Junior, Johnny, Quimbara

Junior, Johnny, Quimbara

POR ALEXIS MÉNDEZ
Júnior tenía más de una hora esperando. Su vista tropezaba con los cuadros que colgaban en la pared, con las chalinas de los camareros y con las etiquetas de los vinos. Pero no se desesperaba. Sabía que en algún momento Johnny bajaría, y él dejaría de escudriñar todos los rincones del lobby de aquel hotel.

Estaba convencido de que era su única oportunidad, y estaba decidido a permanecer allí el tiempo que fuera necesario.

Mientras dormitaba, oyó unas voces. Cuando levantó la cabeza, se vio rodeado de un grupo de personas. Ahí estaba la regia figura del gran Johnny Pacheco, rodeada de amigos y revestida de un aura de fama, talento y poder.

Sin perder más tiempo, Júnior se le acercó diciéndole:

-Oye Pacheco, tengo un temita que quiero que oigas.

Todos se quedaron mirando aquel jovencito que había quebrado las carcajadas del grupo. Johnny le contestó que tenía una reunión importante en ese momento, que se tomara un café mientras volvía.

Tomarse otro café era un sacrificio para Júnior. No obstante lo hizo complacido, porque, a diferencia de los anteriores, este venía endulzado con la esperanza de ser escuchado por el maestro de la música latina.

La reunión se prolongó más de la cuenta. Junior había bebido tres tazas de café y no tenía más dinero para una cuarta. De repente vio a Johnny subir las escaleras, esta vez solo. El famoso flautista se entretuvo en aquella reunión, lo que le hizo olvidar que Júnior lo estaba esperando. El chico no vaciló en correr hacia él. Mientras lo hacía le gritaba.

-¿Eh, tú no me vas a oír?

-¿Oír qué? -respondió Johnny

-¿No me dijiste que te esperara?

Buscando la manera de quitárselo de encima, Johnny le preguntó si tenía una partitura o una grabación de lo que quería mostrarle.

-No señor, la tengo aquí -respondió, apuntando a su garganta.

En ese mismo instante, sin que Johnny se lo pidiera, Júnior encorvó su cuerpo, usó sus muslos como tambores y empezó a cantar: “Quimbara quimbara quimbaquín bambᅔ

Johnny quedó enamorado de aquel canto. De inmediato, sus manos aportaron la clave para continuar aquella rumba que se desarrollaba en medio de una escalera.

-Eh mamá, eh eh eh mamá -Seguía cantando Júnior

-Eh mamá, eh eh eh mamá -Le respondía Johnny, como si en su mente ya estuviera haciendo los arreglos de aquella canción.

-Para sorpresa de Júnior, este fue el tema que le dio el éxito a la dupla Celia Cruz-Johnny Pacheco. Había sido difícil para Jerry Masucci, presidente de Fania Records, poder juntar a estas dos estrellas, y cuando al fin lo logró ahí estaba “Quimbara”, la composición de Júnior Cepeda, la cual fue punta de lanza para que el disco titulado “Celia y Johnny”, del 1974, alcanzara grandes cifras en venta.

Las liquidaciones por derecho de autor fueron llegando. Cada día aumentaban las demandas de músicos que le pedían a Júnior que le hiciera una “cancioncita”. Johnny llegó a grabar diez de sus composiciones.

El joven tuvo que mudarse, de Puerto Rico a Nueva York, porque allí estaba el negocio. En aquella urbe se concentraba la crema y nata de la música latina, cantantes, músicos, compositores, todos buscando el esplendor que se desprendía del maridaje entre el Caribe y la cultura urbana de esta ciudad.

Allí, también conoció a una mujer que le doblaba la edad. Con esta mantuvo una relación amorosa, inaceptable para sus más cercanos. Un día, arrebatada por los celos, esta le dio tres balazos a Júnior. El muchacho murió con apenas 22 años, y ansioso de que sus creaciones continúen aportando a ese nuevo movimiento musical que tambaleaba al mundo en compases 4×4.

En una ocasión en que se le pidió a Johnny Pacheco comentar aquel hecho, este se limitó a decir: “La infeliz asesinó a uno de los mejores autores de salsa de todos los tiempos”.

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