Bruselas. El presidente electo de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, se enfrenta al enorme reto de ahondar el proyecto europeo y para ello deberá superar resistencias en lo económico, político e institucional y mirar de frente la cuestión británica o posibles cambios en los tratados, afirman los expertos.
“Juncker afronta un gran número de problemas que se reducen esencialmente a dos retos claves- el económico para por fin pasar página a la crisis y restaurar la competitividad de Europa, y el político para recuperar la confianza de los ciudadanos en la Unión Europea (UE)”, señaló a Efe Pawel Swidlicki, analista del centro de estudios Open Europe.
Los expertos Guntram Wolff y André Sapir añaden en su memorando a los presidentes entrantes de las instituciones comunitarias un tercer reto, el del cambio de los tratados para situar a la Unión Monetaria en un fundamento más estable, revisar las competencias de la UE y “reajustar” la relación entre la eurozona y los Veintiocho, y en particular con el Reino Unido.
El que fuera primer ministro de Luxemburgo durante 18 años y presidente del Eurogrupo durante ocho ha resumido en diez puntos su agenda para “un nuevo comienzo para Europa”, en la que asume que su tarea esencial será reconstruir puentes en Europa después de la crisis, restablecer la confianza de los ciudadanos, centrar las políticas en los principales desafíos de la economía y la sociedad y reforzar la legitimidad democrática en base al método comunitario.
El reto económico parece obvio- con una recuperación económica que se ha estancado en el segundo trimestre y un paro que, si bien ha bajado a niveles de 2012, todavía se sitúa por encima del 10 % y en el caso del desempleo juvenil por encima del 23 %, Juncker tendrá que buscar el difícil equilibrio entre políticas que fomentan el crecimiento y la creación de empleo y la consolidación fiscal.
En lo político, el líder conservador deberá reformar el funcionamiento de las instituciones comunitarias y lidiar al mismo tiempo con cuestiones externas urgentes, que se derivan por un lado del creciente escepticismo hacia la UE, y por otro de la necesidad de responder a preguntas que han permanecido sin resolver.
Así, tendrá que reducir la burocracia en las instituciones y encontrar el equilibrio entre las exigencias ciudadanas para que haya “menos Europa”, pero también “más Europa”, lo que puede significar más competencias a nivel comunitario mientras que otras permanecen o incluso se devuelven a los países, indican en Bruegel.
Muchos de los problemas con los que Juncker se encontrará tendrán que ver precisamente con la falta de consenso sobre qué es Europa y qué Europa queremos, afirman los analistas de ese centro de estudios, cuando al mismo tiempo muchas de las reformas para el crecimiento y otras sólo serán posibles si hay un acuerdo sobre la necesidad de una revisión del Tratado, consideran.
El ex primer ministro tiene claro que quiere “una UE que sea más grande y ambiciosa en las cosas grandes y más pequeña y modesta en lo más pequeño”, dijo antes de ser confirmado por la Eurocámara, y tampoco le asusta la posibilidad de tener que impulsar cambios limitados en el Tratado o la cuestión sobre el futuro del Reino Unido en la UE, indicó a Efe uno de sus colaboradores.
El primer ministro británico, David Cameron, ha prometido para 2017 un referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la UE, un momento que podría ser el adecuado para ese debate. Juncker ha dicho que quiere un “acuerdo justo” para ese país y quizás por ello ha recalcado en su agenda en el punto “una Unión de cambio democrático” que “no necesariamente hemos de avanzar todos a la misma velocidad».
El luxemburgués tiene a todos los retos una respuesta en su agenda, pero habrá que ver si los Estados miembros están dispuestos a definir junto con él qué Europa quieren y si él mismo tiene el carisma para no descafeinar su propia visión del proyecto europeo.
“Como conocedor de los entresijos de la UE, no está nada claro que él tenga el necesario sentido de perspectiva para hacer frente a todos estos problemas, pero si adopta una actitud pragmática y conciliadora hay definitivamente margen para sacar adelante la reforma de la UE”, concluyó Swidlicki.
Ello permitirá además demostrar a una ciudadanía británica escéptica que merece la pena permanecer en la Unión, agregó.