Juan Marichal llegó a los Estados Unidos por primera vez en 1958, donde se mantuvo por dos años en ligas menores, antes de ser subido a la Gran Carpa, relata el inmortal de Cooperstown.
Era un época de mucho y cruel racismo. Para un latino de color, las cosas eran mucho más complicadas.
“Fue muy difícil salir del país, comenzando de que no sabíamos ni decir agua en inglés y por ahí comenzó todo ese proceso, de uno llegar a un país extraño, aprender una nueva cultura… nunca cuando íbamos tan alegres un grupo de dominicanos, íbamos a visitar el país más grande del mundo, nunca imaginé lo que iba a enfrentar, que era el problema racial”, dijo Marichal al conversar con redactores de Hoy en su hogar en Las Praderas.
“No podíamos ni quedarnos en el mismo hotel que los compañeros blancos, eramos compañeros en el camerino y en el terreno de juego, pero después todo era separado”.
¿Por qué aguantar todo eso, cuando para aquel entonces, un pelotero no percibía grandes ingresos?
“Ganaba US$300 mensuales en esa época… Hay un motivo bastante poderoso por el que decidí regresar. Cuando era niño y me quedaba jugando pelota y no iba a la escuela, recuerdo que mi profesora pasaba por mi casa y le decía ‘doña Natividad, Manico no fue a la escuela hoy’ y eso era un problema por aguantar las quejas de mi madre y yo le respondía ‘mamá no se preocupe que voy a ser pelotero’, pero yo quería ser pelotero no por saber nada de Grandes Ligas ni de Cooperstown, sino porque aquí en mi país había un equipo amateur impresionante, el integrado por los que fallecieron en la tragedia de Río Verde… por el único motivo que no me rendí tras ese tema de racismo, fue por la promesa que le hice a mi madre que iba a ser pelotero”, dijo.
Pero además, su espíritu luchador también contribuyó.
“Pensé que había que luchar para salir adelante, pero fueron momentos difíciles, muy difíciles. No nos dejaban entrar a un restaurante, había zonas que no podíamos entrar, como un baño donde entraban los blancos y en esa época había que pagar para entrar a un baño. Cuando viajábamos, a veces por 22 días en autobús, y cuando paraba -recuerdo que había cuatro latinos y dos negros- nosotros teníamos que quedarnos dentro del autobús”, lamentó el Monstruo de Laguna Verde.

Su llegada a la Aviación. Previo a su paso a Estados Unidos, Marichal ya era un jugador destacado en el país, jugando pelota amateur, hasta que atrajo la atención de Ranfis Trujillo.
“En el 56 jugaba del Manzanillo y fuimos al torneo nacional. Nos tocó jugar un domingo con la Aviación Militar Dominicana y lancé tremendo partido. Al otro día, yo vivía en unos barrancones en la playa, al lado del muelle junto a un grupo de peloteros, me tocan la puerta, me levanto y abro y recibo un teniente con un telegrama y me sentí un poco nervioso, pero alegre porque si ingresaba a ese equipo, estaría con el mejor de la época. Cuando le dije a mi mamá lo que había pasado, ella se puso furiosa, porque ella decía que era un niño para ingresar a la milicia. Llegué a la casa a las 11 de la mañana, y a las 4 de la tarde llegó el mismo teniente con otro telegrama, diciéndome que me reportara a la aviación. Ahí mi mamá dijo que había que aceptar porque con esa gente no se jugaba”, recordó.

Licey lo dejó pasar. Después de sus primeros tiempos jugando para la Aviación, Marichal volvió a llamar la atención de otra persona, esta vez, de un equipo de la pelota invernal, los Tigres del Licey.
“El presidente del Licey de esa época, Ignacio Guerra, fue a la base a solicitarle a Ranfis (Trujillo) para firmar a Pedro González y a mí. El quería a Pedro para jugar del Licey ese mismo año, pero que me dejaran a mi en la base, firmado, pero para enviarme a Estados Unidos al año siguiente y tengo entendido que Ranfis le dijo que era a los dos para de una vez y él decidió firmar solo a Pedro… Después de mi temporada con la aviación, que perdí solo tres juegos en catorce meses, Guerra volvió donde Ranfis y él le dijo que no, que yo iba para el Escogido”, relató.
Aunque no tiene lamentos en su carrera, y aprecia enormemente el trato que siempre ha recibido de parte de los Gigantes, la idea de lo que pudo ser, no escapa su mente.
“Adoro a los Gigantes y a San Francisco, pero si hubiera firmado con el Licey, hubiera pertenecido a los Yanquis y me hubiera colado en muchos de esos campeonatos… te digo la verdad, a la mejor hubiera sido todo diferente”.
Pero aun así es inmortal, y agradece con mucho cariño, siempre, a los Gigantes.

En 1969 se iba a quedar en RD porque no querían pagarle US$115 mil

Luego de una temporada de 1968, en la que tuvo marca de 26-9 y efectividad de 2.43, Marichal hizo una solicitud a los Gigantes de San Francisco que le fue rechazada: pidió un aumento de US$100,000 a US$115,000.
Como resultado, el dominicano hizo lo siguiente.
“Hubo un año que me quedé en el país porque pedí un aumento. Faltaban 10 días para terminar los entrenamientos y el manager Herman Franks habló con la gerencia y les dijo que me dieran lo que quería o no iba a lanzar ese año”.
Pero los directivos de los Gigantes recapacitaron e hicieron un llamado a Marichal.
“Me llamaron y me dijeron que comprara el boleto de avión y que fuera a Arizona que me iban a reembolsar que ya eso estaba resuelto”, recordó Marichal.
Sin embargo, al presentarse al campo de entrenamientos de los Gigantes, fue llamado a la oficina de los directivos donde le pidieron que se sentara frente a un escritorio y la historia cambió con relación a lo que le habían comentado.
“Al llegar allá me dicen que iban a renegociar de nuevo y yo les dije que no. Me preguntaron entonces si me iba a ganar ese dinero cortando caña y yo les dije que no, pero que si me daban mi release yo ganaba el doble de lo que estaba pidiendo, que eran US$115 mil. Ahí me dijo que sí y se resolvió ese problema”.
Marichal respondió ese desafío con una campaña de 21 victorias y 11 derrotas y lideró la Liga Nacional en efectividad con 2.10.
Se estima que en su carrera completa en Grandes Ligas, Marichal tuvo ingresos por un monto de US$1.2 millones.

Juan Marichal
Cuando íbamos tan alegres un grupo de dominicanos, a visitar el país más grande del mundo, nunca imaginé que iba a enfrentar, el problema racial”.

Por el único motivo que no me rendí tras ese tema de racismo, fue por la promesa que le hice a mi madre que iba a ser pelotero”.

Adoro a los Gigantes y a San Francisco, pero si hubiera firmado con el Licey, hubiera pertenecido a los Yanquis y me hubiera colado en muchos de esos campeonatos… te digo la verdad, a la mejor hubiera sido todo diferente”.
Cuando me convocaron para la Aviación, estuve nervioso”.