Reto a lo prohibido, ruptura del orden establecido, escenario burlesco de la mis acristiana, inversión de los roles de los personajes de la Iglesia, La Fiesta de los Locos*, conocida en Francia entre los siglos XII y XVI -aunque algunos autores sostienen que hasta el siglo XVIII se la veía sobretodo en las zonas rurales- es reminiscencia de lo que fueron en la Roma antigua las Saturnales o Fiestas de Saturno de las cuales, de manera general, derivan los carnavales que se conocen hoy en día en la mayoría del Occidente cristiano. Es expresión cíclica del tiempo encontrada ya en civilizaciones muy remotas. Conserva rituales anteriores al cristianismo, que reflejan una concepción mágica del pasaje a un nuevo año.
EL SOLSTICIO DE INVIERNO
Un conjunto de festividades llamadas por la Iglesia Fiestas paganas se circunscriben en torno al Solsticio de Invierno. Este señala el vencimiento de la Luz sobre las tinieblas, el fin del invierno, del frío, de la oscuridad. Sus ritos y celebraciones se encuentran presentes en la cosmogonía de la mayoría de los pueblos pre-cristianos.
En Las Saturnales, según la creencia, Saturno mismo había dictado que durante las mismas, los esclavos tomasen el lugar de sus amos y viceversa. La inversión del orden, en todo, era de rigor. Para muchos autores el inicio de las festividades era el 25 de diciembre pero, en realidad, esto estaba determinado por el día del solsticio que suele tener lugar hacia el 21 de diciembre. Luego hay una duración de 12 días en que las fiestas se suceden desde la Natividad hasta la Epifanía o Día de los Reyes, pasando por la Fiesta del Asno (25 de diciembre), la de San Esteban (26 de Dic.), San Juan Evangelista (27 de Dic.), La Fiesta de los Inocentes (28 de Dic.), la San Silvestre (31 de Dic.), el Día de la Circuncisión (1ro. de enero), la Epifanía o Día de los Reyes(6 de enero), etc. Estos 12 días aseguran la unión del año viejo con el año nuevo. Es necesario hacer notar, sin embargo, que costó mucho a la Iglesia imponerse. Estas, eran fiestas paganas, las cuales, en sus orígenes, la Iglesia desaprobaba de manera categórica. No obstante, debido a como estaban ya ancladas en el pueblo, su erradicación resultaba muy difícil, además de que, obviamente, cumplían una función liberadora a la que la Iglesia no podía sustraerse. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas supieron jugar de una manera muy hábil, logrando apoderarse de dichas celebraciones como si fueran fiestas cristianas y haciéndolas pasar a la historia como tales.
En muchos escritos la Fiesta de los Locos es confundida con la Fiesta de los Inocentes y también con la Fiesta del Asno. Es probable que, como se sucedían, fueran a veces mezcladas. En la Fiesta del Asno, una joven iba montada en un asno con el que entraba a la iglesia llevando un niño en los brazos. La diferencia de esta escena con la Natividad es que, en la versión relacionada con la Fiesta de los locos, se canta una misa que no tiene nada que ver con la cristiana y va acompañada, además, por el rebuznar del asno. En la Fiesta de los Inocentes, son los niños los protagonistas. Toman el rol de los adultos, son los que conducen la misa vestidos de sacerdotes, y a quienes les son aprobadas toda suerte de fechorías. Esta fiesta está relacionada con la historia bíblica de la matanza de Herodes.
El calendario litúrgico cristiano no llega a legitimarse más que a partir del Concilio de Nicea, en 325, en el cual la Iglesia, ante la imposibilidad de erradicar las fiestas paganas, decide apoderárselas bautizándolas con nombres cristianos y oficializándolas como tales en el calendario.
LA FIESTA DE LOS LOCOS
Es en las ciudades en donde había catedrales en donde empiezan las primeras celebraciones de la Fiesta de los locos, teniendo lugar en su interior o en las iglesias.
