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Las más de una treintena de universidades fundadas en América en la primera mitad del siglo XVI por los papas de la Iglesia Católica y por los emperadores y reyes españoles jugaron un papel de primer orden en la posterior evolución y desarrollo de las sociedades latinoamericanas. Orientadas en una primera etapa a la formación del personal requerido por la burocracia colonial, civil y eclesiástica, esas instituciones de educación superior contribuyeron luego a la sustitución de las autoridades ibéricas por los representantes de las oligarquías criollas y, posteriormente, apoyaron el ascenso político de las clases medias a través del movimiento reformista iniciado en 1918 en La Argentina, no en Buenos Aires como era de esperarse, sino en Córdoba, una empobrecida ciudad adormecida por un pesado sopor hispánico y clerical.
La Reforma Universitaria de Córdoba fue la primera gran confrontación entre una sociedad hispanoamericana que comenzaba a experimentar cambios en su composición interna y una universidad enquistada en esquemas obsoletos. La misma señaló el momento del ingreso de la América española en el siglo XX. Buscaba, mediante la implementación de un modelo universitario muy diferente al heredado del español, evolucionar hacia fórmulas que permitieran conservar la autonomía universitaria, la libertad de enseñanza, difundir nuevos conocimientos y, lo más importante, mantener con el Estado un clima de apertura y tolerancia ajeno a presiones políticas.
La evolución y desarrollo de la Universidad de Santo Domingo, recorrió un camino muy diferente al señalado más arriba. Acontecimientos históricos como la firma del Tratado de Basilea, la Ocupación Haitiana, la Guerra de Independencia y de la Restauración y las imposiciones políticas a la Universidad Primada llevadas a cabo durante la dictadura trujillista dictaminaron que así fuera.
Una universidad autónoma, gobernada y dirigida por colectivos de estudiantes y catedráticos aquí no podía tener lugar. Mientras las Universidades latinoamericanas aparecían ante los ojos de las juventudes como canales de ascenso económico y social, aquí, la Universidad estatal no era más que una institución atrasada al servicio de la dictadura.
Nada de lo que hemos escrito acerca de la Universidad de esos tiempos lo hemos hecho con la intención de disminuir lo mucho o lo poco que Trujillo hizo en favor de esa Casa de Altos Estudios y del Sistema Dominicano de Instrucción Pública en general: la expansión y mejora de la educación preuniversitaria; la lucha contra el analfabetismo; la construcción de una moderna ciudad universitaria; la erradicación del sistema universitario de estudios libres; la adquisición de modernos equipos de laboratorios; la fundación de organismos especializados; y la incorporación al cuerpo docente de la Universidad de profesores españoles traídos aquí en calidad de exiliados políticos, entre otras; pero, a pesar de todas esas aparentes conquistas, la organización y la estructura de gobierno de la Universidad Primada permanecieron ancladas en un pasado lejano que impedía la divulgación y discusión sobre temas que pudieran despertar inquietudes políticas en su alumnado.
La conmemoración de los veinticinco años en el poder del General Rafael Leónidas Trujillo Molina, incluyendo la celebración de la “Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre” le costó al erario más de 30 millones de dólares, lo que ocasionó la desestabilización del andamiaje económico del país, mientras surgía en la América española un poderoso movimiento democrático contra las dictaduras militares que dio al traste con el gobierno del general Juan Domingo Perón, en la Argentina; del general Rojas Pinilla en Colombia; del general Marcos Pérez Jiménez de Venezuela. Todos esos dictadores, una vez derrocados, buscaron y encontraron refugio en nuestro país. A partir de entonces, comenzó a vislumbrarse el fin de la Era de Trujillo.