La profesión de vivir

La profesión de vivir

Calderón de la Barca escribió un auto sacramental titulado: “El gran teatro del mundo”. Los seres humanos ejercen en la tierra el papel que les toca, como actores de teatro sobre el tablado de un escenario. Unos son humildes campesinos, otros poderosos gobernantes; unos hombres pueden ser reyes o generales; algunas mujeres son bellas y felices, otras son enfermizas y desdichadas. Pero ese drama de las vidas es cambiante. Ningún papel es representado para siempre; la belleza se marchita, la salud se pierde, el poder político se acaba, la riqueza se disuelve. El auto sacramental fue una pieza de teatro religioso, un tipo de drama litúrgico que se presentaba en España en los siglos XVI y XVII.

Los autos sacramentales fueron prohibidos a mediados del siglo XVIII. Pero el carácter religioso de ellos y la desaparición de este género, no debe desorientarnos acerca de su pertinencia social o artística. Admirables profesores judíos de Alemania, autores de libros de texto para las universidades, con discípulos y seguidores en varios países de Europa, se convirtieron en reclusos de los campos de exterminio de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Un “rico judío” pudo transformarse en un “miserable judío”. No en balde Frank Kafka inventa la historia de Gregorio Samsa, quien pasó de ser hombre a ser insecto.

Hay una conocida frase de Goethe acerca de Napoleón Bonaparte: “La historia de Napoleón me produce una impresión semejante a la del Apocalipsis de San Juan. Todos sentimos como si debiese haber en ella algo más, pero no sabemos qué”. No es lo mismo Napoleón en pleno poder, a la hora de ser coronado emperador de los franceses, que el derrotado prisionero de la solitaria isla de Santa Helena. El ascenso vertiginoso del pequeño gigante corso; y su caída en Waterloo, todavía causan asombro.

Estas mudanzas de la fortuna son propias de la vida humana. El oficio de vivir trae aparejados el gozo y el dolor, el éxito y el fracaso. El amor y la bondad de algunos seres excepcionales, contrasta con la maldad y el odio de otras personas que “habitan” en espacios contiguos. Mientras ejercemos “la profesión” de vivir, asistimos al sobrecogedor espectáculo de “El gran teatro del mundo”.

 

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