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En la carrera ganado por Diomedes, había premios, los dio a conocer el héroe de los pie ligeros. “Una hermosa caldera al fuego y luciente aún; un vaso con dos asas que la llama no tocara todavía”. Pero esto eran bolsas menores. Se hablaba también de damas “de hermosa cinturas” y, el que primero llegara “se llevaría una mujer diestra en primorosa labores”. Así lo consigna la Iliada. Es un libro clásico. No haremos ningún comentario. Pero el hecho que Aquiles organizara esas competencias con carros tirados por bigas –dos caballos- revela que eran populares desde mucho antes. De un hipódromo se habla ya en la vieja Bizancio. Un remoto antecedente, digamos, de los hoy famosos Epson, Lonfchamps, Belmont, Palermo o la Rinconada. Porque en nuestros días, casi no hay ciudad principal sin carreras. Moscú misma tiene uno. Claro. Ya en forma las carreras de caballos empezaron a tomar su caracteristicas actual en Inglaterra tal vez con el rey Alfonso el Grande, durante el siglo VII. Su popularidad y la creación de pura sangre, se debe al impulso que le otorgaron al deporte la familia real y la nobleza inglesa a través de muchas centurias. Si los nobles de la corte le gritaban las cosas que algunos aficionados actuales, es cosa que no se sabe.