Lo conocí siendo yo un niño, cuando mi madre comenzó a estudiar arquitectura en la USD y residíamos en la zona universitaria.
Antes había conocido a su hermano Dardo, cuando jugaba con el Licey y frecuentaba la casa de venta de efectos deportivos, Luis F. Lugo, situada en la calle Isabel La Católica de la Ciudad Colonial, donde trabajó mi papá.
Hamlet era una figura deportiva destacada de la Universidad estatal y Carmen Rita, su novia de entonces, lo acompañaba a los juegos de pelota y otras actividades.
Una pareja impactante: ella, hermosa y alegre, y él un joven altivo, atleta de fuerte calibre.
Recuerdo, cuando acompañado de mi entrañable amigo Heri Schecker Ortiz, hermano de Luisito, asistíamos al Play de la universidad y lo veíamos pichar su “recta de humo” al tiempo de observar a Carmen Rita disfrutar de sus “ponches” y sus “strike”.
Más allá de episodios deportivos ejemplares, presentes sus inquietudes políticas – independientemente de las críticas válidas o no a su forma de ser y trayectoria- Hamlet estaba llamado a sobresalir en nuestra historia. Y sobresalió.
Supe, por ingenieros/as amigos/as, que pronto se convirtió en un profesional de alta calidad.
Volví a verlo en abril de 1965, junto al formidable ser humano y camarada Carlos Ascuasiati, instalando la ARMERIA constitucionalista: gran taller de reparaciones de armas, fabricación de artefactos, blindajes y re-adaptación de vehículos.
Allí, la creatividad de un grupo de calificados técnicos de diversas ramas se esforzaron en hacerle más difícil a los gringos la “toma” militar de la zona liberada de la Capital, sede del Gobierno en Armas; aumentando permanentemente la capacidad de la resistencia popular.
Allí, el talento puesto al servicio de la revolución social creó -entre muchas otras- la versión original de la tanqueta que copió el general contra-insurgente RAMIRO MATOS para luego exhibirla como invención propia.
Vimos con nuestros ojos –y las fotos de Milvio Pérez lo confirman- las tanquetas constitucionalistas, fruto de ingeniosos blindajes y montajes sobre camionetas y jeeps, salir de ese taller y desplegarse, con sus ametralladoras de gruesos calibres, por las calles de la ciudad insurrecta. La vimos también emplazadas, vigilantes y activas en puntos estratégicos de combate.
¡Valioso aporte, en el que se destacaron Hamlet, Carlos Ascuasiati y un técnico metal-mecánico español, cuyo nombre no recuerdo!
Recuerdo sí también a Hamlet Herman como entrenador de yudo en el ring montado en un gran patio de la Zona Colonial, perteneciente a la familia Vicini. Igual su contribución a la Escuela Militar del 14 de Junio, bajo la dirección de los/as destacados/as combatientes Homero Hernández, Teresa Espaillat y Anulfo Reyes, entre otros/as.
Concluida la contienda, Hamlet participó en el Movimiento Renovador de la UASD y asumió la Dirección del Colegio Universitario en una academia plena de dignidad, aunque cercada por una contrarrevolución imperialista y balagueriana.
Más tarde me impactó positivamente su integración a la expedición de Caamaño desde Cuba. Un salto, que por sus peculiares características y circunstancias, catapultó públicamente el rol de combatiente y guerrillero de Hamlet; mucho más que su decorosa y valiosa presencia en la Revolución del 65 y la Guerra Patria.
Luego se destacan en su trayectoria su paso por el PLD de Bosch, sus obras sobre Caracoles y otros temas, y su controversial designación para fundar y dirigir AMET en el primer Gobierno de Leonel.
Sin despreciar sus diversos aportes, valorando su honestidad en las funciones que le tocó desempeñar, prefiero exaltar el papel de Hamlet en su condición de combatiente y co-impulsor de las formidables iniciativas técnicas y formativas durante la epopeya de 1965 y de intelectual-guerrillero en la Expedición de Playa Caracoles; ambas, una gesta y otra hazaña, dirigidas por el coronel Francis Caamaño Deñó.
Prefiero expresarles mi cariño, el de Lulú y nuestros hijos a sus hijos/as, esposa y exesposas, familiares y amigos/as entrañables, y enviarle un abrazo a Socorro Castellanos.
Más en un país dirigido por una clase gobernante-dominante experta en deformar la memoria histórica, destacar lo secundario y banalizar hechos más trascendentes.