Desconozco si el ingeniero Silvio Carrasco, mientras ocupaba la dirección del Instituto de Recursos Hidráulicos llamó al ingeniero Leandro Guzmán para hablar sobre la presa de Monte Grande.
De lo que estoy seguro es que le llegó el recado del presidente Hipólito Mejía para que analizara la propuesta de construir la obra en un proyecto llave en mano, mediante el cual se contrata la construcción y luego se comienza a pagar cuando se recibe la obra terminada, lista de un todo, como decían antes.
Luego de hablar con Leandro y con Hipólito este último me autorizó a que le dijera al ingeniero Carrasco, como lo hice, que estudiara la propuesta para construir la obra.
También hablé con varios legisladores y altos funcionarios oiundos de la región Sur, a fin de que levantaran sus voces a favor del proyecto que terminará los trágicos desbordamientos del río Yaque del Sur, más allá de Quita Coraza.
Esa represa permitirá la canalización de millones de galones de agua que debieron estar al servicio del hombre, de la producción, de la generación de trabajo y riquezas y así no continuar haciendo daños a personas sembrados y animales.
Esa agua que ahora se vierte en el mar, entre el ingenio Barahona y puerto Alejandro, debe servir, controlada, regulada y manejada con conocimientos científicos, que los hay, para regar el sediento valle de Neiba, desalar la tierra y ponerla a producir.
Ya lo hizo el ingenio Barahona, cuya producción de azúcar de caña fue posible debido a la desalinización de las tierras de los bateyes, mediante un excelente sistema de riego que tiene presumo más de ocho décadas.
Rompe el alma cuando uno tiene la memoria de infancia de las inundaciones en Jaquimeyes y Palo Alto, cuando uno recuerda las veces que el río botado inunda la laguna de Cabral y se lleva personas, animales, sembrados y todo sigue igual.
La inundación del lago Enriquillo aumenta el salado cuando las aguas se desbordan. Ese salado significa muerte, hambre y desolación. Nada más.
La cuenca del Yaque del Sur, luego de Quita Coraza, quizá sirve para más de una represa de distintos tamaños, para embalses que contribuyan a la creación de energía eléctrica.
Pero lo primero, lo prioritario, lo que no puede ni debe esperar más es la construcción de la presa de Monte Grande por todo lo que significa, que ya lo llevo dicho no sólo en este artículo.
Pese a las muchas necesidades, se construyen nadie sabe cuántas obras de relumbrón, innecesarias, para cosmetizar el desarrollo. Ante las gestiones fallidas, ante los reclamos desatendidos, uno se pregunta: ¿qué demonios hay que hacer para que los gobiernos atiendan los reales reclamos del progreso?
Regar miles, millones de tareas de tierras incultas crea trabajo, riqueza, paz, una nueva actitud frente a la vida: una revolución.
¿Y eso no lo entienden los que mandan?