Debe ponderarse la declaración-advertencia del jefe de misión del FMI sobre nuestro crecimiento económico y de la deuda; entre líneas, como corresponde de una instancia internacional recurrente del lenguaje diplomático: Puede constituir una señal a la comunidad internacional que estamos sobre-endeudados, lo cual traduciría cuidado y exigencia por parte de financiadores e inversionistas para futuras operaciones. Y que nuestra economía no se comporta tan bien como se nos ha querido inculcar.
Los dictámenes del FMI son tomados en cuenta por financiadores e inversionistas para sus operaciones, no solo para la decisión de efectuarlas o no sino en las condicionalidades impuestas: exigencias de reformas, ritmo y orientación de inversiones, tasas de interés, etc.
Una apreciación favorable del FMI aumenta atractivo financiero del país, mientras uno desfavorable traduce restricciones, aleja capitales o encarecen operaciones; lo cual debe ponderar nuestro gobierno que depende mucho de recursos externos para financiar sus programas.
No es descartable que la declaración comentada haya sido parcialmente instada por inversionistas-financiadores que ya tienen negocios en el país, preocupados por la creciente deuda y alta proporción de recaudaciones a destinar al pago de su servicio.
La declaración de marras puede también considerarse como una sutil invitación al gobierno a recurrir a ese organismo. El FMI es un banco de países cuyos clientes son Estados. Somos deudores del FMI. Todo banco aspira seguir relacionándose con sus clientes y refinanciándolo. En nuestro caso, las relaciones FMI-gobierno están regidas por una especie de “entente”, de vigilancia obligada por ser sus deudores, pero sin recurrir a nuevos financiamientos.
Pero hay un giro repentino en el llamado de atención del FMI sobre el endeudamiento. Hace pocos años este organismo estimuló al gobierno dominicano a endeudarse utilizando el financiamiento ofrecido por los 20 países más desarrollados afanados por recuperar la economía mundial. Este giro repentino debe alertar a nuestras autoridades de no someterse dócilmente a dictámenes internacionales cuyas cambiantes políticas suelen obedecer a intereses exógenos, no nacionales.
Pero el giro mayor derivado de la declaración citada surge al deducir el monto adeudado del PBI y comparar su evolución. Descontándole a lo producido lo adeudado, nuestro comportamiento económico evidenció retroceso en lugar del crecimiento que muchos pregonaban.
El PBI en US$ creció un 8% entre 2006 y 2013, mientras la deuda lo hizo a ritmo dos veces superior. Como consecuencia, a partir del 2010 el crecimiento de este PBI, excluido lo adeudado, comenzó a declinar hasta retroceder un 4% en 2013, cuando se redujo a US$38,169 después de haber alcanzado US$39,720 en 2012.
Ojalá que estos giros del FMI sirvan para el adecuado entendimiento de nuestra economía.