El incesto es una de las conductas de violencia sexual intrafamiliar más comunes y menos denunciadas. Según el origen de la palabra del latín, incestus, se considera como una acción impura. Se trata de una relación sexual entre parientes muy próximos, ascendientes, descendientes y hermanos.
Según explica Solange Alvarado, psicóloga y terapeuta familiar y directora del Centro de Atención a Sobrevivientes de Violencia de la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional, el incesto es una de las vivencias más traumáticas para un niño.
“La huella que deja es muy profunda y secuestra prácticamente todas las áreas de desarrollo de la vida”, dice.
Incesto paterno-filial. Los padres que abusan sexualmente de sus hijas, que las violan y embarazan cuando son menores y las obligan al silencio, encuentran como cómplice el silencio de toda la familia. Esto, según explica la especialista, encuentra respuestas en varios factores “primero está el tema de la lealtad: como familia entienden que pueden resolver la situación a margen de la justicia; luego el tema económico, la misma familia le advierte a la adolescente que si su padre (violador) es sometido a la justicia ¿quien va a mantener la familia?”
También influye en el silencio el hecho de que muchas veces a los niños no le creen que han sido abusados “los parientes suelen dudar que ese padre ejemplar, ese abuelito tan tierno, haya podido abusar de un niño, no sabiendo que los agresores sexuales se manejan en doble fachada, es decir, hacia afuera proyectan una imagen impoluta y hacia adentro le dan rienda suelta a su lado más oscuro.
Un asunto de todas las clases. Este tipo de temas no suele salir de las paredes hogareñas, salvo cuando los casos se dan en sectores muy empobrecidos. La explicación, según Alvarado, es obvia: “Los pobres denuncian más porque en realidad no tienen mucho que perder si en su barrio se enteran de la situación; en cambio, la clase media alta pone en riesgo su ‘prestigio’, si la sociedad llega a saber que esto pasa en sus casas”.
El escenario y factores de riesgos. Muchos se preguntarán ¿cómo pasa esto entre cuatro paredes sin que la madre se entere?
Según la terapeuta, puede pasar gracias a la dinámica de familia. “Por ejemplo, que papá y mamá no coincidan en el hogar, o sea, que trabajan en horarios distintos y la menor se tenga que quedar a solas con el agresor; eso hace que la vida provoque una intimidad que ponga en peligro a la niña o adolescente”, advierte.
Otro factor de riesgo es cuando a las niñas son parentalizadas, es decir, cuando a la nena se le asignan responsabilidades de adultos, “cuando esa niña se hace cargo de las labores del hogar: cocinar, atender sus hermanitos”.
En un matrimonio donde la parte sexual no se cumpla a plenitud puede pasar que ese hombre quiera balancear esa necesidad sexual dentro de la familia utilizando a una hija, “claro que esto no es una regla, solo es un factor de riesgo”, aclara.
El extremo de la crueldad. En su experiencia como terapeuta familiar, Alvarado ha visto casos donde una niña es abusada por un pariente o por su propio padre luego de haber sido abusa por un particular. “La familia se entera de lo sucedido y ese tío o padrastro, por ejemplo, puede aprovechar la situación y seguir abusando de la menor”.
Señales de riesgo. Que los límites corporales entre el menor y adulto se rebasen, la negación del niño a estar con alguien o el otro extremo: querer estar mucho tiempo a solas con ese pariente o amigo de la familia, cuando, también ese padre se muestra muy controlador con su hija.
En el caso de los niños pequeños, la terapeuta dice que aunque no saben hablar, cuando están siendo víctimas incesto tienden a tener pesadillas con su papa, sueños que hablan de esta tragedia.
ZOOM
Violaciones en el entorno familiar
A finales del 2014 Marisol Tobal, procuradora general adjunta y coordinadora nacional de Niños, Niñas y Adolescentes, denunció que este tipo de casos por lo regular no llega al Ministerio Público. Refirió que reciben muchas denuncias, pero son más las que no llegan debido a que cuando se da una violación en el entorno familiar, se crea una presión muy grande sobre el denunciante y por eso muchos “no tienen un feliz término” en materia penal. Otra de las razones por las cuales no hay más sentencias favorables y “se caen” los expedientes, es que “los procesos judiciales en el país son muy tortuosos”. Tobar explicó que los querellantes tienen que llevar a la víctima al médico legista, luego al psicólogo forense, posteriormente ante el Ministerio Público y luego ante los jueces. Reconoció que existe una debilidad en el manejo de los casos reportados.
LAS CIFRAS
1,933
Casos. En los últimos cinco años (2009-2013) los tribunales del país conocieron 1,933 casos de delitos o denuncias sexuales cometidos contra niños, niñas y adolescentes, según los registros estadísticos de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). Según la SCJ, el 2013 cerró con 468 casos reportados, de los cuales, en 252 hubo condenas y en 78 casos los implicados fueron dejados en libertad. De igual forma, según las estadísticas, desde el año 2008 hasta agosto del 2014, en el Distrito Nacional fueron atendidas 2,333 denuncias de delitos sexuales contra menores, de los cuales, el 91 por ciento fueron contra niñas y el 9% contra niños.