La condición humana no se extingue. Se les respeta hasta a los difuntos al evocarlos, a veces con homenajes de perennidad porque su ausencia es solo física. Tampoco pierden esa condición las personas privadas de libertad. El Gobierno expresa intención de cambiar la realidad que prima en las penitenciarías dominicanas tan contraria al sentido de lo humanitario. El prisionero en estatus preventivo debe ser tratado con las consideraciones y dignidad que adquiere al nacer y no solo por esto. Existe el principio de la presunción de inocencia. Se está libre de culpa hasta llegar a una sentencia con autoridad de la cosa definitivamente juzgada y a diario absuelven a personas.
En el proceder ordinario de policías y en el horror de los penales criollos, congestionados y de manejo interior gansteril, el despotismo medieval tiene sus reminiscencias. Si un sargento dice que fulano y fulano fueron los que asesinaron a equis oficial del cuerpo del orden ya la opinión pública sabe que no se necesitará de celdas para ellos. Un dios patán de simples insignias dictó sentencia de muerte, y luego vendrá otra manida versión de intercambio de disparos. Las apariencias no son de absoluta confianza. A una convicción debe llegarse con análisis de todos los ángulos, detalles y antecedentes del suceso. Con las ejecuciones sumarias no habrá tiempo para eso. Ni siquiera se contempló la posibilidad de interrogarlos para una más completa versión de los hechos.
Lo incompleto del debate
El estelar ejercicio periodístico de narrar hechos recoger ideas y difundir criterios que legítimamente se solicitan a personalidades en la democracia para enriquecer el debate cotidiano, sigue sometido a la imperfección del acceso vedado a dos de los grandes protagonistas del presente. El presidente Danilo Medina y el expresidente Leonel Fernández difieren en varios asuntos pero coinciden unánimemente en evadir a la prensa.
En eso están fuera de época y en contra de un imprescindible recurso de la democracia, impidiendo debatir temas fundamentales. Debe respetarse el derecho a entrevistarlos con la curiosidad que normalmente caracteriza a los periodistas y por la urgencia que a veces surge de escuchar a los líderes para tratar temas decididos por las circunstancias y no solo por ellos.