París. La OCDE rebajó hoy sus expectativas de crecimiento para la mayor parte de sus países miembros y alertó de la amenaza que supone para la economía mundial el parón que sufre la zona euro como conjunto, donde no se descarta al riesgo de deflación.
En su informe semestral de Perspectivas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) calculó que la economía de sus 34 estados progresará únicamente un 1,8 % este año, cuatro décimas menos de lo que había calculado en mayo, y un 2,3 % en 2015, cinco décimas menos.
En 2016, se pasará al 2,6 %. El gran enfermo es la zona euro, donde solo se espera un avance del producto interior bruto (PIB) del 0,8 % en 2014 (se esperaba un 1,2 % hace seis meses) y un 1,1 % en 2015 (comparado con el 1,7 %), antes de llegar al 1,7 % en 2016.
La economista jefe de la organización, Catherine Mann, reconoció que los países de la moneda única que han “recargado sus motores con reformas de gran alcance” están empezando a recuperarse.
Uno de los mejores ejemplos sería España, uno de los pocos países donde las cifras se han corregido al alza, y ahora se augura una expansión del 1,3 % este ejercicio (frente al 1 % en mayo), del 1,7 % en 2015 (comparado con el 1,5 %) y del 1,9 % en 2016.
Pero más allá de los casos de algunos países periféricos, la OCDE avisa de que la amenaza que supone la zona euro para el crecimiento global tiene que ver con un desempleo que se mantiene alto (11,4 % de la población activa en 2014), y una tasa de inflación lejos del objetivo del 2 % (0,5 % este ejercicio y una décima más el próximo).
Por eso para Mann, en un mensaje dirigido al Banco Central Europeo (BCE), amplificar los estímulos monetarios es “crítico” para impedir que los precios puedan ralentizarse todavía más -con las consecuencias recesivas que eso tiene sobre el consumo- o incluso que se pueda caer en la deflación.
Tampoco es en absoluto halagüeña la situación en Japón, en la que se ha reducido en seis meses a la tercera parte la previsión de crecimiento en 2014 (0,4 % en lugar del 1,2 %), y también de forma significativa la de 2015 (0,8 % y no 1,2 %). Para 2016, la cifra anticipada es el 1 %.
La OCDE espera que los estímulos monetarios anunciados por el Banco de Japón y el retraso en dos años, de 2015 a 2017, de un nuevo ascenso para el impuesto sobre el consumo, permita reanudar la recuperación que se vio interrumpida en primavera.
Estados Unidos, aunque con un ritmo de evolución netamente superior, tampoco se salva de la corrección a la baja de las previsiones, con un PIB que debería incrementarse un 2,2 % este año (se había estimado un 2,6 % en el precedente informe hace seis meses), un 3,1 % en 2015 (frente al 3,5 %) y un 3 % en 2016.
El conocido como el “Club de los países desarrollados” aconseja equilibrar la política fiscal para a la vez garantizar la sostenibilidad de las cuentas públicas frente a posibles choques a corto plazo y aportar confianza a los actores económicos.
En el debate sobre el rol de la inversión para dinamizar la actividad, Mann se muestra convencida de que el gasto en innovación, educación e infraestructuras servirá de aliento económico a corto plazo y contribuirá al que se dibuja como una de las mayores rémoras de la crisis- un potencial de crecimiento más bajo.
La constatación es que la economía global ha estado creciendo desde que estalló la crisis hace siete años a un ritmo del 3 % anual, lo que significa más de un punto menos que la cadencia que había tenido en el periodo 2000-2007.
Eso significa que se va a tardar 23 años en duplicar el PIB mundial, algo que anteriormente ocurría al cabo de 17,5 años, y esa nueva pauta va a afectar en particular al bienestar de la población más joven.