Gustavo Wiese Delgado, in memóriam

Gustavo Wiese Delgado,  in memóriam

Siendo la vida terrenal solo un tránsito para otra vida quizás más generosa, nadie debería extrañarse cuando la Parca toque la puerta de un ser humano llamando la partida a los 93 años de edad. Pero no por ello lo inesperado de ese adiós es menos dolorosa. Y lo es más cuando esa partida deja en el hondón del alma huellas profundas, recuerdos imperecederos y hermosos de un ser excepcional revestido de dignidad, decoro, decencia, de amor infinito a su Patria amada y a sus próceres señeros que nos enseñaron amarla “siendo justo, lo primero.” Amarla como se ama a Dios y a la madre que nos dio el ser; a hijos y hermanos, al amigo fraterno, a nuestros semejantes, sin egoísmo.

A Gustavo Wiese Delgado lo conocí a través de mi padre, almas gemelas se entendían de mil maneras, por lo que no podía extrañarme que desde el primer encuentro me tratara como un miembro de su familia, como un padre protector trata a su hijo que bebió su enseñanza luego que lo hicieran cientos de jóvenes en las aulas de la Normal Presidente Trujillo (LPT), impartiendo clases junto a una pléyade de ilustres profesores: Pedro Mir, Tulio Arvelo, Carlos Noel, Andrés Avelino, me recuerda mi cuñado Rubén Andújar Pimentel alumno de ese plantel.

Pasado el tiempo, la vida nos acercó inexorablemente. Terminada la Guerra de Abril, la hermosa epopeya constitucionalista con la odiosa intervención norteamericana, fue llevado al Palacio Nacional el Presidente del Gobierno Provisional, Dr. Héctor García Godoy. Bien asesorado por su pariente Ing. Jimmie Pastoriza, por la AID y Naciones Unidas, impulsó un movimiento reformador de la conducción del Estado y de la Administración Pública, creando mediante las leyes Nos. 10 y 55 del año 1965, el Secretariado Técnico de la Presidencia, y la integración a ese organismo de las Oficinas Nacionales de Planificación, Presupuesto, Estadística y Administración de Personal (ONAP) encargada de la reforma administrativa del Estado. A solicitud del Gobierno, las Naciones Unidas accedió a darle permiso a uno de sus asesores más calificados, el Dr. Gustavo Wiese Delgado, radicado en Caracas, Venezuela, para que vinera a prestar sus valiosos servicios a su país como Secretario Técnico de la nueva estructura creada.
Un grupo de jóvenes entusiastas, becarios del Programa de la AID, egresados recientemente de la Universidad de Puerto Rico con el título académico de Maestros en el Arte y Ciencia de la Administración Pública, no ajeno a aquel proyecto, recibimos con alegría la designación de Dr. Wiese, que de inmediato se puso en contacto con los egresados Raymundo Amaro Guzmán, Víctor Melitón Rodríguez, Eliana Puig de Quiñones, Eduardo Cavallo y Luis Scheker Ortiz, para incorporarlos al personal de la ONAP junto con Cristóbal Gómez Yangüela, Marco Rodríguez, Ney Díaz Newman, Teobaldo Rodríguez, conquistando para la dirección de las demás direcciones generales a otra pléyade de distinguidos profesionales de experiencia, como el Arq. Leopoldo Espaillat Nanita, Guillermo Caram, Jaime Álvarez Dugan, entre otros.

Todo el empeño de ese supremo esfuerzo se vino de repente abajo con el advenimiento del Dr. Joaquín Balaguer, electo presidente constitucional en las elecciones amañadas del 1966 y su estilo peculiar de gobierno, autocrático y patrimonialista, quien no creía en la reforma institucional de Estado y menos en la transformación científica de la Administración Pública. Un breve encuentro con el Dr Wiese, después de múltiples intentos fallidos, fue suficiente para llegar a esa conclusión dolorosa que le obligó congregarnos y anunciarnos su renuncia al cargo porque con el actual Gobierno (Joaquín Balaguer) “no había nada qué hacer”, retornado a su antigua función como asesor de Naciones Unidas en Venezuela. Asomado al asombro ¿Y entonces? – Ustedes deben seguir. Poco después, un mismo día y por iguales motivos Marco Rodríguez y yo abandonaríamos la ONAP tomando viejos caminos. Otros no se rindieron.

No pasó momento alguno en que el Dr. Gustavo Wiese visitara el país sin que provocara un grato encuentro con sus antiguos colaboradores y discípulos, sus entrañables amigos, encuentro que servía no solo para revivir experiencias y tiempos mejores, sino para pasar revista de la situación del país, discutir ideas, opiniones, perspectivas; los acontecimientos más importantes reafirmando nuestros principios y valores democráticos.

Allá en la tierra de Bolívar, Gustavo se afanaba por proyectar y dar a conocer la vida y la obra portentosa de nuestro Patricio Juan Pablo Duarte, junto a su amigo Papito Moreta, Presidiendo el Instituto Duartiano en Caracas, siendo miembro titular del Instituto Duartiano, presidido por su colega el insigne Profesor José Pérez Saviñón.

Sus restos recibirán cristiana sepultura en su patria, a la que tanto amó, rodeado de sus queridas hijas y familiares, de sus caros amigos de siempre que le recordaremos como solo puede recordarse a un ser excepcional, con una sonrisa de amistad fraterna en el corazón y lágrimas de despedida en los ojos. En Paz descanse su alma.

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