrial de la alta tecnología.
En EEUU gustan hablar, desde la época Trump, retórica que inevitablemente seguirán utilizando en la era Biden, de “abusos” de China. Washington no puede dejar de ver a Beijing como una “amenaza” a su dominación global, digámoslo más suave, a su “influencia” en el mundo. Comprobado el fracaso de la guerra comercial para alterar el desequilibrio comercial con China, imposible de alcanzar pero factible de mejorar con negociaciones objetivas y realistas.
Estando totalmente enterrada en el baúl de la historia comercial aquella época de imponerle a Japón, bajo amenaza, restricciones voluntarias de exportaciones para disminuir el superávit con EEUU; impensable con China. Ahora los “abusos”, en voz de Janet Yelen, nueva secretaria del Tesoro, se centran en “robo” de tecnología, discriminaciones empresariales, subsidios estatales. Recordemos que no hace mucho la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo –UNCTAD– calculaba en mil millones de dólares diarios los subsidios de EEUU, Europa y Japón a su agricultura. Virtud para ellos, pecado para el resto del mundo.
China ha dado muestras de estar consciente de que el mundo ha cambiado al ritmo que cambia su propia impetuosa inserción en la economía global. Nuevos tiempos y momentos requieren nuevas actitudes. En reiteradas ocasiones Xi Jimping lo ha reconocido y prometido mayor apertura.
La propaganda estadounidense, en el convulso escenario interno, no puede ignorar el daño causado a las relaciones bilaterales con la política irreflexiva e irracional del dúo Trump-Pompeo. Indefectiblemente tienen que introducir cambios en la estrategia frente a China…, sin que parezcan cambios. Hablar de crear un frente unido con los aliados para frenar lo que reconocen como “incontenible crecimiento chino”, a estas alturas suena retórico y desactualizado.
Hace solo tres semanas, el principal aliado, la Unión Europea, firmó un acuerdo negociado por siete años donde alcanzaron muchas de las viejas demandas a China, confirmando una gran apertura de Beijing con mayores oportunidades recíprocas para sus empresas. Japón, signatario del reciente acuerdo de libre comercio no va a dañarlo. Australia, también signataria del acuerdo pudiera acercarse a Washington sin irritar más a una China que está muy disgustada con ella.