A propósito de los actos de celebración del Bicentenario del Padre de la Patria, no hemos observado ninguna intención tendente a rectificar una de las agresiones más ominosas contra el esclarecido prócer, sus adversarios políticos e históricos lograron disminuir su condición de padre de la patria adicionándole dos padres más. Hasta el presente las actividades oficiales se han limitado a saturar la conmemoración con ofrendas florales diarias, pero no se quiere tocar esa ineludible tecla de reivindicar el carácter de Padre de la Patria que en buena lid obtuvo: Juan Pablo Duarte. En todos los países esta distinción está reservada a la personalidad más destacada en ese rol, incluyendo múltiples naciones con dimensiones territoriales más grandes que la nuestra como Venezuela, Colombia, Argentina, México y Estados Unidos. Nosotros nos permitimos el «lujo» de contar con tres padres de la patria, la idea fue desarrollada (lamentablemente se ha fortalecido a través de los años) para menoscabar los méritos de Duarte. La clase dominante reaccionaria nunca le perdonó su radicalidad en tomo a la defensa de la soberanía nacional y el cuestionamiento a los políticos autoritarios.
Desde la educación primaria se nos enseña que Duarte, Sánchez y Mella eran compañeros íntimos, cuando la verdad histórica establece que en todas las circunstancias sus compañeros íntimos fueron Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina, vínculos fuertes no solo a nivel personal sino político. Pérez llegó a enloquecer defendiendo las posiciones de Duarte, y Pina prefirió el exilio antes que plegarse a los dictados de Santana y Báez. En todas las acciones políticas de Duarte ambos estaban presentes. Además los tres eran los principales dirigentes de La Trinitaria-Filantrópica.
Por el contrario Sánchez cometió múltiples errores, no comprendió el significado de patria absolutamente libre que asumió Duarte. Por eso suscribe la infamante nota del 8 de marzo de 1844 que entregaba Samaná a perpetuidad a los franceses, se mantiene contemporizando con la camarilla anexionista hasta que regresa Duarte e inicia la lucha contra los proyectos de los reaccionarios, ahí Sánchez retoma el cauce avanzado. Luego se declara abiertamente baecista, su pensamiento y acción a partir de este instante estarán al lado de Buenaventura Báez (que tenía una conceptualidad política e ideológica diametralmente diferente a Duarte) por eso dirige la maniobra conocida como «Matrícula de Segovia» (con la abierta intromisión de España en nuestros asuntos internos) contra el régimen también anti-patriótico de Santana. El ilustre historiador Juan Isidro Jiménez Grullón al analizar la actitud de Sánchez en su papel de coordinador del proyecto de la «Matrícula de Segovia», comentó que se matriculó moralmente como español en el consulado de ese país. Obviamente Sánchez tiene grandes atenuantes con su inmolación durante la anexión, aunque se debe agregar que ese movimiento desarrollado en la frontera Sur dirigido por Sánchez y Cabral, se organizó de manera oficiosa a nombre del bando de la Regeneración que dirigía Báez, quien finalmente desautorizó al grupo, aun reciente la sangre de Sánchez.
Mella se adhirió al santanismo, los documentos históricos no nos dejan mentir cuando se revela que fue a Puerto Rico y España cabildeando la anexión a la entonces importante potencia colonial. Se mantuvo como dirigente del sector retardatario santanista hasta integrarse al movimiento de la Restauración. Sánchez y Mella nunca fueron coherentes en tomo al criterio de patria libre, contrario a Duarte que no solo fue el creador exclusivo de fundar la República Dominicana, sino que en todos los instantes siempre estuvo atento para luchar contra las actitudes tendentes a sabotear ese proyecto.
¿Cuándo aparece la tríada? En 1893 un notable grupo de ciudadanos decide erigir una estatua a Duarte (en el grupo se encontraban connotados adversarios de la tiranía lilisista) argumentando entre otros aspectos que: «Al glorificar a Duarte, se glorifica más que al hombre a la idea que aquél representaba». Señalamiento de índole «subversivo» en aquellos momentos que reinaba un ambiente de completo eclipse de las libertades públicas.
Juan Francisco Sánchez (hijo de Francisco del Rosario Sánchez y alto funcionario de la tiranía lilisista) le sale al frente al grupo y en virtud de sus influencias en las esferas gubernamentales se prohíbe la instalación de la estatua de Duarte. Se desata una polémica, desde el gobierno se lanza la idea sentenciando no solo Duarte era el padre de la patria, sino que esa condición también correspondía a Sánchez y Mella. Hasta esos instantes no existía la denominada tríada de los padres de la patria.
El periódico oficialista El Teléfono promueve la idea gubernamental de la tríada. Entonces el Congreso lilisista emitió una ley legalizándola y ordenando la erección de un monumento a Duarte, Sánchez y Mella en la Plaza Independencia. La tradición rememora que tras las protestas por el atropello contra la memoria de Duarte, el autoritario Presidente Ulises Heureaux, sentenció: «no me muevan el altar porque se me caen los santos». De este modo harto arbitrario aparece la tríada (Duarte, Sánchez y Mella) que nuestras generaciones conocen como los padres de la patria. La tríada fue relanzada durante la «Era de Trujillo», con el propósito de investir y acentuar a Trujillo como el «Padre de la Patria Nueva». Si el más allá existiera, observaríamos en el averno a Lilís con su sonrisa sardónica muy complacido por el inexorable predominio de su tríada. ¡Atrás las ofrendas vacuas, impulsemos la justiciera reparación en honor a la verdad histórica en torno al Padre de la Patria, que es el mejor homenaje que puede recibir el patricio en su Bicentenario!.