La regla era sacar a la luz todo lo opuesto a lo que normalmente se conocía: usar la izquierda en lugar de la derecha, dormir de día y festejar de noche, las mujeres iban vestidas de hombres y estos de mujeres, especialmente los miembros del clero, sacerdotes, diáconos, monaguillos, todos los personajes que constituían el bajo clero eran los protagonistas principales. Se trataba de elegir a uno de ellos, el que hiciese la mueca más ridícula u obscena para ser el “Papa de los locos”. Luego, haciendo uso del lenguaje más obsceno y vulgar posible, se oficiaba la “misa” en un latín mal seguido por aquellos que no entendían –recordemos que solo los letrados, que eran pocos, conocían el latín- sin embargo, no importaba ya que todo se resumía a una retahíla de obscenidades. Cualquier gesto, pose o palabra que resultara una afrenta, era bienvenida por el público. Se comía, se jugaba y se hacía de todo en el altar. El alcohol, la comida y la depravación llevaban al paroxismo. Cualquier “loco” del grupo personificaba al Papa profanando su discurso. Se hacían hervir zapatos y cosas malolientes en contraposición al incienso, se jugaba a los dados y otros juegos. Luego el grupo salía en fanfarria y era seguido por gentes del pueblo quienes, al igual que los sacerdotes, disfrutaban al máximo esos momentos de laxismo, de laisser-faire, únicos en medio de la rudeza de una vida de arduo trabajo, de increíble rigidez en las costumbres, de privaciones y de poco esparcimiento como era la sociedad medieval. Tal vez ninguna otra época en la historia ha conocido las miserias, o La Miseria, que fue el Medievo. Nuestro siglo pasará a la historia como “El siglo de las Crisis” y nosotros, ocupados como estamos de saber cuándo empezó y cuándo terminará, tendemos a olvidar lo que se vivió en otras épocas, pero la Edad Media fue una época terrible sobre todo para el plebeyo. El clero y la nobleza estaban por encima de las preocupaciones que aquejaban a la mayoría de los mortales ya que, como ha sido siempre, estos solo se sometían a la rigidez de los códigos morales cuando les convenía. Es bien sabido que la clase dominante dicta las leyes pero es el pueblo quien las sigue.
Así es como los festejos del carnaval, que empiezan a tomar cuerpo antes de la cuaresma, vienen a abrir una puerta la cual, tal una presa que se abre, libera energía contenida y restablece el flujo de las aguas.
Lo prohibido, la posibilidad de la transgresión, eso que viola las reglas, que casi agrede con su manifestación, es lo que da al festejo su carácter relajante. Es casi algo que el cuerpo mismo exige para poder continuar. La Iglesia del Medievo resultaba tan constringente para los individuos que la burla y los excesos de fiestas como la de los Locos a veces se escapaban de las manos de los mismos organizadores. La Iglesia trataba en vano de prohibir lo que ella consideraba una afrenta pero, el pueblo hacía caso omiso.
LO SAGRADO Y LO PROFANO O CÓMO SE TEJE UN MITO
La ruptura de ciclos es importante en la vida de los seres humanos y el elemento festivo que a menudo acompaña es esencial para la supervivencia de los pueblos. Desde tiempos arcaicos diferentes civilizaciones han sabido encontrar el equilibrio entre reposo y labor, esparcimiento y trabajo. Hay que inventar dioses que recuerden a ambos. Los dioses de la Luz y de las Tinieblas, los del Reposo y el Trabajo, la Guerra y la Paz. Lo que está en juego aquí es la armonía entre los períodos de vigilia y de sueño, de la vida y de la muerte que nos recuerdan inclusive los movimientos de la respiración.
La importancia del Solsticio de Invierno para estos pueblos es que este, con las cosechas, anuncia la llegada de La Primavera. Salimos de las tinieblas para ver la Luz, del frío para el calor. La ruptura es promesa de vida y por ende motivo de festejo.
Es así como los elementos mismos de la naturaleza ofrecen al hombre las herramientas con las cuales este tejerá los mitos que formarán la estructura simbólica que sustenta su cosmogonía, de lo cual depende la supervivencia del grupo.
Saturno, Dios de la Agricultura, anunciaba producción, cosecha, esperanza, vida.
Y esa misma promesa aún persiste en el inconsciente del hombre de hoy.
*La Fe^te des FousauMoyen?ge