Pese a todas las advertencias desinteresadas que se han hecho para que no se construya una carretera que atraviese el macizo de la Cordillera Central, se sigue insistiendo en esa obra.
Los intentos son viejos. Se la propusieron al Dr. Joaquín Balaguer muchas veces, y aunque dicen que estaba ciego, tuvo la visión de rechazarla. Convencieron al presidente Antonio Guzmán de sus beneficios aparentes, de que la oposición a la misma eran celos de los capitaleños, e intentó hacerla. Pero no pudo.
Ese proyecto no es aconsejable. La inversión de cerca de $300 millones de dólares que podría costar la carretera no es una prioridad ya que existen otras vías de comunicación ya hechas que podrían mejorarse con menos recursos económicos, un aspecto que debería preocupar dado el alto endeudamiento del país. La inversión no es aconsejable desde el punto de vista de su retorno económico, ya que existen necesidades de apoyo en otras obras más productivas.
Y el aspecto menos entendido, la obra es una apuesta al trastorno ambiental de la Cordillera Central, en su mayor función económica, social y ambiental que es la producción de agua. Dentro de esta preocupación, y sin minimizar los recursos que se perderían o se deteriorarían en el proceso de construcción, el factor mayor de riesgo es la colonización que fomentaría la existencia de una vía por esos lugares frágiles. Son previsibles la construcción de casas y casuchas, aumento del conuquismo, tala de árboles, la desestabilización y pérdida de los suelos, sedimentación de presas, y sobre todo el deterioro creciente de la cantidad y calidad del agua que bebemos y consumimos muchos de los residentes de esta isla.
La construcción de una carretera por esos lugares no es una intervención temporal, cuyos efectos podrían tratar de revertirse cuando esa intervención cesara. Es un trastorno permanente que agrandará y multiplicará sus efectos a medida que el tiempo pase.
Quizás algún día el aumento poblacional demande la construcción de un tren u otro medio de transporte, que en el trazado de la vía requerida, y en la operación del medio respete los recursos vitales de la cordillera, y evite los efectos de la colonización. El proyecto de una carretera que aumente el transporte no colectivo y atente contra los recursos naturales y el medio ambiente no es aconsejable.
La Cordillera Central es la Madre de las Aguas. Cuando escribí la novela en la que se acuñó ese nombre pensé titularla con una interrogante que incluía una preocupación: ¿Morirá la Madre de las Aguas?. El protagonista de la novela me convenció de que así como él y muchos la defendieron, otros, con más conocimientos y compromisos lo harían también. Ella no moriría. Muchos seguimos aferrados a esa esperanza.