El asesinato del periodista sancristobalense Johnny Martínez tiene que ser esclarecido con absoluta suficiencia, para tranquilidad de la sociedad y escarmiento de sus autores.
Se trata de un homicidio en el cual, de primera intención, sobresale el ensañamiento del o los autores, o el deseo de llevarle a la sociedad un mensaje macabro que no debe quedar impune.
Hasta ahora, lo que hemos oído decir del periodista Martínez dibuja de su trayectoria una imagen positiva.
A pesar de haberse graduado como comunicador social, no ejerció el periodismo como reportero de medio alguno, sino que emprendió iniciativas que le permitieron crear y dirigir una revista y un programa de televisión, ambos con el nombre «Equilibrio» por medio de los cuales manifestaba inquietudes acerca de los problemas comunitarios.
Hasta donde sabemos, se le identifica como un joven afable, emprendedor y que sostenía su familia con los ingresos que le permitían el programa, la revista y su trabajo para la Fiscalía de San Cristóbal.
Duele mucho tener que afrontar la realidad de que un profesional con esa trayectoria haya sido víctima de un crimen tan horrendo y que la sociedad, particularmente la de San Cristóbal, haya sido privada de su ejercicio, de sus servicios. Y duele saber que sus matadores andan sueltos.
II
Johnny Martínez, según testimonios, aspiraba a ser regidor del Ayuntamiento de San Cristóbal por el Partido de la Liberación Dominicana, aunque no logró que le eligieran candidato.
Como jefe de la investigación el Ministerio Público, para el cual trabajaba este comunicador, está en el deber de esforzarse al máximo para desentrañar las causas de este horrendo crimen.
La Policía, como auxiliar, debe también empeñarse en que los autores vayan a parar al lugar que les corresponde.
Estamos sumidos en el horror de la inseguridad, a merced de delincuentes y criminales capaces de cometer hechos tan horrendos como este asesinato.
Aunque se castigue a cada culpable, siempre será sobre la base del hecho consumado y eso habla muy mal de una sociedad que no es capaz de contar con medios de prevención más efectivos y dinámicos.
Tratándose de un hombre no involucrado en polémicas, es difícil entender que alguien tuviera pretextos para causarle una muerte en la que sobresalen el ensañamiento y el odio.
Este asesinato, como otros hechos criminosos y delictivos que están ocurriendo con tanta frecuencia en este país, deja claro que estamos sumidos en una grave descomposición social y que están seriamente erosionadas la seguridad ciudadana y la autoridad.
Nos unimos al dolor que embarga a los familiares de Johnny Martínez y arrimamos nuestro hombro para demandar con ellos que se haga justicia.