La tranquilidad y la resignación con que Nuria narra su realidad muestran la fortaleza de carácter que tiene esta mujer de 36 años, que ha tenido sobradas dificultades para encontrar un donante de riñón compatible que le dé la oportunidad de criar a su hijo de nueve años que, bajo todo tipo de riesgo, decidió concebir.
Hasta a Marlon ha hecho partícipe de su delicada condición de salud, porque la enfermedad ha crecido con él y porque las dificultades que ha encontrado para obtener un órgano que le dé vida la han hecho organizar todo para enfrentar la muerte, si llega antes que el riñón que necesita.
Nuria Molano, de 36 años, fue diagnosticada con insuficiencia renal crónica en el año 2005. Descubrió su condición tratando de bajar de peso con sopas de vegetales y desde ahí todo ha sido un viacrusis.
“Yo soy odontóloga. Cuando empecé a estudiar noté que ganaba peso, pensé que era el estrés de la carrera e inicié una dieta de sopas, pero al cabo de una semana estaba más gorda, con los pies hichados y ya no podía respirar”, explicó.
Eso llevó a que su padre la llevara donde un cardiólogo que, al no encontrar nada, la refirió a un hematólogo porque salía con anemia pero este último la remitió a un nefrólogo que, cuando la recibió, se percató de que la joven estaba al borde de hacer un edema pulmonar. No estaba gorda: todo era líquido.
El diagnóstico fue que padecía un Síndrome Nefrótico, un trastorno renal que altera la filtración de las sustancias que transporta la sangre. Las enfermedades asociadas con el citado síndrome en general causan disfunción renal crónica.
En ese momento Nuria fue estabilizada con un tratamiento médico, pudo concluir sus estudios y pudo tener a su hijo, aunque en un embarazo de alto riesgo y cuidado como tal.
Ocurrió que luego de tener a su bebé Nuria descuidó su tratamiento, porque se sentía bien, pero dos años después los síntomas resurgieron y ya no tenía nada más que hacer que iniciar el proceso de diálisis.
Inicio de un viacrucis. “No tenía seguro cuando empecé, la diálisis costaba RD$3,500 y era tres veces por semana. Empecé a pasar muchísimo trabajo. Mi esposo no estaba laborando, mi papá acababa de jubilarse, mi familia comenzó a hacer líos. Como la diálisis era de emergencia hubo que ponerme un catéter que cuesta un dinero. En aquel momento de pronto teníamos que salir a buscar RD$17 mil pesos para comprar un catéter y RD$10 mil o RD$20 mil más para la postura, se buscaron pero entonces yo hice una alergia al catéter”, dijo.
En ese proceso consiguió que la ayudaran en Cecanot. Allí, para poder recibir la diálisis tuvieron que hacerle una fístula, que es la unión de una vena con una arteria para poder resistir la presión de la máquina. Eso costó más dinero…
“Ya no tengo por dónde dializarme”. Al día de hoy, Nuria ya tiene abierta la última vía para dializarse y si se le daña no se sabe qué pasará. Por ello está en emergencia para trasplante. En su núcleo familiar no pudo conseguir donante.
“Mi hermano salió hipertenso, mi hermana tuvo un cáncer de tiroides, se curó pero luego salió con unos problemitas de riñón y no se pudo; mis padres son muy mayores y mi esposo no es compatible conmigo”, expresa con resignación.
En días pasados dijo que la llamaron porque apareció un donante, pero cuando le realizaron las analíticas correspondientes revelaron que tenía anemia y en esas condiciones no podría ser sometida a la cirugía.
Sin miedo a morir. Nuria afirma que sin lugar a dudas le afecta como a cualquier madre tener que dejar a su hijo, pero asegura que, como se han ido dando las cosas, ha tenido la oportunidad de hablar todo con su familia y tiene todo listo.
“Antes tenía miedo a morir pero ya no. Yo nunca pensé en mi vida que esto pasaría, pero yo tengo hasta mi funeraria cuadrada. Somos hijos de la vida pero lo único seguro es la muerte, tal vez yo un chin más cerca que los otros y eso hay que hablarlo porque no puedes dejarle problemas a otro”, expresa con tranquilidad.
De todo la hace pensar la situación de su hijo, que lo único que quiere es un riñón para su mami.
Recordó que el último día que tuvo posibilidad de recibir el trasplante estaba sola con él y cuando él supo de la situación tuvo una alegría tan inmensa que ella tuvo que calmarlo y explicarle que eso no era del todo seguro por varias razones, como al final lo fue.
Sin embargo, dice que el niño supo qué pasó y es ahora quien está pendiente de que se alimente bien y tome sus jugos para la anemia.
“No puedo seguirle el ritmo de vida a mi hijo. A mí me tocó hacerme unos estudios este mes y tuve que aplazarlos hasta que pasaran los escolares para yo dedicarme a forrarle los libros y tener sus cosas listas porque no podía hacer las dos cosas a la vez”, señala Nuria.
Exhortación y crítica. Nuria dice que quienes dieron crédito a la versión de que la niña asesinada Carla Masiel fue raptada para robarle sus órganos no tienen idea del daño que le hicieron a los que esperan trasplantes pero que lo peor para ella es que luego de que finalmente se sabe que es una información falsa, no salen con la misma intensidad a desmentirlo.
“El único crimen no fue el de Carla Masiel, también el crimen fue contra nosotros que estamos en una lista de trasplantes esperando, que dependemos de ese poquito de conocimiento que podía tener la población. Hoy todos sabemos que no fue como lo dijeron pero no salen a desmentirlo como se debe ni midieron consecuencias. En esa nebulosa que se armó se llevaron entre los dedos a nosotros los pacientes que dependemos de eso”, dice Nuria con disgusto.
Entiende que el Instituto de Coordinación de Trasplante hizo un esfuerzo, pero su capacidad publicitaria no alcanzó la misma intensidad de la versión falsa.
Exhorta a las personas a la donación de órganos porque hoy es ella pero mañana puede ser cualquier otra persona o familiar. Dice que no sabe cuántas personas están en espera pero sí asegura que en cada una de las tres veces por semana que acude a dializarse hay más personas, la mayoría niños, en su misma situación.