POR MANUEL EDUARDO SOTO
Lucho Gatica, el llamado «rey del bolero», nació en la ciudad chilena de Rancagua hace cerca de ocho décadas, pero la distancia de República Dominicana no fue óbice para que llegara a ser un devoto de la Virgen de la Altagracia, la santa patrona de la nación caribeña, donde ha sido un ídolo indiscutido por varias décadas.
Eso demuestra que la fe no tiene fronteras ni distancias.
Yo lo supe en 1991, cuando vinimos con Julio Iglesias a lanzar el álbum «Calor», visita que incluyó un concierto en Altos de Chavón, en La Romana, hasta donde llegó Lucho junto a su esposa norteamericana, invitado por el astro español, que es su compadre.
«Hacía muchos años que quería visitar el Santuario de la Virgen de la Altagracia», me contó emocionado el bolerista chileno durante el par de días que departimos en Casa de Campo, donde ambos estábamos alojados. «Sé desde hace tiempo de sus milagros y acabo de rezarle».
Acto seguido, sacó del bolsillo una medalla de la virgen, que me regaló. «Compré varias medallitas para los amigos que más quiero», me dijo al pasarme el sagrado objeto.
La amistad entre Lucho y Julio, símbolos emblemáticos los dos de épocas distintas de la música popular de habla hispana, se remonta a los comienzos de la carrera de Iglesias, a fines de la década del 60. Julio era un admirador incondicional de Gatica, al igual que de otros cantantes románticos como el también chileno Antonio Prieto, según me contó en momentos de camaradería durante el tiempo en que fui su asesor de prensa.
La holgada situación económica que le ha brindado su éxito a nivel mundial, le permite a Iglesias darse el lujo de invitar hasta los más remotos rincones del mundo a sus seres queridos, entre los que se incluye Lucho Gatica. Otros que gozan de ese privilegio son su padre, el Dr. Julio Iglesias, y su médico personal, el Dr. Rafael Rodríguez, un dominicano de La Vega radicado en la ciudad estadounidense de Los Angeles junto a su esposa, Desirée.
«Julio siempre me llama para invitarme hasta los lugares donde tiene conciertos», me dijo muy orgulloso Lucho, el intérprete de boleros inmortales como «No me platiques», «El reloj» y «Contigo en la distancia». El ahora sexagenario astro español le bautizó a su hija Luchana, lo que cimentó una estrecha amistad entre ambos.
Aparte de Julio Iglesias, Lucho Gatica también ha sido admirado por estrellas como Nat «King» Cole y Luis Miguel, a los que asesoró en la selección e interpretación de algunos boleros que él había hecho famosos a principios de la década de 1950.
«Nat King Cole era un tipo extraordinario», me confidenció Lucho en una larga conversación que tuvimos en el trayecto de La Romana a Santo Domingo, después del concierto de Julio en Chavón. «Yo le ayudé a elegir temas y también le di una mano en la pronunciación».
Cole incluyó en sus álbumes en español éxitos de Gatica como «No me platiques», «Nadie me ama», «Vaya con Dios» y el tema folclórico chileno «Yo vendo unos ojos negros».
También ayudó a Luismi en sus primeras grabaciones de boleros, en 1991. Estas fueron producidas por Armando Manzanero, quien comenzó su carrera musical acompañando al piano a Gatica, e incluyeron «No me platiques», «La puerta», «La barca» y «El reloj».
Después de tener la oportunidad de colaborar con esos «monstruos» de la canción, sin duda que Lucho Gatica tenía mucho que agradecerle a la virgen.